Las lecciones de amor que aprendí de Jim

Gabriela M
Message in the coffee
6 min readApr 10, 2020

Mi historia con Jim estaba destinada a terminarse el mismo día que comenzamos; lo nuestro era un amor que estaba muy lejos de convertirse en los insomnios de un romance idílico, ni mucho menos era de esos en lo que se permite fantasear con un futuro juntos …

Conocí a Jim en ese momento de mi vida en el que no quería nada con el amor y deseaba ver a cupido muerto y bajo tierra; estaba hastiada de conocer a hombres cuya única intención era llevarme a la cama y a partir de ahí ver hacia donde fluían las cosas (conducta que he criticado los últimos 8 años de mi vida); así que, cuando él comenzó a relacionarse conmigo, para ese momento mi forma de proyectarme ante el mundo era la de una mujer relajada y tan segura de sí misma, que no quería a nadie a su lado, en otras palabras, era la candidata ideal para una relación pasajera y fortuita.

Por otro lado, Jim era algo así como la realeza del gimnasio al que iba, no había que detallarle mucho para saber que llevaba ropa deportiva de “alta costura”, y que esta iba haciendo juego con los últimos audífonos que habían salido al mercado; sumado a lo anterior, todo el personal que trabajaba allí se emocionaba más de lo usual cuando llegaba el Rey junto a sus dos sobrinos (entre ellos Jim), lo cual hacia interesantemente enigmático el querer conocerles un poco más de cerca; a pesar de ello, para mi ellos eran “ los intocables” así que solo me limitaba a observarlos de lejos y eventualmente saludar desde la distancia con una breve sonrisa.

En uno de esos días que son más negros que grises, me atreví a contactar a uno de los príncipes del gimnasio por redes sociales; para mi sorpresa, él ya me había notado mi presencia antes, por lo tanto, no era una completa desconocida stalkeadora que le estaba escribiendo; recuerdo que fue amable, y aunque nuestros temas de conversación se limitaban a carros Toyota y alguna que otra tontería del gimnasio, ya se sentía que las cosas estaban fluyendo hacia una buena amistad (después de todo, ambos somos géminis, así que conversar era lo que mejor se nos daba a ambos)

Luego de chatear durante algún tiempo, se animó a invitarme a salir, y a pesar de lo bien que nos entendíamos, para ese momento yo seguía en mi modo cero relaciones amorosas románticas; así que fui crudamente directa con mis intenciones en esa primera cita, lo cual hoy en día pienso que debería ser una regla general para todas las citas, ya que el resultado fue que ambos llegamos a un acuerdo mutuo de como funcionaria una especie de romance sin ataduras entre nosotros.

Nota mental: que poco sabíamos para ese entonces.

Esa salida, con el tiempo, se convirtió en muchas salidas más, poco a poco el romance se fue transformando en una intimidad que no era física, llegamos a ese punto en el que él me escribía hasta en el instante en el que le daba dolor de cabeza, y yo no pasaba un día en el que no le contara como había transcurrido mi jornada; nos volvimos muy cercanos, más allá del sexo, más allá de las expectativas, sin darnos cuenta ambos solo nos enfocamos en sentir lo que sentíamos (emocionalmente hablando) el uno por el otro.

Transcurrieron muchos meses, hubo subidas, bajadas, discusiones, distanciamientos, pero aun así, se sentía como si estuviéramos más juntos que nunca; fue una semana después de mi cumpleaños cuando sentí que todo cambio; en ese instante el romance había acabado pero la relación aún continuaba, de hecho, no hubo un final hasta iniciado enero.

Justo en aquel entonces, cuando le sumaba otro año a mi vida, cuando me di cuenta de que lo que teníamos se había perdido (o al menos la dinámica había cambiado por completo): en ese preciso instante fue cuando sentí que comenzaba a conocerme a mí misma, en esa melancolía y nostalgia que acompaña el final de un precioso romance, pero a la vez dentro de una relación que no se quiere terminar, fue cuando pude ver las lecciones que acá comparto:

  1. El verdadero amor no es sufrido, ni tiene apegos: Siempre ame a Jim, me fascinaba la idea de que el fuera muy feliz, pero jamás me imagine un futuro juntos, ni siquiera me gustaba la idea de tenerlo a mi lado presentándolo como “mi futuro esposo”
  2. No se necesita una etiqueta para ser una relación de amor, solo se requiere que te demuestren realmente cuanto le importas: Desde el principio hablamos de una relación sin ataduras, y a pesar de que discutíamos y nos reconciliábamos como cualquier pareja enamorada, jamás utilizamos la excusa de “tu sabias de que iba esto”; Jim siempre negociaba con dialogo en persona y buscando la forma de que juntos resolviéramos el tema que nos agobiaba …
  3. Si no estás seguro de ti mismo, puedes lastimar mucho a la otra persona:… hasta que llegaban los celos, era algo que él no se esperaba sentir, y que definitivamente aparecieron para marcar ese final que ninguno de los dos queríamos aceptar; sus inseguridades podían lastimarme mucho más que cualquier infidelidad.
  4. Puedes enfadarte todo lo que quieras, pero eso no significa que la relación ya se acabó: Siempre que algo en tu vida te causa molestia, sueles pagarlo con el eslabón más débil; para ese entonces mis deudas (y mi extremadamente bajo salario) me consumían como un cigarrillo en una noche fría, por ende, cada vez que Jim hacia algo que no me gustaba, mi solución era terminar con “la relación casual” basando mi criterio en que como no éramos algo formal, era la situación más fácil de solucionar (cuando de casual esa relación solo tenía la etiqueta), con el tiempo aprendí a que hay que decir “estoy enfadada, hablamos mañana” en vez de una dramática ruptura a las 3 am
  5. Las reglas iniciales son solo un chiste de tu cerebro para darte la ilusión de que estas “seguro”: Jim y yo hicimos al menos unos 3 contratos en diferentes momentos de nuestra relación, contratos verbales que era para que ambas partes tuvieran muy claro cuál era el límite entre felices por siempre y el ring de boxeo a muerte; pero en estos contratos no pensamos en la impredecible cláusula de los que sentiríamos el uno por el otro, fue justo este punto el que hizo que todo lo anterior fuera totalmente invalido; así que olvídense de esta parte de “hablemos claro”, en las relaciones nada es permanente, ni siquiera los sentimientos
  6. Una buena relación NO comienza en la cama: Jim y yo salimos al menos unas 5 veces antes de llegar a la cama, lo que generó que tuviéramos una buena conexión antes del sexo, eso hizo que lo vivido fuera un sentimiento y no un simple deseo
  7. El interés (y los sentimientos del otro hacia ti) se nota, y cuando ya no está se nota el doble: Ya sea por todas las veces que le dije “terminamos”, o por esos espacios en los que decidimos nos volvernos a hablar durante un par de meses (de los cuales hoy en día no estoy orgullosa por haberle buscado para retomar lo nuestro), sin importar la causa Jim poco a poco fue perdiendo el interés en lo que teníamos, por un lado él se sentía bien conmigo y eso hacía que quisiera que lo nuestro continuara, pero por mi lado, cada regreso, cada distanciamiento, cada “es que he estado muy ocupado trabajando” me hacía añorar con fuerza esas épocas en las que no parábamos de reírnos en nuestros chats, donde el romance se sentía a través de la pantalla; es precisamente ese anhelo lo que me enseño que es lo que quiero experimentar en una relación, y que por más que exista una cariño actual, nunca hay que darle largas a algo donde el romance ya no esta

Hoy en día Jim y yo ya no seguimos hablando como antes, los constantes distanciamientos hicieron que pasaramos de enviarnos chat durante todo el dia a un par de palabras en el dia, el desinteres y la falta de sentimientos que se genero con el tiempo nos convirtio en personajes completamente antagoicos a los que fuimos alguna vez, y aunque por mi parte lo intente todo, no existe la píldora mágica que haga que vuelvas a sentir ( y a interesarte)por esa persona igual que antes ( y con la misma intensidad); pero pase lo que pase, conmigo se quedaran estas lecciones para el resto de mi vida, y espero que una parte de mi también le acompañe lo que reste de la suya.

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Gabriela M
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