De qué hablamos cuando hablamos de cámaras

Angel Jiménez de Luis
Cezoo
Published in
5 min readApr 7, 2015

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HEMOS TRANSFORMADO LA FOTOGRAFÍA MÓVIL EN UN DEBATE SIN SOLUCIÓN. EN EL PEOR DE LOS CASOS ES UNA PELEA CONTINUA DE NÚMEROS. EN EL MEJOR, UNA COMPARACIÓN COMPLETAMENTE SUBJETIVA DE DOS FOTOGRAFÍAS.

Si hacemos caso a The Verge, el cuestionable reinado en el mundo de la cámara móvil le ha durado a Samsung menos de una semana. LG prepara el lanzamiento de su teléfono estrella de 2015, el G4, y entre las características figura una cámara con mayor apertura de la que ofrece el nuevo Galaxy S6.

Tendrá una lente f/1.8 en lugar de f/1.9.

La ciencia detrás de la afirmación es sólida. Más apertura equivale a más luz sobre el sensor y por tanto la posibilidad de disparar en menos tiempo y conseguir una imagen más definida y con menos ruido en escenas con poca luz.

El problema es que una cámara es un instrumento complejo y hay tantos factores que afectan a la calidad final de la imagen que centrarse sólo en una característica -incluso en varias- no sirve absolutamente de nada. La apertura es importante a la hora de capturar más luz, pero también el tamaño del sensor, el tamaño de los fotoreceptores del sensor (son dos cosas diferentes), la propia tecnología con la que está fabricada este componente, la calidad óptica de la lente o el procesado de imagen (un factor en el que entran en juego tanto el hardware como el software del teléfono).

Ninguno de estos valores vive en una burbuja. Modificarlos en cualquier dirección tiene más de una consecuencia y por tanto encontrar un balance entre todos ellos es importante. Si los fotoreceptores son grandes la resolución del sensor va a ser menor. Más apertura obliga a usar lentes de mayor calidad (y por tanto más caras) y puede crear problemas de enfoque “blando” en las imágenes. Un buen procesado puede corregir muchos problemas, pero lo hace a costa de tirar del procesador y, por tanto, de batería o con un impacto en la velocidad de disparo continuo.

La cámara de un móvil es siempre el resultado de una larga lista de decisiones que no se toman (o no deberían tomarse) al azar y que no dicta el fabricante de los sensores, que por lo general es Sony.

Sumemos a todo esto que en la mayoría de los casos acabamos consumiendo las imágenes en la propia pantalla del teléfono, que con su alta densidad de pixeles enmascara los pequeños fallos de las imágenes, y que a la hora de compartirlas usamos servicios que comprimen las imágenes para ahorrar consumo de ancho de banda.

Es una locura y no sorprende que haya tanta polémica cada vez que se habla en términos superlativos de uno u otro teléfono a la hora de sacar fotografías. La cámara, además, se ha convertido en el único elemento diferenciador entre la gama media y alta de la telefonía, de ahí la obsesión por su calidad en todas las críticas de producto.

Pecar por defecto

Para los que evaluamos teléfonos móviles y escribimos de tecnología entrar en el juego de los números es tentador -los artículos se escriben prácticamente solos- pero hemos terminado por evitarlo. Ahora lo habitual es mostrar imágenes similares hecha con productos diferentes para comparar la calidad final.

Esta técnica puede ser igual de absurda, sobre todo cuando el resultado de dos teléfonos es muy parecido. Como ejemplo basta señalar el artículo de The Verge de la semana pasada comparando la cámara del Galaxy S6 con la del iPhone 6 Plus. Quitando el tono más cálido de las imágenes del Galaxy, ambas fotos son prácticamente iguales, sobre todo cuando se miran en un tamaño reducido como el que usa The Verge en su página (el sensor de la cámara del Galaxy S6 / S6 Edge tiene más resolución y las imágenes finales, en tamaño nativo, son mayores que las del iPhone 6 / 6 Plus).

El problema de comparar cámaras de esta forma es que sólo se está comparando el resultado final, pero no la experiencia de uso. En los comentarios de estas noticias, por ejemplo, siempre suele haber alguna referencia a los Lumia de Microsoft, porque muchos consideran que el Lumia 1020 sigue teniendo la mejor cámara del mercado.

Es posible que los resultados del Lumia sean buenos, pero disparar con ese teléfono, al menos en mi experiencia, es muy frustrante. La aplicación de cámara es lenta y el procesado de la imagen también. En ciertas escenas, como un paisaje, no es un problema. Cuando estamos tratando sacar una foto de algo en movimiento, sí.

Otros teléfonos que prometen resultados estelares con su cámara en escenas complicadas o con poca luz lo hacen gracias a modos de disparo especiales que hay que activar antes de disparar pero que no son necesarios (el mismo efecto se consigue haciendo un buen trabajo de postprocesado en una app independiente). Navegar por estos menús puede ser confuso y lento, sobre todo cuando lo que queremos es tomar rápidamente una fotografía de algo que está pasando frente a nosotros. En otras ocasiones la foto resultante puede ser fantástica pero es posible que el enfoque haya sido lento o errático en las capturas anteriores.

Todo eso no se aprecia en los resultados pero es importante. Se pueden hacer buenos análisis técnicos de la imagen capturada por un móvil pero para la mayoría de los usuarios tendrán poco sentido y siempre evitarán algunos aspectos subjetivos que forman parte de la “experiencia” de sacar una fotografía y que no son cuantificables. Apostar por la calidad de una imagen que vemos en pantalla sin saber cómo fue el proceso de captura es casi como elegir a ciegas. O basándose en números.

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