20 notas sobre el western

Tomás Richards
Chicas
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5 min readSep 2, 2023

1.Cada vez que un forastero, renombrado o ignoto, llega al pueblo a matar al Sheriff, todos los moradores nos encerramos en nuestras casas de madera a esperar el desenlace. Durante la espera algunos rezan y otros espían por las cortinas, un poco agachados para no recibir una bala perdida en la cabeza. Otros juegan al solitario con barajas de póker, otros practican meditación trascendental y otros filman videos póstumos.

Cuando el duelo termina el pueblo vuelve a su ritmo habitual.

2. Cuando los hombres se van a llevar o traer la hacienda de los ranchos las mujeres quedan solas en las casas. Las labores cotidianas permanecen, impostergables: las gallinas deben comer y la vaca debe ser ordeñada. Pero, de todas formas, durante esos días sin hombres el ritmo es más relajado y las necesidades disminuyen. Entonces las mujeres aprovechan para andar desnudas o con poca ropa, para leer novelas de Corín Tellado que sus esposos no aprobarían, o para montar con maderas edificios parecidos a los palacios de sus sueños, edificios que después queman sin miramientos antes del regreso de los hombres.

3. En los días de fuerte nevada no se puede salir del rancho. Entonces John Wayne lee poesías de Alejandra Pizarnik para hacer tiempo. Algunas veces pide silencio, carraspea, y luego nos recita, emocionado, una que empieza así:

–Esta lúgubre manía de vivir…

4. Hay vaqueros que mueren en riñas dentro del saloon. Sus caballos quedan estacionados afuera, sin que nadie los reclame. Una ley no escrita del Oeste es que nadie puede apropiarse del caballo de un muerto so pena de padecer una maldición abyecta. Entonces, los caballos de los muertos permanecen atados, sin alimento ni cuidados, hasta que mueren y el olor a podrido autoriza a los moradores a llevárselo y tirarlo por ahí.

5. Nunca se debe usar sombrero de mexicano si uno no es mexicano. Dichos sombreros son garantía de que, durante un tiroteo cualquiera, el que los use será el primero en morir. A menos, claro, que uno sea mexicano.

6. Los mexicanos no son bienvenidos. Pero durante la temporada de yerra suele hacérseles lugar en el rancho para que enseñen francés a los niños.

7. Un tren puede descarrilar con facilidad. Pero nunca lo hará si la banda de forajidos más temible viaja en él de encubierto.

8. A veces, cuando los hombres se encuentran distraídos con una de esas estúpidas jeremiadas de codicia y venganza, mujeres y prostitutas se juntan clandestinamente a intercambiar consejos de índole sexual.

9. Cuando un hombre cae muerto en un bebedero de caballos nadie limpia el agua luego de sacar el cuerpo. A menos, claro, que ese hombre muerto sea un mexicano.

10. Realizar el acto sexual en una diligencia se considera de pésimo gusto. No es ilegal, pero el sentir general considera algo malo mezclar la lujuria y el viaje. Cierta vez un grupo de navajos atacó una diligencia mientras una pareja de cuáqueros realizaba el coito en su interior. El final de la anécdota fue realmente vergonzoso y aleccionador.

11. La diligencia transporta caudales. Sus conductores son hombres probos, de un temple moral especial que les permite sortear el espoleo de la codicia. Por eso también es de mal augurio introducir la lujuria en el ámbito de la diligencia.

12. Una cautiva es bienvenida de regresar a la civilización californiana si, y sólo si, abandona esos espantosos hábitos culinarios de los indios.

13. Un vaquero siempre debe conservar su Winchester bien aceitado.

14. A veces el viento de la llanura trae consigo melodías de Ennio Morricone. Otras veces trae solo polvo.

15. Es sabido, los carapálidas condenados a la horca padecen un súbito priapismo al morir asfixiados. Es por un tema de la circulación de la sangre. El fenómeno no se registra en condenados mexicanos. Por eso la Guía Oficial de Carpintería del Estado de Texas aconseja construir cadalsos con mamparas que obstaculicen la vista del torso del ahorcado o, en su defecto, ahorcar solamente a mexicanos.

16. Todo indio sabe que un suave escalpo de mujer blanca es buena compañía en noches de soledad pasadas al sereno.

17. Cierta vez Clint Eastwood pensó en dejar todo, darse un baño y mudarse a Nueva York a vivir una vida más burguesa. Sacó pasaje en el tren y compró emparedados y una novela de Manuel Gálvez para el viaje. Pero entonces las tropas de los Estados Confederados atacaron Fort Sumter y Nueva York se volvió amante de los negros. Y entre un mexicano y un negro, Clint Eastwood elige siempre al mexicano.

18. En Tennessee todavía circulan truculentas historias acerca del perfume del sombrero de piel de mapache de Davy Crockett.

19. En situación de tiroteo generalizado no es aconsejable refugiarse en los tejados. Puede que morir en la balacera sea, de todos modos, inevitable. Pero un cuello dislocado por una caída de cuatro o cinco metros constituye un contratiempo para el empleado de la funeraria que es de buen cristiano evitar.

20. Puede que el Reverendo Hutchson sepa mucho acerca del pecado y la salvación. Pero no hay que darle crédito en materia de caballos ni de mexicanos.

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