Asado bloguero

Sebastián Robles
Chicas
Published in
6 min readMay 14, 2024

En 2008, una agencia de marketing digital recién inaugurada organizó un asado con blogueros en una estancia de la provincia de Buenos Aires. Habían pasado unos meses desde el conflicto del gobierno con el campo. Quizás por error, yo fui invitado.

Agustina, la fundadora de la empresa, era hija del dueño de la estancia. Me escribió un mail personalizado:

“Hola, Eric. Me encanta tu blog. Soy CEO de la agencia tal y me encantaría conocerte”.

Le dije que sí. El mail siguiente lo escribió la secretaria:

“La salida es el viernes a las 10 am en Córdoba y Uruguay. Te pido por favor que seas puntual”.

Llegué temprano. En la esquina había dos más que parecían blogueros, uno de remera y jean y otro con camisa leñadora a cuadros. Al rato éramos tres o cuatro, entre varones y mujeres. Todos habían llegado solos. Una chica habló primero:

-¿Estamos acá por lo mismo, no?

Más tarde supe que era “Una rubia en apuros”, aunque no era rubia. También estaban la de Psicodelia, Lápiz Lázuli (nunca supe su verdadero nombre) y Pablo Pirán, un crítico de cine que me irritaba con sus opiniones banales y mal redactadas.

La combi llegó veinte minutos tarde. Silvina, la secretaria, bajó con un cartel impreso: “Blogueros”, decía.

Llevaba una planilla en la mano.

-No me gusta pasar lista -dijo-. ¿Son seis?

-Falta uno -dijo alguien.

La que faltaba era Elaine de “Soltera por opción”, uno de los blogs más leídos del momento, mucho más popular que cualquiera de los que estábamos ahí.

Silvina desapareció en la combi y bajó un rato después.

-El celular da apagado -informó-. Nos vamos.

Recién entonces nos hizo subir. Ella viajó al lado del chofer, separada de nosotros por un vidrio, así que durante el viaje conversamos en voz baja.

-¿Alguien sabe adónde vamos? -preguntó el de Blog Ochentoso.

Nadie respondió.

-Esto es muy raro.

Después de una hora y media larga en ruta, la combi se desvió por un camino sin asfaltar a través de un campo sembrado.

-Todo eso es soja -observó Pirán.

Un empleado de seguridad nos recibió con la tranquera abierta. El chofer lo saludó como si se conocieran. Pasamos entre establos cada vez más grandes hasta que al final del sendero, al resguardo de un par de árboles altos y agrestes, llegamos al casco de la estancia, una casa de dos pisos y balcones con hortensias, una pileta de natación y un quincho en el que entraba cinco o seis veces mi departamento.

-Mucha guita -dijo alguien.

Olía a asado.

Bronceada y vestida con ropa Adidas de tenis, Agustina nos recibió en el estacionamiento.

-Bienvenidos -dijo-. Qué alegría que hayan podido venir.

No tenía la belleza de una modelo, pero se comportaba como si lo fuera. Nos saludó uno por uno y nos condujo hasta el quincho, donde un viejo con delantal negro movía el carbón debajo de una parrilla con chorizos, provoletas y pedazos de lomo.

-Mi papá -dijo.

-Así es, yo soy el padre, pónganse cómodos. En veinte minutos comemos.

-Están llegando también unos amigos -anunció Agustina.

Un empleado se asomó para avisarle que ya habían llegado. Silvina salió detrás de ella.

Otra vez, quedamos solos.

-Buena onda el lugar -comentó Lápiz Lázuli.

Pirán opinó que eran la oligarquía. La rubia en apuros se entusiasmó:

-Tanto escribir, al final llegamos a algo -dijo, reflexiva.

Los amigos de Agustina eran unos cuantos. Llegaron en parejas y en un grupo de tres que sin dudas eran rugbiers. Al principio ella los presentaba:

-Ellos son Valen Grabenheimer y Dachi Volpato.

Y los aludidos nos daban tibios apretones de manos. Sus perfumes se mezclaban en el aire. Cuando ya éramos unos quince, saludaban con “hola a todos” y al final ni se presentaban. Entendí que eran ex compañeros de la Universidad Católica, pero algunos parecían conocerse desde mucho antes. Dos mozos repartían rodajas de salame y copas de vino.

La última en llegar, con anteojos de sol y un vestido blanco hasta los pies, fue recibida con risas.

-Dolo Anchorena -le reprochó Agustina, burlona-. Siempre tarde.

-Me quedé dormida -se disculpó ella con desparpajo, mientras saludaba a uno por uno-. Soñé que mataba a Cristina.

Algunos festejaron la ocurrencia. Un murmullo vino del lado de Pirán y el de Blog Ochentoso.

-Ahora contá -dijo un rugbier.

-Ay, viajábamos en avión. Se abría una puerta y yo la empujaba. Me acuerdo que la veía caer. Fue alucinante.

Al rato nos sentamos a una mesa larga de quebracho, donde los mozos habían dispuesto platos de madera con cubiertos y algunas ensaladeras de vidrio con ensaladas de rúcula y queso parmesano. Circulaban dos tablas con chorizos cortados. Agustina se paró en una de las cabeceras.

-Bueno, bienvenidos otra vez -dijo, con una solemnidad vacilante.

Las conversaciones no se interrumpieron: sus amigos por un lado, los blogueros por el nuestro, sin que se hubiera establecido ninguna comunicación entre ambos grupos.

-¿Vas a decir unas palabras? -preguntó la chica que se había sentado a su derecha, enfrente de Silvina.

Otro de los rugbiers levantó la voz:

-Muchachos, Agus quiere decir algo.

Los blogueros hicimos silencio. La última en callarse fue Dolo Anchorena.

-Estamos acá para festejar el lanzamiento de X-Perience, mi nueva agencia digital.

Alguien aulló y todos aplaudimos. Agustina sonrió con incomodidad. Silvina pidió silencio.

-Estoy muy emocionada -se secó unas lágrimas, Valen le lanzó un beso al aire-. Gracias, Valen. Vos sí que me aguantaste.

-Te amo, diosa -dijo Valen.

Las interrupciones empezaban a irritarme. Agustina retomó la palabra.

-Ahora en serio, les quiero agradecer a cada uno de ustedes por bancarme en este emprendimiento. En especial a mi papá. Dad, you´re the best -el padre alzó su copa desde el otro extremo de la mesa-. Los que me conocen bien saben que X-Perience es mi sueño hecho realidad: una agencia joven, que conecte a las marcas con nuevas formas de comunicación. Por eso nos visitan hoy las estrellas del mundo de los blogs.

La rubia en apuros agradeció como si Agustina le hablara solo a ella. Desde el otro lado de la mesa miraban con curiosidad indisimulada.

-Yo tengo llegada a las marcas de primer nivel -Agustina ahora se dirigía a nosotros-. Los chicos -señaló a sus amigos- trabajan en las empresas más importantes del país. Bueno, no todos.

Su mirada apuntó a Dolo Anchorena.

-Yo soy libre -dijo ella y rió, acusando recibo.

-Dolo es una artista brutal y tenemos el honor de que lidere el área de diseño de X-Perience.

-Por ahora, ya te dije. Si me aburro, largo.

El de Blog Ochentoso se atragantó con una hoja de rúcula. Silvina nos miró, inquieta.

-Ella es así, no le hagan caso -dijo.

El discurso de Agustina se extinguió a medida que avanzaban las bandejas con chorizos y provoletas.

-¿Y cuál es tu blog? -preguntó Dachi Volpato, que estaba sentado enfrente mío.

-Década del 90 -dije -. Escribo ficción, historias de adolescentes. Pero la gente piensa que son reales.

-Un folletín -festejó Kiwi Meyer-. Qué bueno.

-Claro -dije.

-Kiwi tiene un máster en literaturas comparadas -explicó Valen Grabenheimer.

Dachi Volpato volvió al interrogatorio.

-¿Cuántas visitas tenés?

-Unas diez mil diarias -exageré.

Él opinó que no eran tantas.

-¿Cómo elegiste el tema? ¿Hiciste un estudio de marketing?

Al rato, los amigos de Agustina perdieron el interés y se pusieron a conversar entre ellos. Después del almuerzo, nos dieron vía libre para caminar un rato alrededor del casco.

-Son re copados -dijo la rubia en apuros.

-No hubo ninguna propuesta concreta -subrayó Lápiz Lázuli, con el énfasis natural que le daba su voz grave.

Cuando volvimos al quincho, los mozos habían traído bizcochos de grasa, mates y termos de agua caliente. Dolo Anchorena estaba tirada sobre un sofá, con la cabeza apoyada sobre las piernas de Valen Grabenheimer. Conversaban sobre un viaje a Venecia. A un costado, Dachi Volpato y uno de los rugbiers discutían sobre el negocio de bienes raíces en Miami. Los demás se habían dispersado por el campo, caminaban solos o en parejas y acariciaban caballos.

-Dónde mierda estamos -masculló Pablo Pirán-. Esta franela huele raro.

La rubia en apuros lo increpó con firmeza.

-¿Por qué decís eso? Ella está buscando asociados.

El de Blog Ochentoso se mostró de acuerdo.

-Nos abrió su casa -dijo-. No podemos ser tan desconfiados.

Más tarde, el padre de Agustina nos hizo un tour por el casco de la estancia, que había heredado de su tatarabuelo, hijo de un soldado de las guerras de la independencia.

-Tenemos tres jacuzzis y un solarium -dijo.

Después nos mostró su colección de caballos. A la vuelta, nos esperaba la combi con las puertas abiertas.

-Silvina les va a mandar una propuesta personalizada a cada uno -dijo Agustina en la despedida. La combi nos dejó en Córdoba y Paraná dos horas más tarde.

El mail de X-Perience llegó a la semana siguiente. Silvina ofrecía seis botellas de cerveza Corona a cambio de mencionar la marca en un posteo.

“Prefiero esperar a la próxima propuesta”, respondí.

Todavía sigo esperando.

--

--