Mavrakis ⚡
Chicas
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2 min readSep 10, 2018

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Lo que me tocó hacer con mi madre es viajar, y esto incluye el anverso y el reverso de la experiencia de viajar, es decir, lo que pasa mientras uno se desplaza hacia algún lado y cuando uno espera que otro se desplace hacia algún lado. Sin embargo, la gran ventaja de viajar con la madre es que uno está preparado desde que nace para recibir las ondas de enojo maternas. Desde ya, mucho puede resultar mal en términos de convivencia — y no soy una de esas sharing people —, pero, a pesar de lo que dice el humor judío, uno nace diseñado para soportar a su madre.

Lufthansa, clase económica, asientos separados, Ezeiza-Frankfurt, nueve horas sobre el Atlántico. No hay nada más parecido a volver a nacer que llegar a un aeropuerto desconocido en un país desconocido donde se habla una lengua desconocida. Mi madre, por supuesto, estaba ahí, ocupada con el trabajo duro, mientras yo intentaba descifrar el camino hacia nuestro vuelo de conexión a Atenas. Aquel viaje duró casi un mes. Grecia: Atenas, Leros, Creta, Rodas, Santorini. Italia: Roma, Pádova, Milán, Florencia, Nápoles, Venecia. Hubo muchos vuelos más, con asientos juntos y separados, y micros, taxis y subtes, y trenes y barcos. Pero, sobre todo, aviones.

También hizo calor, mucho calor. Durante el viaje a Grecia conocí a muchos parientes de mi rama materna, hombres y mujeres de la clase trabajadora ateniense, amables y hospitalarios, que no hablaban una sola palabra de castellano ni tenían la menor intención de intentar hablar, al menos, dos palabras en inglés (aunque desde hace poco menos de un siglo, Grecia se sostiene básicamente sobre el turismo y todos hablan inglés). Ellos preferían, como es lógico, hablar griego. Y mi madre, de hecho, también. En su defensa, creo que se puede tener conciencia de lo agotador del trabajo del traductor si uno prueba convertir a otro idioma todo lo que se ve y se escucha durante todo el día. Hay que hacerse la idea. Lo primero que uno encuentra al llegar a Grecia es del estilo: καλωσόρισμα.

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