El hombre de los trenes

Sebastián Robles
Chicas
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3 min readJul 12, 2018

Hace muchos años trabajé en una editorial que se disolvió después de la crisis de 2001. Una vez la editora me mandó a la casa de uno de los correctores que habitualmente trabajaban con ella para que lo ayudara con una novela de Elena Garro que querían reeditar. El tipo se llamaba Rosales y vivía en Floresta. Me tomé el premetro por primera y única vez en mi vida. Rosales vivía en un caserón antiguo que parecía embrujado. Había un jardín en el frente con el pasto en desorden y un lavarropas oxidado y viejo tirado de costado, con las plantas crecidas encima. Tuve que gritar porque no andaba el timbre. Después de diez o quince minutos Rosales me hizo pasar. Vivía solo. Era un tipo flaco, alto y con barba. Fumaba Parisiennes.

-Se rompió la luz -me dijo mientras pasábamos por el living de la casa.

Estábamos a oscuras. Por todas partes había libros apilados. Miré la tapa de uno: era un horario de trenes de 1930. Más tarde Rosales me contó que era historiador ferroviario. Todos los fines de semana salía a recorrer el conurbano el tren. No le interesaba otra cosa que el trazado de las vías y a lo sumo las estaciones. Aunque no se lo pregunté, estoy seguro de que iba solo a todas partes.

-¿Sos de Ballester? -dijo- ¿Me conseguís un horario del Mitre? Tengo uno pero está desactualizado, necesito tener todas las ediciones.

Nos acomodamos en una especie de oficina, iluminados por dos soles de noche. Pensé que si volaba una chispa, con todo el papel que había, nos incendiábamos en seguida. El techo se venía abajo. Afuera llovía fuerte. Yo leía la primera edición de la novela de Elena Garro en voz alta y él comparaba y corregía las pruebas de galera. Le pedí permiso para ir al baño.

¿Tenés que hacer fino o grueso? -me preguntó y sin darme tiempo a responder, por las dudas, me mandó al patio del fondo a buscar una palangana con agua de lluvia porque no andaba la descarga del inodoro.
Del libro sólo recuerdo que nos aburrió bastante. Rosales comentó que era autobiográfico y que los dos personajes masculinos eran Bioy Casares y Octavio Paz. Garro, dijo, era de esas escritoras que consideran que sus historias de amor son muy importantes, que las definen de alguna manera.

Lo reeditan ahora por la muerte de Bioy -suspiró.

Me despidió en la puerta de su casa. Era de noche.

-Acordate del horario del tren -me dijo.

Le respondí que sí, claro, pero no nos volvimos a ver.

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