Feria del libro

Sebastián Napolitano
Chicas
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4 min readMay 20, 2022

En la Feria del libro, pensando que había encontrado un cajero, me encuentro con una actividad del Banco Provincia, una charla. Por alguna razón me siento a escuchar. Sobre una tarima, una entrevistadora con un micrófono dice que a continuación va a hacer pasar a unos empleados del banco “relacionados con la literatura”. Todos, dice la mujer, hacemos catarsis escribiendo o contando algo que nos pasó. De pronto dice una frase que termina con “la hoja en blanco”.

Después de decir otras obviedades invita al escenario a los escritores del banco. Primero llama a Sandra, una chica bajita que está sentada en primera fila. Sandra toma el micrófono. Ante la pregunta, cuenta que es empleada del banco. Según cuenta, trabaja en esa institución desde hace diez años, en el sector de tesorería. Soy hipoacúsica, dice. Explica que las instituciones públicas tienen un cupo para personas discapacitadas y que ella recibió este beneficio. La mayoría de las personas que escriben son personas que leen mucho, dice Sandra. Cuenta que hizo un taller literario con una autora reconocida, al que empezó a ir hace, más o menos, trece años. Lo importante es que primero te guste a vos, dice, hablando de las expectativas de un lector hipotético. También cuenta que le gusta escribir de todo:

–En el taller probé de todo. Más que nada cuentos cortos. Microrrelatos, más específicamente. El cuento es como un instante y el microrrelato es… un microsegundo.

–Es todo emoción –dice la entrevistadora.

–Es todo emoción –repite Sandra.

La entrevistadora le pide que muestre algo de lo que escribe y Sandra lee un relato que habla de una hija y su madre. La madre de la narradora tiene dificultades con una máquina de coser. De pronto unas personas que usan chombas del Banco Provincia nos traen lo que ellos llaman “una vianda”.

–¿Querés una vianda? –me dice uno de ellos.

Adentro de un táper de plástico hay un sánguche de miga, un alfajor de maizena y una medialuna.

Después de leer, Sandra dice que “nació oyente”, que a los ocho años, por una rara enfermedad, perdió la audición y que hace cuatro años se puso un implante coclear. No sé hablar lenguaje de señas, le cuenta a la entrevistadora que le pregunta sobre el tema. La entrevistadora quiere brindar con unos vasos negros apoyados sobre una mesa ratona. Pero el brindis no ocurre. Después obliga a Sandra a sacar un diploma de una bolsa. Sandra se para de la silla en la que estaba sentada y muestra el diploma.

Enseguida pasa otro lector, después de ser presentado brevemente. Es otro empleado. Lo primero que hace es agradecer al banco. Tiene una voz muy aguda, casi cómica. Trabaja, dice, cerca de donde trabaja Sandra, en algo relacionado con operaciones, pero no llego a escuchar qué tipo de operaciones. Se llama Luis. Ahora le entiendo mejor: dice que hace soporte de las sucursales, de la base de clientes del banco. Es bajito, narigón, usa anteojos y un buzo azul gastado, con una capucha de la que salen dos cordones que le cuelgan adelante. Cuenta que su amor por la literatura empezó en la feria del libro. A medida que fue creciendo venía todos los años a la feria del libro con sus padres y compraba libros, muchos libros, dice. Empezó a escribir en la adolescencia. Abrió un blog en el que escribía sobre todo, dice. Sobre la sociedad, sobre el deporte. A los quince años hizo un curso de periodismo. Dice que lo último que escribió es una “novela juvenil” que se llama Aquello que nombras. Le gusta, según cuenta, escribir sobre las relaciones humanas con “algún matiz turístico”. Después dice con su voz aguda:

–Tenía una historia y quería contarla y fue una especie de declaración de principios.

El escenario de su novela es Madrid, ciudad que Luis dice no conocer. Aclara que para escribirla tuvo que hacer una larga investigación, supongo que sobre la ciudad. La entrevistadora habla en su tono engolado y repetitivo.

–Pongo el foco en los desamores –dice Luis. Lo que pasa es que el hecho de estar feliz exige más imaginación. En un momento no tan bueno es el mejor momento para empezar a escribir.

Cuando empieza a leer su voz cambia. Se vuelve más grave y parece que fuera otra persona. La novela juvenil tiene expresiones como “frondosos árboles” o “el sol se estaba por despedir de la jornada”. Lee “banca”, “farola”. “¡Oye!”, dice la línea de diálogo de un personaje que llama a otro. Sigue leyendo pero entre el murmullo de la feria y la extraña sintaxis la escena se vuelve confusa. De pronto alcanzo a oír que un personaje dice: “Alienado por la negación preguntó, ¿por qué?”. Creo entender que se trata de una escena de ruptura. Un hombre y una mujer conversan en un tono melodramático. Pero se habla también de una persecución. Es extraño el relato, parece escrito por un tarado, aunque podría tratarse de una parodia muy calculada. Antes de que Luis termine de leer me canso y salgo a buscar un cajero para sacar plata.

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