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Mi equilibrio espiritual

“Hoy es un día muy especial — ¿Por qué? — Porque en la mañana le saqué las rueditas chicas a mi bicicleta…”

Ariela Muñoz
Concepción con pedales
3 min readNov 22, 2013

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La mañana del domingo 10 de noviembre ya no será una mañana cualquiera para los niños que asistieron a esta actividad de la ONG Más Cleta. Y es que muchos pequeños disfrutaron la sensación que relata Freddy Turbina en la canción del primer disco de 31 Minutos.

Cerca de las once de la mañana se acercaba una cicletada que no pasaba el metro veinte. Animosos se instalaron en el estacionamiento de EmpreUdeC, frente a la Facultad de Ciencias Forestales de la Universidad de Concepción, en donde estacionaron sus pequeñas bicicletas de colores, listas para ser intervenidas por el equipo de Más Cleta. Armaron un pequeño picnic, se aplicaron bloqueador y ¡manos a la obra!

Sacaron pedales y rueditas. Hubo llantos, enojos, pero por sobre todo miedo y una enorme curiosidad por conocer el mundo del equilibrio. Ese mundo que permite pasar a un nivel superior en el que la velocidad aumenta y las curvas pueden ser más cerradas. La libertad estaba cerca.

Por suerte, para los más temerosos, habían payasos pintacaritas y globos entretenidos, de variadas formas y colores, para animar a aquellos que sufrieron el primer acercamiento a la velocidad.

La técnica infalible

El primer paso consistía en caminar en pasos largos sobre la bicicleta sin pedales, que permitiesen al niño conocer su propio equilibrio a través de sus capacidades. Algunos lo lograron de inmediato y para otros, fue un poco más lento. Perseverantes continuaron hasta lograrlo.

La segunda etapa consistió en reinstalar los pedales, pero no las rueditas. Venía la etapa complicada, la etapa en que las caídas se harían presentes y probablemente las rodillas raspadas y las manos sucias. Sin embargo, no había mucho que perder. Era lanzarse o volver atrás.

¡Funcionó!

La primera en conseguirlo fue una niña y su cara de felicidad cuando logró pedalear rápido es indescriptible. Su sonrisa atravesaba el viento que la refrescaba en aquel caluroso domingo de noviembre y sus pies estaban adheridos a los pedales, sus rodillas se flectaban y estiraban sin parar.

Ella fue la primera en conseguir su equilibrio espiritual.

Para algunos tomó más tiempo. No es sencillo dejar atrás la asistencia de las rueditas, el equilibrio asegurado y la protección. Pero había que hacerlo. Enseguida los demás consiguieron lanzarse al mundo de la estabilidad.

Fue una grata mañana, sobre todo para los niños. Aprendieron, se rieron, lloraron y pedalearon sin parar. Una actividad que, sin duda, volverá a repetirse.

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