Integrarse a la causa animal

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4 min readJan 16, 2021

por Gabriela Hernández

Las calles son el trayecto hacia un destino desconocido. Como almas sin rumbo –víctimas del hambre, la sed, las inclemencias del clima y el maltrato– rara vez reciben una mirada de aprobación o una dosis de cariño para alegrarles el día.

Quizás si las personas pensaran dos veces en el sufrimiento al que exponen a sus mascotas cuando recurren a la fácil alternativa de dejarlas en la calle, buscaran otras soluciones antes de abandonarlas a su suerte por “no poder hacerse cargo”.

Para fortuna de muchos, existen seres como Marlene Mora López. Ella desde hace tres años alimenta a varios animalitos cercanos a su vivienda, en el municipio de La Habana Vieja. La motivación surge por el vínculo tan especial que creó con Lucas, su primer perro.

«Llegó a la cuadra en mal estado, sucio y flaco; entonces le brindé los cuidados necesarios hasta que estuvo totalmente sano. No esperaba, sin embargo, que mi hija se apegara tanto a él al punto de querer adoptarlo».

Ya no cuenta con su presencia, pero le está muy agradecida por el tiempo que pasaron juntos. Aunque hasta ahora no puede tener otra mascota en la casa, disfruta hacer su aporte y ayudar a los perritos de la zona.

Su trabajo como defectóloga le ocupa la mayor parte del día; no obstante, siempre encuentra un espacio para sus amigos caninos: «Elaboro los alimentos en la noche. Luego, camino a mi centro laboral, en las mañanas, llevo la ración que les corresponde. ¡Es inmensa la alegría con la que me reciben!

Incluso durante la cuarentena, Vladimir, mi esposo, se ha sumado a la actividad. Vamos juntos, cerca de las siete de la noche y los acompañamos hasta que dejan los platos limpios».

Gestionar la comida no es tarea fácil. Por eso cuenta con la asistencia de su familia, o de lo contrario la consigue por sus medios; situación que se le ha complicado producto de la actual situación epidemiológica del país.

Por otra parte, le reconforta conocer de la existencia de personas, que también se integran a la noble labor: «Hace poco una de las perritas no quería comer. Se mantuvo así varios días. Me preocupé, pues su falta de apetito podía indicar una enfermedad. Tiempo después supe que una vecina ya la alimentaba».

Hércules es uno de los perritos más agradecidos que hemos conocido.

Pues sí, afortunadamente cada vez es mayor el número de personas que se suman a la comunidad animalista. En la misma localidad de Marlene, no solo perros sino también gatos y aves han encontrado en Mirella Hernández Ceballos una protectora.

Con 73 años de edad, atiende a dos perritos. El Niño, como reconoce a uno de ellos, fue rescatado en 2016, durante las recogidas que suele efectuar el Servicio de Control de Zoonosis. Por su parte, Dinky contó con la suerte de ser adoptado, cuando Mirella lo encontró en la calle y decidió llevarlo con ella a su hogar.

Ya jubilada, tiene tal vez más tiempo para dedicar a la causa. Casi todos los días se pasea cerca del Museo de la Revolución y lleva comida para los gaticos que merodean el lugar. Además, en su cuadra ha hecho afinidad con un perro por el que vela constantemente.

«Hércules –así le llamamos los vecinos y yo- vive en un parque cerca de la casa. Cinco años atrás tuvo un accidente, un carro lo atropelló y lo dejó tirado así sin más. Me hice cargo de él. Fue atendido por un veterinario hasta que estuvo sano. Desde entonces anda sin problema como si no le hubiese ocurrido cosa alguna».

Pero el quehacer de Mirella no se detiene ahí. Varias palomas y gorriones, visitan el balcón de su domicilio en espera del pan que suele preparar para alimentarlos.

Ambas, Marlene y Mirella, han incorporado esta bonita labor a su rutina diaria. Los animales callejeros, como los humanos, también sienten, con la diferencia de que los primeros no pueden denunciar cuando son sometidos a maltrato o si tienen hambre, sed, frío, una dolencia.

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Somos una pequeña empresa eco-friendly, ubicada en La Habana, Cuba. Nuestra filosofía se sustenta en el ahorro, el reciclaje y el compromiso con la comunidad.