Andrea Gamarnik: viralizar el conocimiento

Julieta Alcain
Científicas de Acá
7 min readJan 18, 2021
Ilustración: Agustina Lemoine

Una fila de migraciones vacía. Un tramiterío sorprendentemente rápido. La autopista Ricchieri despejada para salir del aeropuerto. Embotellamientos en el sentido contrario. Cuando miles se exiliaban, ella volvía. Era 2001. Era un país en crisis. Era un país en el que la investigación científica no era reconocida. Pero era su país.

Andrea Gamarnik había ganado un concurso por un espacio de investigación en la Fundación Campomar, hoy, Instituto Leloir. Allí montó el primer laboratorio de virología molecular. Allí comenzó su lucha contra el virus del dengue. Allí, junto a su equipo, y décadas después, desarrolló el primer kit serológico nacional para diagnóstico de COVID-19.

Quien se fue de la Argentina con la frase “que los científicos vayan a lavar los platos” resonando en sus oídos regresó para poner su pasión por el conocimiento al servicio de la sociedad. Y así sigue, trabajando y consolidando la ciencia de nuestro país, hasta el día de hoy.

Idas y vueltas

Andrea nació en Lanús, provincia de Buenos Aires. Hija de una actriz y un comerciante, fue la única de su familia en cursar estudios superiores. Se inclinaba por estudiar biología, pero la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires quedaba demasiado lejos de su casa. Finalmente, optó por la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la misma universidad.

Gracias a una beca del Colegio de Farmacéuticos de su ciudad y al apoyo incondicional de su familia pudo hacer la carrera y, tras mucho esfuerzo, se recibió de bioquímica en 1988, con la medalla de oro al mejor promedio.

Durante los siguientes cinco años se dedicó a investigar la bioquímica de las plantas para obtener su doctorado. Se trataba de un momento muy complicado para la ciencia del país. Las personas que se dedicaban a la investigación cobraban muy poco; quienes tenían becas, aún menos, y ascender en el escalafón se iba volviendo cada vez más complicado (de hecho, más tarde, se volvió imposible). Con el objetivo de formarse en biología molecular y explorar nuevas áreas de investigación, Andrea aceptó un ofrecimiento para hacer una estadía en Estados Unidos. En 1994 llegó a la Universidad de California, en donde se dedicó a investigar el virus de la poliomielitis. Fue allí donde despertó su pasión por la virología, campo en el que nunca había trabajado antes, pero que ya nunca abandonaría.

Más tarde, trabajó para una empresa de biotecnología, participando en el desarrollo de ensayos para los virus de la hepatitis B y C y el VIH. Ese puesto le permitió comprarse una casa en la Argentina, lugar al que siempre había querido volver. Por eso, cuando surgió la posibilidad de regresar, ni siquiera las turbulencias sociales, políticas y económicas la hicieron dudar.

Hacia finales de 2001 volvió al país. Después de todo, una vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida.

Que no se viralice

El dengue es una enfermedad producida por un virus que se transmite por la picadura del mosquito Aedes aegypti. Pese a ser endémica y preocupante en la región, no era muy conocida por el público a comienzos de la década de 2000, cuando desde su flamante laboratorio Andrea se abocó a investigarlo. Desde ese momento, y junto a su equipo, intenta entender los mecanismos mediante los cuales este virus se replica, se multiplica e infecta a los seres humanos. “Nos dedicamos a entender el virus, a desmenuzarlo”, explicó en más de una entrevista.

Cuando el virus del dengue infecta a una persona, debe multiplicarse y eso es lo que causa enfermedad. Desentrañar cómo se amplifica el material genético, es decir, cómo hace el virus para producir miles de copias de sí mismo durante una infección, fue el descubrimiento más grande que hicieron Andrea y su equipo. Un descubrimiento novedoso y revolucionario, que explica la replicación no solo del dengue, sino de más de cien virus relacionados, como el Zika o el virus de la fiebre amarilla, entre otros.

La infección con dengue da lugar a una población de virus en el organismo. Al comparar la que hay en un humano y la que hay en un mosquito, se ve que esas poblaciones son distintas. “Eso lo descubrimos en nuestro laboratorio”, nos contó Andrea. “No se sabía, y fue sorprendente”. Estas diferencias se originan porque el virus tiene que adaptarse a distintos organismos y debe poder pasar en forma cíclica de uno a otro. “Por ejemplo, los humanos y los mosquitos tienen distintos sistemas de defensa antiviral que el virus debe contrarrestar. También está el factor de la temperatura: el cuerpo de un mosquito está siempre a temperatura ambiente, mientras que el del humano se mantiene a 37º C”.

En el laboratorio estudian cómo hace el virus para funcionar eficientemente en humanos y en mosquitos. “Estos trabajos nos enseñan sobre los mecanismos que usan los virus para saltar de una especie a otra, y nos ayudan a entender cómo surgen virus que no conocemos; por ejemplo, de ambientes selváticos. Es una pregunta más amplia, no solo para el dengue”. Justamente, las investigaciones que lidera Andrea abren la puerta a entender cómo funcionan otros virus zoonóticos, es decir que pasan a los humanos desde otra especie animal; ya sean mosquitos, aves, cerdos o murciélagos.

Sus hallazgos le han proporcionado gran renombre nacional e internacional dentro de la comunidad científica, y también muchos premios y galardones. Pero, además, le han dado algo que no muchas personas han conseguido: el reconocimiento de la sociedad.

Ilustración: Agustina Lemoine

Yo soy feminista

Andrea ganó dos veces el premio L’Oreal-Unesco por las Mujeres en la Ciencia, que celebra los avances en ciencia hechos exclusivamente por mujeres. La primera vez, en su edición argentina; la segunda vez, en su edición internacional, seleccionada entre mujeres de toda Latinoamérica.

En una entrevista, el periodista y matemático Adrián Paenza le preguntó por qué se necesitaba un premio para la mujer en la ciencia e incluyó su opinión: “Imaginate que hubiese un premio para el hombre en ciencia, se armaría un escándalo fenomenal”. Ella le respondió muy calmadamente: “Vivimos en una sociedad patriarcal machista, donde las mujeres tienen que sortear muchos obstáculos para llegar a ser exitosas en una carrera científica. Este premio permite que hablemos de cuáles son los problemas que tiene la mujer en la ciencia: el 20 o 30% de las personas más reconocidas en investigación son mujeres, el resto son todos hombres. Yo soy feminista, creo en los derechos humanos y creo que este es un derecho que hay que defender”.

Comunidad

“Comunidad” es una buena palabra para definir el impulso y sostén de la carrera de Andrea: su familia, que la apoyó incondicionalmente; su equipo de trabajo en el laboratorio, que funciona también como una gran familia, donde las personas están siempre por encima de los resultados, y su relación con la sociedad, con un gran componente solidario.

Su estilo de liderazgo, según cuenta ella misma, refleja la manera de vivir y de entender la vida que aprendió en el Centro Cultural Peretz, donde pasó largas horas de su juventud practicando deportes.

Esta es la comunidad que convirtió a Andrea Gamarnik en quien es hoy. Una referente mundial en virología: de Lanús al mundo.

Mujeres contra la pandemia

En medio de una crisis global, y en un país donde los recursos escasean, contar con insumos nacionales permite ganar en soberanía e independencia. Por eso, a principios de 2020 y con la COVID-19 recién desembarcada en la Argentina, Andrea redirigió todos los esfuerzos de su laboratorio a investigar el virus SARS-CoV-2, responsable de esta enfermedad. Así, junto a su equipo, logró desarrollar un kit serológico nacional para diagnóstico. Ya llevan repartidos más de un millón de tests con los que se monitorea la infección en personal de salud, personas internadas y barrios vulnerados.

El primero, pero no el único. A este kit le siguieron otros avances relacionados con la lucha contra esta pandemia, y muchos también fueron liderados por mujeres. Por ejemplo, Mariana Viegas coordina el equipo que identificó los genes del SARS-CoV-2 que circuló en la Argentina, Carolina Carrillo dirigió el desarrollo del NeoKit COVID19 para diagnóstico rápido, y Juliana Cassataro y su equipo se pusieron al hombro la enorme tarea de intentar conseguir una vacuna argentina contra el virus.

Este relato forma parte del libro Científicas de Acá que puede comprarse aquí:

Agradecemos a Andrea Gamarnik por leer con atención este manuscrito. Es invaluable para este proyecto contar directamente con la palabra o la revisión de las historias por parte de sus mismas protagonistas o sus allegades.

Científicas de Acá es un proyecto colaborativo y solidario para visibilizar la historia y el trabajo de las mujeres y personas del colectivo LGBTQ+ en la ciencia y la tecnología en la Argentina. Pueden seguirnos en Instagram, Twitter y Facebook, visitar nuestra web, sumar nombres de científicas al listado, conocer más historias, mandarnos un mail o invitarnos a un cafecito para apoyar el proyecto ❤

Referencias

https://www.youtube.com/watch?v=8TiKMCvaAgA

https://www.youtube.com/watch?v=tJnv6JoDa3w

https://www.youtube.com/watch?v=9xdKT2vjuhI

https://www.facebook.com/1449068602008048/posts/1717371025177803/

Nora Bär. “Rebelión en el laboratorio: vidas de mujeres científicas”. Editorial Planeta. 2019.

https://www.argentina.gob.ar/sites/default/files/biv_500_se_24.pdf

https://youtu.be/EyuG4huji18

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Somos Caro Hadad, Juli Elffman, Vale Edelsztein y Juli Alcain. Buscamos visibilizar a mujeres y personas del colectivo trans, travesti y no binario que se dedican a la ciencia y la tecnología en Argentina.

Julieta Alcain
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Written by Julieta Alcain

Soy bióloga, pero no sé qué le pasa a tu potus ni puedo operar a tu gata ni tengo nada que ver con el mar. Comunicadora de la ciencia en entrenamiento.

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