Fran Bubani: ser

Carolina Hadad
Científicas de Acá
8 min readMar 31, 2021

Jugar a las escondidas es un clásico de la infancia. El desafío es hacernos invisibles por un rato para que nadie pueda encontrarnos. Pero cuando esa invisibilización momentánea se convierte en una parte permanente de tu vida, deja de ser un juego para causar mucho dolor.

Lamentablemente, al día de hoy, existen muchas personas que no se sienten seguras como para mostrarse tal cual son en su espacio de trabajo. Por eso, cuando le preguntan, ella siempre aclara que es la primera investigadora visiblemente trans en la carrera de investigación del Conicet. Por eso hoy, 31 de marzo, Día de la Visibilidad Trans, decidimos contar esta historia y hacer visible a Fran para que muches otres también lo sean.

Fran de Castro Bubani es doctora en Ciencias de la Ingeniería, especialista en un área extremadamente masculinizada: la ingeniería mecánica. Es una líder orgullosa, y contar su historia es necesario para mostrar que la investigación científica también es un área que las personas trans pueden y tienen que ocupar.

Fran Bubani junto a su gato Eclipse. Ilustración Agustina Lemoine

Fran nació en Brasil y la ingeniería fue un legado familiar: su abuelo y tres de sus tíos eran ingenieros civiles, mecánicos y electrónicos. Ella también, después de algunas dudas, decidió cursar Ingeniería Mecánica en la Universidad Federal de Minas Gerais. Algo que la entusiasmaba acerca de esta elección era que se trataba de un área generalista que, creía, le permitiría acercarse a campos bien distintos.

Encrucijadas

Mientras cursaba, el futuro profesional que proyectaba Fran era en la industria, tal vez, en temas relacionados con la aeronáutica. Pero, tras una corta experiencia en una empresa, se dio cuenta de que las condiciones de trabajo que tenían sus colegas no eran las que quería para su vida, y decidió buscar otros rumbos.

En ese momento de indefinición, fue clave la figura de Paulo Cetlin, un científico que ella describe como “brillante y un gran ejemplo de profesor”. Cetlin la apoyó a lo largo de toda su carrera. Gracias a su estímulo, Fran se animó a postularse a una beca de iniciación científica del Conselho Nacional de Desenvolvimento Científico e Tecnológico de Brasil –homólogo del Conicet argentino– que le permitió comenzar su carrera como investigadora en 2004. Gracias a esta beca, terminó de confirmar su área de interés dentro de la Ingeniería mecánica: el estudio de la relación entre la estructura y las propiedades de los materiales.

En 2005, luego de recibirse, Fran continuó sus estudios de posgrado en la Universidade Estadual de Campinas (UNICAMP) y obtuvo su maestría con orientación en Materiales tres años después. Dado que allí se encuentra uno de los pocos grandes aceleradores de partículas de Sudamérica, ideal para estudiar el comportamiento de los materiales, continuar su carrera de investigación en esa universidad parecía lo lógico. De hecho, tenía propuestas concretas para hacerlo. Pero Brasil no era un lugar seguro para ella.

Cuestión de vida o muerte

Durante los treinta años que vivió en el país más grande de Sudamérica, Fran perdió la cuenta de la cantidad de veces que la apuntaron con un arma de fuego. Personas muy cercanas a ella fueron asesinadas en hechos de violencia. La gota que rebalsó el vaso fue un día de 2010: estaba en el laboratorio cuando, repentinamente, tuvieron que evacuar la universidad porque había ataques coordinados a la infraestructura pública del Estado. Con mucho miedo, se trasladó lo más rápido posible a su casa y estuvo toda la noche acostada debajo de la cama, tratando de dormir, con el ruido de un tiroteo constante y las ventanas abiertas para evitar la metralla en caso de que ingresara alguna bala perdida. Ese fue su límite: “Me voy de acá, no quiero naturalizar la guerra”.

Fran empezó a buscar opciones y encontró el Instituto Balseiro, en Bariloche, un espacio de avanzada, reconocido internacionalmente por su calidad académica, científica y técnica, y sede de investigaciones relacionadas con sus áreas preferidas. Estudiar en un país con un idioma distinto es un desafío, pero esto no fue un impedimento, sino un incentivo, ya que siempre le gustaron los idiomas. Habla inglés, francés, algo de alemán e italiano, además de portugés y español. En sus ratos libres, está aprendiendo mandarín. Para Fran, aprender un idioma nuevo expande tu propia cosmovisión:

Los límites del lenguaje determinan los límites de tu mundo”.

La noticia más esperada

Tras cuatro años, se recibió de doctora en Ciencias de la Ingeniería. Estaba tan entusiasmada por seguir formando parte del sistema científico argentino que, literalmente, el día después de su defensa de tesis se postuló para el ingreso como investigadora del Conicet. En ese momento parecía casi un sueño lograr un puesto permanente como científica.

Ante la incertidumbre, tuvo que buscar otras alternativas y, por eso, aceptó una beca posdoctoral que la llevó de vuelta a Brasil. Esos dos años en su país natal terminaron por confirmarle que la Argentina era su lugar. No solamente vivía todos los días con miedo, sino que ya estaba pensando en hacer su transición de género y no tenía el apoyo ni el marco legal para poder llevarlo a cabo en una sociedad muy cerrada y con mucha violencia: “Transicionar allí me hubiera costado la carrera y tal vez, incluso, la vida”.

Finalmente, en 2016, Fran recibió una de las noticias más felices de su historia profesional: había ganado un cargo como investigadora asistente del Conicet, en el Centro Atómico Bariloche. No lo dudó ni un instante: se volvió a la Argentina inmediatamente.

Hoy, Fran se dedica a dos líneas de investigación. Por un lado, analiza las aleaciones metálicas con efecto memoria. Se trata de mezclas de metales que tienen la capacidad de recordar una forma geométrica determinada, aun cuando se los somete a altas temperaturas. Este fenómeno tiene aplicaciones médicas, por ejemplo, en algunos stent y, en la industria aeroespacial, en antenas de satélites. El otro tema de su interés son los procesos de deformación plástica severa en aleaciones metálicas, que imponen a un material deformaciones muy importantes, irreversibles, y, por lo tanto, cambian tanto sus microestructuras como sus propiedades y comportamiento. Estos procesos podrían generar materiales nuevos con propiedades mecánicas muy distintas.

Por una lucha visible

En la Argentina, menos de siete de cada cien inscripciones en Ingeniería Mecánica corresponden a mujeres (y en las estadísticas ni siquiera se miden otras identidades de género). Según cuenta Fran, que lo vivió toda su carrera, es un ambiente homofóbico, transfóbico y misógino, en el que la diversidad está completamente invisibilizada: la mayoría de la gente que se aparta de la hetero-cis-normatividad no suele pasarla bien. Muchas personas eligen no exponerse para no sufrir agresiones, y lo mismo ocurrió con ella por mucho tiempo. Ya adulta, con una carrera establecida y viviendo en un país extranjero y con legislación acorde, pudo hacer su transición de género.

Vivir como varón me trajo muchísimos problemas, sufrimiento, insatisfacción y un dolor enorme”, recuerda hoy. En 2012 ya había empezado a considerar una transición de género, pero las dudas estaban a flor de piel. “Con toda mi trayectoria y estando establecida en el sistema científico, tenía muchísimo miedo”. Con un título de grado, maestría, doctorado, posdoctorado, y habiendo ganado su lugar como investigadora permanente en una de las instituciones más prestigiosas del país, el temor de que la transición de género le costara la carrera y el trabajo estaba latente. “En mi ambiente, una transición era inimaginable. Por eso esperé hasta tenerla prácticamente concluida y me presenté con mi nuevo DNI y asesorada legalmente.”

Es que las instituciones científicas y tecnológicas son un reflejo de la sociedad, y no están exentas de sus prejuicios, discriminación y violencias. Cuando Fran se presentó como mujer, fue un shock para muchos: “Mi experiencia con la transición de género es que te cambia absolutamente todo. Modifica todas las relaciones que tenías, te cambia el círculo social, y la gente reacciona de manera distinta a como se relacionaba antes de la transición. Se pierden personas, sí, pero se ganan algunas otras, y esas son las que valen la pena”.

Esto pone de manifiesto que aún falta recorrer mucho camino en términos de inclusión. “Sentirse violentada es una de las razones por las que muchas personas se apartan de sus instituciones de trabajo y se van a investigar a otros países. Hay pérdida de talento en todos los niveles y esto no lo podemos permitir, es un gran perjuicio para el sistema científico y tecnológico nacional”.

El marco legal que brinda la Ley de Identidad de Género fue fundamental para que Fran pudiera hacer su proceso sintiéndose acompañada y cuidada.

“El camino para la inclusión empieza por la educación, sea formándonos en la universidad, en una tecnicatura o con una capacitación. Ese es el primer paso y la mitad del camino: entender que las personas trans podemos ser abogadas, ingenieras, trabajadoras sociales, atletas, artistas, lo que queramos ser. No hay que pedir aceptación a los demás. Hay que exigir que se cumpla la ley”.

“A una persona trans que quiera estudiar Ingeniería le digo: ponete la armadura y ocupá ese lugar. Las personas trans tenemos que ocupar todos los lugares de la sociedad, todos los roles, llenar las carreras de grado y recibirnos. Tenemos que entrar por la puerta delantera. Así que le digo: agarrá la espada que es la Ley de Identidad de Género, que nos defiende, y andá. Andá a estudiar”.

Fran Bubani — Ilustración: Agustina Lemoine

Sobrevivir y revivir

“Las personas trans somos sobrevivientes: de familias que no comprenden y muchas veces nos echan a la calle, de sistemas educativos excluyentes, de trabajos que no aceptan y de discriminación en todos los niveles. Por eso es necesario generar políticas y condiciones para que todas las personas puedan educarse, egresar y seguir, para poder acceder al mercado laboral formal”.

Para su transición, Fran contó con apoyo institucional, local y nacional. El equipo de Diversidad Sexual e Identidades de Género de la Municipalidad de Bariloche estuvo presente en todo el proceso, al igual que Alba Rueda, subsecretaria de Políticas de Diversidad del Ministerio de Mujeres, Género y Diversidad de la Nación.

Fran se contactó, además, con la Asociación de Travestis, Transexuales y Transgéneros de Argentina (ATTTA). “Administrativamente -destaca-, el Conicet se portó muy bien”. Al día siguiente de haber presentado la documentación correspondiente, los sistemas informáticos estaban actualizados con su nombre y su identidad.

Desde su lugar, Fran se suma horas de trabajo para abrir espacios y sueña con, algún día, poder dar oportunidades a las personas trans que se quedan sin hogar.

También forma parte del Grupo de Mujeres, Estudiantes y Trabajadoras del Centro Atómico de Bariloche, y del flamante Grupo de Diversidad del CAB-IB, ámbitos de activismo y de contención para visibilizar las cuestiones relacionadas a género.

“Militamos por algo que debería ser obvio pero que algunas personas no quieren ver, como que no todas las personas en el Instituto son heterosexuales o cis-normativas, o que los chistes homofóbicos no corresponden en un ambiente laboral”.

Esta historia forma parte del libro Científicas de Acá, que puede adquirirse en:

Fuentes

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Carolina Hadad
Científicas de Acá

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