Hetty Bertoldi de Pomar: caminaré entre las piedras

ValeArvejita
Científicas de Acá
7 min readFeb 12, 2021

Señores directores: Repuesta del impacto que me produjo la información contenida en el suplemento Recorriendo Santa Fe, fascículo Nº24 de ese diario El Litoral, deseo llamar la atención sobre los errores publicados, y pregunto:

1) ¿Desde cuándo el río Bermejo confluye con el río Uruguay?

2) ¿Desde cuándo la provincia de Corrientes limita (río Paraná, intermedio) con Brasil?

La intención ha sido buena, el resultado la desvaloriza.

Hetty tenía 85 años cuando escribió esta carta de lectores, en diciembre de 2009. Esta apasionada geóloga santafesina, una de las primeras de Argentina y que conoció como pocas personas el suelo de nuestro país, no podía dejar pasar semejantes desatinos geográficos.

Hetty nació en Sunchales, una localidad a la vera de las vías del tren que une al puerto de Rosario con el noroeste argentino. Siempre sintió una atracción particular por las ciencias naturales. De hecho, en tercer año de la secundaria se la “llevó” y tuvo que sobreponerse a una enorme culpa por no haber podido aprobar su materia favorita.

Al egresar del Liceo Nacional de Señoritas de Santa Fe decidió mudarse unos cientos de kilómetros para estudiar Geología en la Universidad Nacional de Córdoba. No sabemos muy bien qué motivó su elección de carrera. Quienes la conocieron sugieren que fue quizás la influencia de la educación en el Liceo o la ampliación en las oportunidades para las mujeres en relación a ciertas disciplinas que se dio por aquella época. Cualquiera sea el caso, lo cierto es que, cuando egresó en 1947, Hetty se convirtió en una de las primeras geólogas argentinas.

Al terminar su licenciatura tuvo que tomar una decisión respecto de su futuro profesional: ¿industria o investigación? Hetty eligió seguir en la universidad y hacer su doctorado en Ciencias Naturales con especialización en Mineralogía y Geología. Su nieto, Tomás Pomar, nos cuenta: “se dedicó a la investigación para alejarse del mundo petrolero porque ese sí que era un campo estrictamente masculino”.

Mientras investigaba sobre la Laguna Mar Chiquita, su tema de tesis, se desempeñó en distintos cargos dentro de lo que hoy sería el Ministerio de Producción, Ciencia y Tecnología de Santa Fe. Una vez doctorada, llegaría a ser jefa del Departamento de Geología y Minería de la Dirección de Química Agrícola y Edafología. En años subsiguientes, también trabajaría para otras secretarías y direcciones de la provincia, siempre en relación con su especialidad. Pero su verdadera pasión llegaría de manera inesperada.

Una ventana al pasado

Los fitolitos son una ventana al pasado, un secreto escondido en los suelos que nos cuentan acerca de paisajes que no llegamos a conocer pero que, gracias a ellos, podemos imaginar. Se trata de biomineralizaciones, estructuras microscópicas que producen algunas plantas, como las gramíneas, a lo largo de su vida. Están formadas por calcio o mayormente sílice, el mismo material del que está hecho la arena. En este caso se conocen como silicofitolitos.

Las plantas incorporan el silicio a través del agua que absorben del suelo. En general, se encuentra disuelto en forma de algún ácido y, a medida que recorre la planta, se va depositando como óxido de silicio, principalmente en los espacios que hay entre las células del tejido epidérmico de hojas, tallos y raíces, rodeándolas y tomando su forma. Una vez muerta la planta, aún miles y millones de años más tarde, las estructuras perduran. Por eso, su análisis es clave en la paleo y arqueobotánica.

Los fitolitos pueden remontarnos a épocas en las que cauces hoy secos rebosaban de agua, darnos información sobre la dieta, las técnicas agrícolas y el uso ceremonial de plantas de los antiguos pobladores y hasta mostrarnos cómo era el mundo cuando los seres humanos no existíamos y lo habitaban las grandes bestias. Las evidencias de diversidad de gramíneas más antiguas son del Cretácico Tardío y lo sabemos gracias a fitolitos que se encontraron en coprolitos (a.k.a. caca fosilizada) de dinosaurios saurópodos.

En la década de 1950, mientras trabajaba en la Dirección de Química Agrícola y Edafología, Hetty conoció a Joaquín Frenguelli, un médico y naturalista italiano que se había radicado en Santa Fe en 1911. Fue él quien le presentó aquello que se convertiría en su objeto de estudio y por lo que ganaría renombre a nivel internacional.

Frenguelli le habló entusiasmado acerca de las “partículas de sílice organizada” que él mismo había reportado años atrás en sedimentos pampeanos. Se había encendido la chispa de la curiosidad en Hetty. Chispa que seguiría creciendo hasta convertirse en un fuego potente que contagiaría a muchas más personas. “De niño me contaba de los silicofitolitos y cómo gracias a ellos era posible demostrar cauces de ríos viejos y hasta qué cosechaban los indígenas de la zona”, rememora Tomás, su nieto.

“La loca de los silicofitolitos”

En 1968, Hetty comenzó a trabajar en el Instituto de Limnología de Santo Tomé, dependiente del CONICET y los sicofitolitos, que ya se habían ganado un lugar en su corazón, también lo hicieron en su mesada de trabajo y se convirtieron en su tema principal de estudio. Un tema al que también le puso el cuerpo.

Tomás recuerda que le contaban como una rareza que “para sus investigaciones, allá por los años 70 o incluso antes, se calzaba esos pantalones de hule de pescadores de río y se metía en cualquier lado a sacar muestras del suelo; seguramente era raro ver a una mujer de su edad ‘meterse’ tanto en todo sentido”.

Hetty hizo enormes contribuciones a la temática entre 1969 y 1983 en conjunto con investigadores nacionales y también con especialistas en el tema a nivel internacional, desde Brasil hasta Japón. En 1975 publicó el que se considera el compendio más importante en la fitolitología argentina: Los silicofitolitos. Sinopsis de su conocimiento.

Esteban Passeggi, quien fue su becario, y Alejandro Zucol, quien continúa su investigación en la temática, cuentan que ella misma solía relatar que al llegar a las reuniones científicas la gente la recibía al grito de: “¡Ahí viene la loca de los silicofitolitos!”. Inmediatamente Hetty agregaba, imaginamos que con cierto orgullo, “pero todos aprendieron lo que era un silicofitolito”.

Por una ciencia federal

Hetty Bertoldi de Pomar, además de su carrera increíblemente prolífica y de ser pionera en sus investigaciones, mantuvo una consigna de lucha constante a lo largo de su vida: la importancia de la federalización de la ciencia. “A esa cuestión se podría decir que le puso pecho y militancia”, sostiene Tomás, su nieto.

Reivindicaba la importancia de organismos técnicos provinciales y trabajaba con el objetivo de que los y las estudiantes que egresaban se quedaran en la provincia y no tuvieran que migrar a Buenos Aires en busca de dinero y espacio para poder desarrollarse profesionalmente.

No llama la atención, entonces, que en 1960 haya sido una de las fundadoras de la Asociación de Ciencias Naturales del Litoral, institución que buscó promover el estudio de las ciencias naturales y la conservación del patrimonio natural del litoral terrestre de nuestro país.

Allí se desempeñó en distintas posiciones hasta que, en 1974, fue elegida presidenta, cargo que ejerció por más de dos décadas, hasta 1997. Luego, sería nombrada presidenta honoraria. ​

Perpetuar el legado

Passeggi y Zucol relatan también que “un rasgo que siempre distinguió a Hetty fue su pasión y su generosidad desinteresada por transmitir sus conocimientos”. Esta pasión fue la que la llevó a ejercer la docencia: se desempeñó como profesora durante más de quince años en materias de Geología, Mineralogía y Petrología (el estudio de las rocas) en la Universidad Nacional del Litoral.

En 1962, junto con el Dr. Antonio Pocoví, notó que había pocas personas especialistas en estudios del suelo y esto los impulsó a presentar un proyecto para la creación de la Escuela Superior de Edafología, la disciplina que, justamente, estudia la composición y naturaleza del suelo en su relación con las plantas.

Recién de adulto, al enterarme de que existe algo llamado edafología, pude comprender por qué las plantas del patio de mi abuela tenían esa apariencia impresionante. No era ‘mano verde’ sino ‘neuronas afiladas’”, recuerda Tomás y agrega “El patio, además, tenía piedras raras por todos lados. Eran cosas fosilizadas”.

En 1964 se creó, finalmente, la Escuela Técnica de Suelos que, en 1967, pasó a ser la Facultad de Edafología de la Universidad Católica de Santa Fe, única de la especialidad en toda Sudamérica. Hetty fue profesora allí hasta 1971.

Trece años más tarde, Hetty se retiraría como investigadora independiente del CONICET, aunque ninguna jubilación frenaría el deseo de perpetuar su legado: siguió participando en toda actividad que involucrara a sus adorados sicofitolitos. Fue parte de la organización del Primer Encuentro Argentino de Investigaciones Fitolíticas en 1999 y presidenta honoraria de los subsiguientes encuentros en Mar del Plata y en Tafí del Valle.

Passeggi y Zucol comentan que, ya jubilada, cada vez que podía desplegaba “sus carpetas con dibujos y fotografías hasta en la mesa de su comedor, donde junto con Don Pomar, su esposo, transcurrían largas charlas entre fitolitos y lectura de poemas, propios inclusive”.

Hetty murió a los 96 años en junio de 2020. Su legado permanecerá vivo mientras sigamos contando su historia y sus amados sicofitolitos seguirán guardando secretos, por miles de años, incluso cuando este presente se vuelva un pasado lejano.

Agradecemos a Tomás Pomar, el nieto de Hetty, por compartir sus anécdotas y a su familia por la lectura atenta. Muchos retazos de la vida cotidiana de esta científica quedaron afuera por cuestiones de espacio, pero nos ayudaron a conocerla y, esperamos, a poder transmitir en estas líneas quién fue y cómo vivió.

Este relato forma parte del libro Científicas de Acá que puede comprarse aquí:

Fuentes

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