Rebeca Cherep de Guber: los errores están en la cuenta del hacer

Carolina Hadad
Científicas de Acá
9 min readMay 15, 2021

Rebe fue una pionera de la Informática en la Argentina, pero su nombre quedó opacado en el libro de Cálculo que tode estudiante de Análisis I alguna vez tuvo en sus manos (conocido como “el Sadosky” y no como “el Sadosky-Guber”).
Fue parte del equipo que puso en marcha a “Clementina”, pero su enorme labor apenas se conoce por fuera de los pasillos del Instituto del Cálculo.
Fue una de las creadoras de la primera empresa privada argentina orientada al desarrollo de software, pero tuvo que exiliarse durante la cruenta dictadura que comenzó en 1976.
Y fue una de las docentes que renunció a su cargo en la Universidad de Buenos Aires tras el violento episodio de la Noche de los Bastones Largos, pero siguió haciendo ciencia desde otro lugar. Rebe se fue, pero volvió. Gestionó, luchó y lideró.
“Rebe”, es Rebeca Cherep de Guber, una figura emblemática de la ciencia de nuestro país.

“Muchas veces, en nuestro país, pensar fue una audacia”

Rebeca Cherep o “Rebe”, como le decían quienes la conocieron, nació –cuentan– sobre la mesa del conventillo de Avellaneda donde vivía su familia. Tanto su padre como su madre se esforzaron para que estudiara, y así lo hizo. En la primaria, era quien resolvía las cuentas más rápido. En la secundaria tuvo excelentes docente que la inspiraron para que se inscribiera en la carrera de Matemáticas, en la Universidad Nacional de la Plata (UNLP).

Se doctoró en 1949, con solo 23 años. Su tesis en Geometría integral (“El estudio de los invariantes afines asociados de las curvas del espacio y de ciertos elementos geométricos ligados con las mismas de manera afín”) fue la primera dirigida por Luis Santaló, un maestro destacado a nivel internacional en el campo de la Matemática teórica.

Todo indicaba que el futuro de Rebeca podría estar en la universidad, como docente e investigadora. Pero para ella, que estaba más cerca de las ideas de la izquierda socialista que del peronismo, la realidad política argentina se lo hizo imposible: “Cuando me recibí gané un concurso de jefe de Trabajos Prácticos pero, a pesar de que el cargo era atractivo y el decano de entonces me sostuvo cuanto pudo, su ejercicio fue imposible, porque no acepté afiliarme al partido gobernante”.

Durante muchos años se dedicó a dar clases particulares, y creó un instituto en el que enseñó especialmente Análisis matemático a estudiantes de Ingeniería. Esto le permitió identificar cuáles eran los obstáculos, dudas y dificultades con los que se enfrentaban. Tan bien lo hizo que en 1956, un año después de volver a la vida académica como jefa de Trabajos Prácticos en Análisis I, en la Universidad de Buenos Aires (UBA), publicó su paradigmático libro Elementos de Cálculo Diferencial e Integral, que fue editado más de veinte veces y es utilizado, todavía hoy, en muchas universidades del país y en algunas del exterior. Esta publicación fue coescrita con Manuel Sadosky, su amigo y compañero de muchos proyectos por venir.

Rebe, la informática

En 1957, Rolando García asumió como decano en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA y Manuel Sadosky, como vicedecano. Juntos, impulsaron la creación del Instituto del Cálculo, que llegó a ser el centro de la Matemática aplicada del país, y que sigue activo hasta hoy. En 1960, Rebeca aceptó un cargo como secretaria técnica del Instituto. Allí, se desempeñó como jefa de Operaciones, administrando y gestionando los diferentes proyectos de la institución, en la que llegó a coordinar un equipo de setenta personas.

Uno de los primeros proyectos fue la compra de “Clementina”, la primera computadora para investigación científica en América Latina: una gigantesca colección de módulos que contenían más de cinco mil válvulas.

“El primer trabajo que hicimos fue una muestra del censo nacional que llevó media hora de procesamiento. Cuando nos fuimos, tres años después, la computadora procesaba 24 horas, siete días a la semana, por la cantidad de proyectos que realizábamos”, contaba Rebeca en una entrevista, para ilustrar cómo centros de investigación de toda la región, organismos estatales, empresas públicas y privadas hicieron fila para aprovechar la potencia de la “Clementina”.

Golpe a Golpe

La primera vez que vi llorar a mi mamá fue un atardecer de un día que había llegado demasiado temprano a casa. Llamaba a la facultad y nadie la atendía. Cortó, llorando y gritando: ‘¡Entraron! ¡Entraron!’”. Rosana –hoy investigadora en Antropología– tenía 9 años y todavía re

cuerda el momento en que Rebe se enteró de la violenta represión a estudiantes y docentes universitarios ese nefasto y tristemente inolvi dable 29 de julio de 1966.

La Noche de los Bastones Largos fue un punto de quiebre. “Esa noche se reunía el consejo directivo y ya preveíamos que esto se venía. Dos per sonas, Cora Ratto y yo, estábamos en nuestras casas haciendo guar dia para poder reaccionar ante detenciones, o lo que hiciera falta”. Ese mismo fin de semana decidieron cómo proceder. La semana siguiente comenzaron a circular las renuncias de más de mil docentes en la UBA, entre ellas la de Rebeca y prácticamente las de todas las personas que trabajaban en el Instituto del Cálculo.

Tras la renuncia, Rebeca, Manuel y también otros dos socios de la Fa cultad cofundaron Asesores Científico Técnicos, la primera empresa privada argentina orientada al desarrollo de software. La idea era poder continuar algunas de las líneas de investigación del Instituto. Allí tam bién trabajó Cecilia Tuwjasz de Berdichevski, quien había sido compa ñera de escuela primaria de Rebeca. Cecilia fue una pionera en su disci plina y, una de las primeras –si no la primera– programadora argentina.

Rebeca cumplía un rol gerencial en la empresa y, además, se encar gaba de confeccionar todas las propuestas de los trabajos a realizarse, entre ellas un estudio de factibilidad técnica, económica y financiera de un proyecto de prolongación de la avenida 9 de Julio. Ese proyec to consideraba modelos matemáticos de tránsito y estacionamiento, y probablemente haya sido el de mayor envergadura realizado hasta ese momento en América latina. Unos años más tarde, en 1970, vendieron la empresa a sus empleades. Seguiría funcionando hasta 1989.

En 1973, Rebeca dirigió la obra social empresaria APS, estrechamente ligada a la Confederación General Económica (CGE), creada y apoyada por Perón. Sus empleados la recuerdan con mucho cariño y cuentan que, cuando el 24 de marzo de 1976, el mismísimo día del golpe de Estado, el ejército intervino APS y separó a Rebeca de la dirección, la despidieron en el hall central al grito de “¡Rebe, corazón!”. En su partida, dejó una frase inolvidable: Los errores están en la cuenta del hacer”.

Refundaciones

Rosana cuenta que, luego de eso, Rebeca no consiguió trabajo durante un año, y hubo que hacer una colecta para que pudieran exiliarse en Venezuela: “Me avisó el lunes que el viernes viajábamos. Yo lloraba y lloraba, pero nos fuimos”.

En Caracas, Rebeca trabajó como asesora en Fundación Gran Mariscal de Ayacucho, donde llegó a ser después directora del Departamento de Informática, coordinó el Departamento de Matemática de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Central de Venezuela y asesoró a muchas otras entidades.

Cuando volvió al país, participó en los equipos que acompañaron la candidatura de Raúl Alfonsín quien, al asumir la presidencia, potenció la Secretaría de Ciencia y Tecnología, que incluía una Subsecretaría de Informática, cuyo objetivo era impulsar el desarrollo de la disciplina en el país. Manuel Sadosky fue designado secretario y nombró a Rebeca como jefa del Gabinete de asesores y, luego, subsecretaria de Coordinación Operativa.

Sara Rietti, otra de las Científicas de Acá, fue jefa de Gabinete en la mis ma Secretaría. Las personas que allí trabajaron dicen que Rebeca se ocupó personalmente de la creación del Instituto Tecnológico de Chascomús (IN TECH), uno de los principales institutos de Biotecnología del país, que hoy depende de Conicet y de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM).

Conexiones

Rebeca también lideró el proyecto de creación de la Escuela Superior Latinoamericana de Informática (ESLAI) en el Parque Provincial Pereyra Iraola, ubicado entre las ciudades de Buenos Aires y La Plata. La misión de la escuela era formar doctores en Informática que pudieran conectarse en América Latina. Para ingresar, el requisito era estar cursando segundo año de cualquier carrera universitaria y rendir un examen de ingreso con mucho énfasis en temas de matemática y computación. Les estudiantes estaban becades y se dedicaban únicamente a estudiar. Especialistas de gran renombre en todo el mundo dieron clases allí.

Aunque solo estuvo activa durante cuatro años, la ESLAI fue uno de los hitos más importantes de la Computación en Latinoamérica. Fidel López, alumno de la escuela, relata que el proyecto fue desfinanciado con el cambio de gobierno. Funcionó casi un año más, “a pulmón”: sin pagarle a les profesores, sin comida en el comedor, sin becas, con la luz y gas cortados. Sobre esto, Rebeca dijo en una entrevista: “Lamentablemente, un nuevo funcionario, casi por definición, destruye lo que hizo el anterior”.

Rebeca siguió trabajando en políticas públicas hasta sus 80 años. Cuando le preguntaron en una entrevista cómo lograr que les científiques expatriades volvieran a trabajar en el país, destacó la importancia de crear “condiciones de trabajo en un país que impulsa políticas que, para ser realizadas, necesita de científicos o de tecnólogos”.

Rebeca murió en 2020. Y aunque, según dicen, no disfrutaba de los reconocimientos públicos, quisimos homenajearla con este texto. Sin dudas, la ciencia argentina tiene muchísimo que agradecerle a Rebeca Guber.

Crear las condiciones a través de los gobiernos

Rebeca pasó por gestiones de todos los colores políticos siempre con el mismo objetivo: promover el desarrollo científico y tecnológico.

Durante la década de 1990, y pese a que muchos de sus proyectos acababan de ser desmantelados, fue asesora del secretario de Políticas Universitarias del Ministerio de Educación –luego secretario de Ciencia y Técnica–, para intentar dar fondos al sis tema científico. En ese período, diseñó el Programa de Incenti vos a los Docentes Investigadores y condujo el componente de fortalecimiento de las Ciencias Exactas y Naturales e Ingenie rías del Fondo de Mejoramiento de la Calidad Universitaria (FOMEC). Además, participó, con ese mismo equipo, de la creación de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica (ANPCyT), y más tarde fue parte del Directorio.

Empujó la misma causa, también, desde la sociedad civil. En 1996 fue una de las socias fundadoras de la Asociación Grupo de Redes, un centro de estudios sobre ciencia, desarrollo y educación del cual participó por años.

Ya en la década de 2000, integró distintas comisiones orienta das al mejoramiento de la enseñanza de las ciencias naturales. Además de sus múltiples trabajos en gestión, en 2009 Rebeca fue promotora de la creación de la Fundación Sadosky, una or ganización público-privada para favorecer la articulación entre el sistema científico tecnológico y la estructura productiva en el campo de las Tecnologías de la Información y la Comunicación.

Esta historia forma parte del libro Científicas de Acá

Fuentes:

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Carolina Hadad
Científicas de Acá

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