Seductores Fatales

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4 min readJul 24, 2018

En su libro Ética de urgencia el filósofo hispano Fernando Savater se pregunta si son los políticos los que engañan a los ciudadanos o son estos quienes se dejan engañar para luego protestar y arrepentirse de su elección. Para unos, la política es una ciencia o un arte, para los más un negocio redondo.

Javier Niemand en su libro Hitler: La rabia y la ira de una victimización desarrolla un puntual análisis en torno al tema de la política y los políticos contemporáneos, destacando sus mentiras y su retórica plagada de falacias de atinencia que los convierte por la vía del marketing político y del discurso hábilmente manipulado en una suerte de seductores fatales de las masas, de las cuales esperan emerger como los nuevos vengadores y mesías. Leamos de este autor una interesante reflexión:

En la actualidad, hay una creencia de que el lenguaje de los políticos ha de ser un lenguaje de mentirosos, y se da por buena cualquiera mentira de estos, aun sabiendo que lo que están diciendo es un mentira. Se identifica las formas de comunicarse de los políticos con la de los seductores, la imagen y la seducción cuentan más que el contenido de los mensajes. Los políticos ocultan las verdades, y cuentan solo la parte de ellas que encaja con sus intenciones, buscando atacar siempre al contrario como defensa a sus vergüenzas.

Plantea este escritor: “El político actual, además, usa el miedo: si no lo votamos, si no lo elegimos, si no aceptamos lo que él nos dice, las consecuencias para nosotros pueden ser fatales. La utilización de eufemismos, circunloquios o rodeos para decir algo que no se quiere o no se debe denominar directamente es un ejemplo cotidiano de manipulación y mentira que nos sigue a donde quiera que vayamos.” Los malabarismos verbales a los que recurren son increíbles y sorprendentes. Señala Niemand:

Se inventan nuevas palabras, o se manipulan las que ya existen. La amistad pasa a ser utilidad, la igualdad a la mediocridad, la solidaridad a la compasión. La guerra sin cuartel pasa a ser la guerra preventiva, las negociaciones con terroristas pasan a ser proceso de paz; un atentado terrorista pasa a ser un accidente, la crisis económica pasa a ser una recesión… hasta el recreo de los niños se pasa a denominar segmento de ocio.

Cuando desde los medios o en los debates electorales se les emplaza a dar respuestas concretas sobre política exterior, por ejemplo, sacan la carta de la manga y se aferran a que cada país resuelve por sí mismo sus problemas invocando la manida autodeterminación de los pueblos y al serles requerida una respuesta clara y concreta sobre qué piensan hacer en cuanto a la política económica, en verdad es sorprendente contemplar cómo hacen de prestidigitadores verbales, hablando mucho para decir poco o nada. Para ello, las falacias son excelentes auxiliares. Y por supuesto, recurren a fórmulas cuasimágicas y hasta esotéricas para dar respuesta a las expectativas ciudadanas.

De acuerdo al autor consultado, la política se ha deformado en lo que comúnmente se conoce como politiquería, el tal sentido dice: “Los políticos y la política, por consiguiente, hoy en día es oscura, manipuladora, corrupta, mentirosa, autoritaria.” Para respaldar sus argumentos cita a Calvin Coolidge, presidente de los Estados Unidos durante la década de los años 20 en el pasado siglo: “Es difícil para hombres en puestos de alta responsabilidad evitar la enfermedad del autoengaño. Están siempre rodeados de personas que los adoran (…) viven en una atmósfera artificial de adulación y exaltación que tarde o temprano deteriora su buen juicio.”

Niemand desvela situaciones en la política y el liderazgo político que ponen en tela de juicio su ascendencia dentro de una determinada sociedad: “La evasión, los silencios, las maniobras de distracción son los instrumentos más utilizados por los políticos de hoy en día. En las ruedas de prensa no contestan a los periodistas, o si contestan, contestan lo que les viene en gana. Cualquier politicucho de ahora es capaz de hablar lo que quiera sin ningún fondo ni sentido, contestando siempre el mismo discurso sin sentido, venga o no venga a cuento. Y si la contestación no es muy adecuada, se lanza el ataque al enemigo cual argucia maquiavélica (pobre Maquiavelo, que era un inocente al lado de estos políticos) y asunto arreglado, ¡el problema no lo he causado yo, lo ha causado el otro bando!” Consecuencias del divorcio entre la política y la ética.

El autor Nelson Pilosoff, filósofo y empresario uruguayo escribió en la revista Acontecimiento, del Instituto Emmanuel Mounier algo realmente interesante: “El proceso electoral y el gobierno son dos etapas del mismo desarrollo, pero de características distintas. En la etapa electoral predominan las promesas. En el gobierno debe cumplirse con lo prometido.” Y allí radica la base del problema porque dependiendo de los resultados y los cambios poselectorales , el político negociará con quienes dijo no hacerlo nunca, dará concesiones; vendrán entonces las pugnas, las frustraciones, los desengaños, los escaladores, los oportunistas y arribistas que cambian hábilmente de bando. Ya dejará de ser el líder idolatrado y será rechazado. Es su karma, drama y tragedia. Por ello, “sabe que arriesga su credibilidad y su futuro.” De esa forma apelará al engaño como un arma de doble filo. Hay que recordar a Abraham Lincoln: “Se puede engañar a todo el mundo algún tiempo. Se puede engañar a algunos todo el tiempo. Pero no se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo.”

Autor: Diego Márquez Castro. Profesor de la Universidad Mundial (La Paz, México) y ex-profesor de la Universidad Católica Andrés Bello. dmarquezcastro@yahoo.com

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