‘Delitos y faltas’, el lado más reflexivo de Woody Allen

Adrián Viéitez
Cine VAVEL
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3 min readNov 25, 2014

Woody Allen y Martin Landau, reflejos de una conciencia acongojada. || FOTO: epixhd

Cada año, millones de espectadores acuden a su cine más cercano con ganas de grandes dosis de ese humor sutil e hipocondríaco que caracteriza a Woody Allen. Película tras película, el pequeño genio neoyorquino ha ido asentándose en Hollywood creando su pequeño espacio, ganándose sus más aférrimos seguidores. Cualquier amante de la comedia romántica debe tener a Allen como bandera. Sin embargo, él mismo a menudo ha intentado separar su imagen de esa etiqueta, de esa fijación. En 1989 lo llevó a cabo con éxito. ‘Delitos y faltas’ (‘Crimes and Misdemeanors’) fue el nombre propio que revalorizó la carrera de un director que necesitaba ampliar sus horizontes. Asentado en el trono de la comedia con obras de la talla de ‘Annie Hall’, ‘Manhattan’, ‘Hannah y sus hermanas’ o ‘El dormilón’, Allen necesitaba ese empujón que le hiciera explotar como director polivalente. Allen cogió la mano de Martin Landau, un experimentado actor de Brooklyn, y juntos lo consiguieron.

‘Delitos y faltas’ rompe la tradición de la filmografía de Woody Allen. Su premisa no es el análisis de una relación inestable, ni el debate despreocupado entre la amistad o el amor. La seriedad impregna desde el primer minuto esta cinta que sorprende por su trascendencia y profundidad. En ningún momento el filme pierde su estabilidad, la corrección técnica se acompaña de una maravillosa caracterización de los personajes y un azaroso estudio de su perfil moral.

Dos historias transcurren paralelas, cómo no, en Nueva York. Martin Landau es Judah Rosenthal, un oculista sesentón con una gran carga sobre su conciencia. Está casado con Miriam Rosenthal (Claire Bloom), un matrimonio duradero basado en la confianza. Sin embargo, un día Judah traiciona su confianza engañándola con Dolores Paley (Anjelica Huston), una apasionada treintañera que le hace escapar de su rutina. A pesar de ello, cinco años después, se da cuenta del gran error cometido, y buscará reestablecer su paz interior y volver a la vida matrimonial que tenía antes de la llegada de Dolores a su vida. A pesar de todo, ésta se niega a desaparecer y amenaza a Judah con desvelar su secreto a su mujer (recordando al papel de Glenn Close en ‘Atracción fatal’ (‘Fatal Attraction’, 1987). Para resolver esta encrucijada, Judah tomará el camino más fácil y, con la ayuda de su hermano Jack (Jerry Orbach), lleva a cabo un asesinato que recaerá sobre él y fortificará su sentimiento de culpa.

“Yo fui expulsado del colegio por copiar en el examen de Metafísica; miré en el alma del muchacho que se sentaba delante de mí.” — Clifford Stern

Por otro lado, Woody Allen es Clifford Stern, un director de documentales que vive en un matrimonio infeliz. A Cliff le es encargada la realización de un documental sobre el hermano de su esposa, Lester (Alan Alda), acerca del cual tiene una opinión completamente negativa, debido al escandaloso éxito del que disfruta paralelo a su escaso reconocimiento. Por otro lado, aparece en su vida Halley Reed (Mia Farrow), de la cual se enamora perdidamente, lo que le hace recobrar la esperanza de volver a ser plenamente feliz. El desenlace es trágico para Clifford, siendo expulsado por Lester de la dirección del documental, y contemplando como es él quien se hace con el amor de la joven Reed.

Woody Allen nos cuenta en ‘Delitos y faltas’ una historia de resignación, de lucha interior. Ambas historias se cruzan en la escena final, cuando, en una fiesta, Judah y Clifford se encuentran, como desconocidos, para acabar confesándose sus delitos y faltas, siempre hablando en un tono impersonal. Allen pretende mostrar las mayores desavenencias internas de los ciudadanos comunes… Una introspección hacia el interior de esas personas que caminan, día tras día, por la calle, con la mirada perdida y la mente sumergida en problemas que la mayoría desconocemos, que sólo se abren al exterior si forzamos la cerradura.

Woody Allen ejerce de canal para hacer un reflejo de una sociedad demacrada, solitaria, llena de culpa y remordimiento. Un estudio de cómo la felicidad es algo subjetivo llevado a cabo con maestría por un director acostumbrado a ejercer de bufón de las masas. Un acierto. Quizá uno de los mayores de la dilatada carrera del clarinetista de Brooklyn.

Originally published at www.vavel.com, 25–09–2013.

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Adrián Viéitez
Cine VAVEL

Iba a escribir una mierda posmoderna pero me tuve que ir a cagar.