Deberías Estar Viendo: The Handmaid’s Tale

Milagros Rosiello
CINEFILUCHO
Published in
4 min readNov 9, 2018

[Esta nota fue originalmente publicada en: www.facebook.com]

La revolución del nombre de mujer

Quiero empezar contándoles que The Handmaid’s Tale es mi serie favorita de los últimos años, por su complejidad y extraordinaria capacidad de crear ambientes, y sobre todo, por que si estás viendo The Handmaid’s Tale no podés pensar en otra cosa. Con dos temporadas completas y once nominaciones a los Emmy de este año, esta serie protagonizada por nuestra adorada Elizabeth Moss es, sin lugar a dudas, algo que deberías estar viendo.

The Handmaid’s Tale no es sólo una serie feminista, es mucho más que eso. La historia está basada en el libro de Margaret Atwood, una escritora canadiense que se propuso, en 1984, escribir una novela con la consigna de no incluir en ella ningún acontecimiento que no haya sucedido ya en algún momento de la historia, en algún lugar del mundo. La tensión que se acumula, minuto a minuto, en el relato de June -la protagonista-, tiene como trasfondo una idea latente que resuena en nuestras cabezas: Esto alguna vez pasó. En el prólogo de la última edición de su libro, Atwood nombra algunos hechos que marcaron su novela, como las ejecuciones grupales, la historia de la esclavitud y hasta el robo de niños durante la última dictadura en Argentina.

Una que no es de ciencia ficción

The Handmaid’s Tale tiene una genuina habilidad para crear tensión constante a través de sus actuaciones, su arte y su fotografía. La serie retrata una sociedad en un hipotético futuro cercano, donde los índices de natalidad bajan hasta niveles preocupantes en todo el mundo. Dentro de este escenario, un grupo religioso toma el poder luego de una revolución, e instala la República de Gilead. Pero este no es un cuento de ciencia ficción, la serie va mostrando a través de flashbacks cómo se instauró esta República, y de qué manera, de a poco, comenzaron a quitarles a las mujeres y a los grupos minoritarios, su autonomía individual y económica. The Handmaid’s Tale nos demuestra que, como dice la Tía Lydia -profesora y adoctrinadora en este nuevo régimen-, “lo normal es aquello a lo que te acostumbras”.

El nombre propio como revolución

En este futuro aterradoramente cercano, las mujeres son divididas en castas inflexibles: las Esposas, las Marthas, las Tías y, por supuesto, las Criadas. Cada mujer cumple un rol decisivo en el funcionamiento de la República. Las Criadas son las responsables de traer al mundo los hijos de esta nueva nación, es decir, los hijos de los Comandantes que la lideran. Estas castas están diferenciadas por sus uniformes, ya que a cada una se le asigna un color: las Esposas llevan el azul de la pureza; las Criadas, en cambio, el rojo que simboliza la sangre del nacimiento, y también, como aclara Atwood, “…el rojo es más fácil de ver si te da por huir”.

Las mujeres no pueden leer, escribir, tener control del dinero o trabajar fuera de sus casas, se les quita su autonomía y su identidad. Pero la mayor pérdida la sufren las Criadas, ellas pierden su nombre. En los primeros minutos de esta serie, June ingresa a su nuevo hogar: la casa del Comandante Fred Waterford. June está en la República de Gilead, June es una Criada que sirve a la familia Waterford, es por esto que el nuevo nombre de June es Offred. Es decir, “DeFred”.

A estas mujeres de vestidos rojos hasta los tobillos, no les pertenecen sus propios cuerpos, ni sus hijos, ni sus habitaciones, ni sus uniformes. Nada les pertenece excepto sus nombres, ellas deciden guardarlos, decirlos, usarlos o imaginarlos, son sus monedas de cambio, lo que las aferra a una identidad perdida. En esta historia la revolución puede empezar con un nombre de mujer, dicho a escondidas, moviendo los labios debajo de las tocas blancas que ocultan sus caras. “Guardo este nombre como un secreto, como un tesoro que desenterraré algún día”.

Estemos atentos a cómo sigue esta revolución.

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