Como agua para chocolate: recordar sintiendo
[RESEÑA] En 1992, la escritora de la novela recrea una trágica y hermosa historia de amor, plasmando en la palabra sus más profundos secretos, ideas y sueños; unos años más tarde, los ojos de su esposo siembran imágenes, luces y sonidos que dan aún más vida al relato que luego encuentra mis ojos al ver la cinta y que reinterpreto después, al leer la novela.
Por: Marcela Serrano, abogada.
Los recuerdos guardados en la mente y el sabor que aún en el alma tenemos de ciertas películas, suelen estar ligados a momentos, historias, personas o espacios específicos que hacían parte de nuestra vida al verlas.
Nunca olvidaré cuando ví Como Agua para Chocolate (1992) en un momento muy feliz de mi vida, donde después de muchos años de búsqueda afloraba la maternidad y mi sensación de completitud hacía los días muy felices. Tal vez por ello el recuerdo que tengo de la cinta es de frescura, de renovada visión de lo básico, de la importancia de defender el amor a toda costa, de la vital independencia, de sueños realizables y de la innegable conexión entre las emociones y la comida.
Como Agua para Chocolate es originalmente una novela mexicana escrita por Laura Esquivel y publicada en 1989, la cual refleja una historia de amor envuelta en el realismo mágico del México revolucionario de 1910. Llevada a las pantallas de cine en adaptación de Alfonso Arau, esposo de la escritora Esquivel, la película fue ganadora de diversos premios como los Ariel en México (1992), premio de la audiencia en los Festivales de Cine de Guadalajara (1992) y Gramado en Brasil (1993), y premio a la mejor actriz en el Festival de Cine de Tokyo (1992), así como varias nominaciones a importantes premios, como los Goya, Globos de Oro, Spirit y Bafta.
La cinta, ambientada con música folclórica mexicana, condimenta la historia de Tita y Pedro, los personajes centrales de la trama; ellos encarnan un amor profundo, arriesgado y sin límites, que defienden mas allá de lo impensable, a pesar de los cánones sociales de la época, las costumbres machistas, el entorno familiar rígido y la maldicion para Tita de ser la hermana menor, condenada a cuidar a su madre en la vejez.
La trama de la pelicula trascurre en varios escenarios, pero el principal es la cocina de la casa materna de la protagonista; allí transcurren los dias y las noches en medio de preparaciones y recetas que incitan al espectador a replicarlas y que nos recuerdan la gran influencia de la comida sobre las sensaciones de cuerpo y el alma; la importancia de los olores, que evocan la cocina de nuestros abuelos, las hierbas, las especias, los condimentos que nos hacen sentir felices, nostálgicos o tristes, y a los que siempre volveremos, para recordar, sintiendo.
Respecto de las películas basadas en novelas, se dice comúnmente que es mejor leer primero el libro y luego ver la película; en mi caso fue al contrario; vista la película acudí al libro y en cada línea pude recrear perfectamente cada imagen, las caras de los personajes, la ambientación, el imaginario de los olores, los sabores, los sonidos, los utensilios, los cuerpos. El tono de lo antiguo que da la luz sepia de las escenas, me hizo evocar tiempos pasados que todos añoramos.
La cadena de acontecimientos que preceden a mi sensación ahora que redacto esta nota, me hacen agradecer a la cultura por su magia para hacernos volar, sentir, recordar y redescubrirnos: En 1992, la escritora de la novela recrea una trágica y hermosa historia de amor, plasmando en la palabra sus más profundos secretos, ideas y sueños; unos años más tarde, los ojos de su esposo siembran imágenes, luces y sonidos que dan aún más vida al relato que luego encuentra mis ojos al ver la cinta y que reinterpreto después, al leer la novela.
A su vez en la película, los fuertes sentimientos de Tita, impregnados de Amor, dolor, pasión y tristeza, la llevan a preparar los más deliciosos platillos, que generan en los comensales las mismas sensaciones que ella tenía al prepararlos, desencadenando así histerias colectivas de pasión, de felicidad infinita y hasta de profundo llanto; la escritora, el director, las recetas de Tita y mi vision de espectadora y lectora, me recuerdan una vez más la importancia de las causalidades en la vida; nada es casualidad, todos los sucesos ocurren para y por algo, para y por alguien.
