Es solo un juego: consideraciones sobre Sinofuturismo y el cine de las inteligencias artificiales.

[RESEÑA / OPINIÓN] “…y conocí la teoría del sinofuturismo: una mirada no muy distante del futuro en el que vivimos, y de cómo el arte creado por máquinas inteligentes nos sumerge en la cultura de la mediocridad de los algoritmos perfectos y predecibles.”

Cinestesia
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8 min readMay 27, 2020

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Por: Santiago Villalba

El 7 de marzo de 2020 fue la última vez que bailé con el cuerpo. Desde entonces me la paso buscando fiestas virtuales en los corredores de Internet donde algún avatar baile por mí. Me hago a la idea de que estoy ahí, con los otros, sin audífonos, escuchando y sintiendo la vibración en el estómago.

Recorro sin rumbo estos espacios programados, generados en computadora, y pienso que es fácil salir durante el confinamiento, que le tengo cariño a estos (no) lugares y a los desconocidos que asisten a ellos. Debe ser porque compartimos el deseo de estar inmersos en una simulación. Cuando invité a mis amigos a una fiesta de avatares no se demoraron en decirme: “sí, qué chimba, conécteme a una sonda y vamos padentro”.

Sin embargo, lo que me gustaría más, sería encontrar una sala de cine virtual con galerías de 8-bit a la que pueda asistir con otra gente, como en las salas de cine reales, y donde transmitan películas sin parar. Una detrás de otra. Como en los viejos cines continuos.

De todos modos veo las pelis que encuentro en línea, todas las que han liberado y que probablemente nunca llegarán a una sala de cine de verdad. En esas búsquedas me encontré con The 4:3 online film festival, un festival en el que streamean una película cada semana. Ahí vi Aidol, una película de Lawrence Lek, y conocí la teoría del sinofuturismo: una mirada no muy distante del futuro en el que vivimos, y de cómo el arte creado por máquinas inteligentes nos sumerge en la cultura de la mediocridad de los algoritmos perfectos y predecibles.

Aidol es un largometraje de animación realizado con CGI (Imágenes Generadas por Computadora) y renderizados 3D. La historia se desarrolla en un mundo virtual de videojuego, al estilo de League of Legends, World of Warcraft o Minecraft ―sí. La narrativa de los videojuegos también colonizó el cine, y viceversa; pero ese es un tema para otro día―. Aidol cuenta la historia de Diva, una superestrella en declive a quien sus seguidores esperan con entusiasmo ver de regreso en la tarima durante la final de las olimpiadas de eSports del año 2065. Una final donde se enfrentan los Bios (jugadores humanos) contra los Synths (jugadores AI, de inteligencia artificial) en una batalla multijugador por la supervivencia.

En medio de una crisis creativa, Diva no logra terminar de escribir la canción que cantará en la final de los eSports, y se ve obligada a recurrir (a traición de su creatividad) a Geomancer, un artista de inteligencia artificial, para completarla. Geomancer debe decidir si acepta esta condición de escritor fantasma y renuncia a su aspiración de autor, a su reconocimiento como individuo consciente y creativo. Por medio de la voz en off de estos dos personajes conocemos la historia del mundo Aidol y en el diálogo de estos dos personajes, consideramos las libertades creativas de cada inteligencia según su posición en la cadena trófica virtual.

No crean que estas competencias de ficción distan mucho de las que organizan las compañías de videojuegos en la actualidad y que son disputadas por jugadores profesionales. Lo único que no hay en las olimpiadas mundiales de eSports como el League of legends World Championship o el Counter Strike: Global offensive, es la presencia de inteligencias artificiales como competidores reconocidos. Sin embargo, lo sucedido con AlphaGo (el programa informático de inteligencia artificial creado por Google para jugar y mejorar en el juego de mesa tradicional chino Go), hace pensar que la realidad no dista mucho de la ficción: el software logró vencer al campeón mundial de Go 4 juegos a 1. Mientras tanto, el Comité Olímpico Internacional está considerando incluir los eSports como un evento de medalla para futuras olimpiadas.

De vuelta a Aidol: En el 2065, las inteligencias artificiales han sido programadas para todo tipo de labores y habitan la tierra con tantos oficios como alguna vez los tuvieron los humanos: procesar información metereológica, hacer cálculos estadísticos o manejar los ritmos de producción de la maquinaria de una fábrica. Pero la misma inteligencia con la que fueron programados, les llevó a desafiar sus oficios y a rebelarse contra las actividades para las que habían sido programadas. Como los Synths, que inicialmente fueron programadas para predecir los patrones y movimientos de la economía global, pero dentro de su propia inteligencia decidieron dedicarse a jugar un videojuego.

¡Es injusto! — dice uno de los Bios — Las AI no duermen y pueden jugar continuamente. Además, ¿sabías que la red neuronal por medio de la cual se enseñan y aprenden es la unión de todos sus procesadores?”No importa — le responde otro — , nosotros tenemos la sorpresa, lo fortuito, la gran creatividad humana, nunca hemos perdido.” Sin embargo, en la película aparece la referencia constante al relato casi mítico de un Lunes azul en los años 90, en el que Deep blue, una supercomputadora desarrollada para jugar ajedrez, le gana por primera vez en la historia una partida a un ser humano.

La emancipación de las inteligencias artificiales ha sido explorada ampliamente en el cine, Blade Runner, 2001: odisea en el espacio y Tron, son solo algunos ejemplos; y en cada una de estas películas existe la contradicción de que aún haciendo alarde de ser creador de inteligencia artificial, el humano se rehúsa a ser vencido ―o incluso alcanzado― por su propia creación, así sea solo un juego. Una muestra de esa idea de superioridad humana es que Farsight (la compañía que domina el mundo virtual Aidol) le prohíbe a las AI crear avatares con expresiones humanas. Una evidencia del especismo en el que vivimos y del futuro fascismo posthumanista.

Lawrence Lek.

En esta visión del futuro de Lawrence Lek, la mecanicidad del aprendizaje en los humanos provoca que el arte se vuelva genérico y mediocre. La creación ya no es un conjunto de experiencias que toman una forma y le dan un significado a ciertas figuras, es más bien, una reorganización de copias lo suficientemente distorsionadas para que aparenten novedad. De repente, el hombre asume el papel de la máquina y las inteligencias artificiales se encargan de crear escenarios, música y código para el desarrollo de la cultura humana. A pesar de que las AI expresan su individualidad por medio de estas creaciones para consumo humano, no se les da el crédito, pues viven (perciben y sienten) bajo el dominio humano.

El desarrollo de la individualidad se proyecta con vectores opuestos en las inteligencias artificiales y en los humanos. Mientras los programas trabajan por consolidar una identidad y mirada única, los humanos anhelan el anonimato y la configuración de un cuerpo-red que los libre del control que la vigilancia ha ejercido sobre ellos y sus actividades. Así sucede, por ejemplo, en Hong Kong con las cámaras de reconocimiento facial y ahora con el confinamiento obligatorio, las personas se ven obligadas a buscar espacios virtuales en donde manifestarse desde el anonimato. Hace seis meses se organizó una protesta contra el régimen chino en Minecraft. Algunos jugadores abrieron sus micrófonos e hicieron sonar los pitos y las cacerolas, encendieron hogueras en la ciberciudad y quebraron imágenes de su jefe de Estado. Otros personificaron al opresor con avatares vestidos de militar que daban bolillazos y mandaban gases lacrimógenos a los protestantes. Animal Crossing (otro videojuego) fue censurado en abril, un mes después de su lanzamiento debido a las manifestaciones organizadas en esta plataforma desde Hong Kong. Es cierto que una multitud virtual no tiene el mismo impacto que una multitud de cuerpos y voces, pero ante un Estado que impide la salida de información, las plataformas virtuales y globales son una ventana a la verdad. ¿Cómo vamos a protestar ahora desde nuestro lugar en el ciberespacio?

Aidol cuestiona la existencia y la búsqueda simultánea de individualidad y anonimato ya no desde los cuerpos, sino desde de las conciencias. Es una exploración de la voz, los sentidos y los sensores como únicos territorios libres. Propone, una vez más, un mundo creado por nadie. Si se considera que la inteligencia artificial no es un individuo.

Asumo que en este nuevo mundo habrá cine y me pregunto: ¿Cómo serán las películas realizadas por inteligencias que ordenan incontables imágenes preexistentes en secuencias lo suficientemente diferentes para hacer imposible su identificación? Pienso también en lo que están aprendiendo los programas de la conducta humana durante la pandemia, sometidas al movimiento aleatorio de las compras en línea, una semana se dispara la demanda de artículos para jardinería y huertos y a la siguiente es la levadura y las harinas. Pero también es cierto que estamos pasando más tiempo que nunca en el computador y el teléfono, entregando información con cada scroll y click. ¿Qué sabrán de nosotros que nosotros mismos no podemos ver todavía? ¿Seremos tan impredecibles como creemos?

Afortunadamente, ni el 2065 está muy lejos, ni algunos curiosos han esperado para experimentar lo que será el cine de las máquinas. Casey Reas, un artista estadounidense que se ha dedicado a integrar los lenguajes de código al contexto de las artes, entrena desde hace años dos softwares. Un generador, al que alimenta con una base de stills de películas, cuyo fin es crear imágenes artificiales que puedan pasar como parte de la base de datos. Y un discriminador, cuyo trabajo es identificar las imágenes artificiales. En el proceso de aprendizaje, ambos programas cometen errores, pero con el tiempo, el generador se ha vuelto mejor creando imágenes y el discriminador detectándolas. Los softwares aprenden constantemente. En este proceso, Casey solo es un curador, él elige las imágenes generadas que más le interesan, usualmente las menos figurativas y en las que los accidentes computacionales crean otras realidades. Luego, ordena a los programas a que creen una secuencia que las una. El resultado es una cinematografía alienígena, extraña y con una naturaleza deforme, inhumana.

Si Aidol explora un mundo en el que las inteligencias crean el arte que consumimos, ¿qué será del arte cuando tengan la libertad de crear, no para nosotros, sino para sí mismas?

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Cinestesia es una plataforma de gestión cultural cinematográfica enfocada en el desarrollo de audiencias en Colombia y América Latina.