La Arrancada: retrato de una cuba que no es a blanco y negro.

[RESEÑA] Este documental evidencia una política temporizadora en donde la rutina de la vida en cuba se vuelve una serie de hechos cotidianos que, aunque son reproducibles, no son los mismos.

Cinestesia
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4 min readJul 18, 2020

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Por: Valentina Giraldo Sánchez

Presentada en la sección Panorama de la Berlinale del 2019, La Arrancada es la ópera prima del director brasileño Aldemar Matías. El documental nos presenta con una mirada cálida la historia de la atleta cubana Jennifer Rodriguez. La concatenación de escenas se resume en hechos estrictamente sencillos en donde la palabra nos conduce a una narración en la que asistimos a la cotidianidad de una familia cubana promedio. Las conversaciones, el trabajo, la playa, el calor, la revolución, el deporte, los parques Wi-Fi y el ritual. Es Cuba narrada desde la particularidad de la historia de una deportista.

Jennifer es una joven atleta cubana quien luego de una lesión se replantea la idea de si seguir con su vida como deportista. El filme se aleja de una pretensión de visibilidad para redirigirse a lo visual de un hecho, lo visible se vuelve enunciable y una cuba que como espectadores solemos ver en el cine a “blanco y negro”, presente entre una desolada ruina, se vuelve el espacio de narración en donde la figura de la mujer resignifica el valor de un país dentro de una relación dialógica entre una memoria personal y una colectiva. En el largometraje las mujeres cargan con la historia, y el uso de las marcas temporales se refleja en su actuar. Se refleja en Jennifer pintándole el cabello a Marbelis, su mamá. Se refleja en Marbelis fumigando casas de La Habana. Se refleja en las ganas de su hermano, Yesnier, de irse de Cuba. Se trata de un país y de unos personajes en transición.

En la primera escena el entrenador de la protagonista recuerda que en la historia cubana el atleta es visto como un héroe revolucionario. Más adelante, Marbelis le recuerda a su hija que su compromiso con el deporte es un compromiso con la nación. El hecho de que Jennifer no pueda seguir practicando atletismo debido a su lesión física, es evidencia de las tensiones entre revolución y cuerpo que nacen como el horizonte del largometraje. Aunque pareciese pecar de no tener una profundidad narrativa, el género mismo justifica las decisiones del director a la hora de contar la historia, pues el documental es un género que se permite un sinfín de libertades contemplativas. Retrata el tiempo de las cosas, el tiempo de los objetos, el tiempo de las personas, el tiempo de Cuba. Por lo tanto, como público nos resulta apacible sentarnos a la orilla de lo bello a contemplar cómo el tiempo trabaja sobre la vida que es vuelta imagen por medio del cine.

Jean Cocteau precisa que “la cámara filma a la muerte trabajar”, en La Arrancada pareciera que la mirada de la cámara nos situara en un bucle del tiempo en donde la muerte trabaja sobre la vida. Este documental evidencia una política temporizadora en donde la rutina de la vida en cuba se vuelve una serie de hechos cotidianos que, aunque son reproducibles, no son los mismos. A lo largo del largometraje, el ritual espacializa esos fantasmas de la historia cubana y la cotidianidad de sus días. Volver a ver la isla en una imagen siempre es una experiencia diferente, dado que la imagen cuando puede ser repetida, denota la aparición del momento cinematográfico en una primera y última vez. Es un acto espectral. La repetición es fundación y fin. El ver una película es un momento que da paso a la posibilidad de brindar un retorno de esta sencillez a la historia visual del espectador. En la película vemos a Marbelis llevar a su hija a un río en donde rinden tributo a Oshún, la diosa Orisha del río para los Yoruba. Es un acto sencillo y propio. Esta intimidad y cercanía del momento ritual, nos acerca como espectadoras a la sencillez del cine como fragmento de vida. Dicho en otras palabras, el cine funciona como una superficie especular desde la cual nos podemos ver, reflexionar y reconstruir.

Este documental es un volver a ser constante, es la recomposición de una Cuba atemporal en donde la historia convive con la imagen como el cadáver de una experiencia. Entre parques Wi-Fi en donde madres llaman a sus hijos en el exterior, rituales ancestrales, gafas de sol, y la bendición católica que se dan de madre a hija y de hija a madre, La Arrancada nos susurra con una mesura muy bella un momento en donde, de manera simultánea, la transición de sus espacios y de sus personajes ya ha sido y está por ser. Una vida y una sociedad que pareciera estar siempre en el inicio de una carrera de atletismo, en una constante Arrancada.

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