Los Conductos: una cierta vanguardia audiovisual en Colombia.

[OPINIÓN] Hablar de una cierta vanguardia audiovisual resulta peligroso: un sinnúmero de prácticas y de subgéneros componen la constelación de los cines alternativos, independientes, e incluso autóctonos, por fuera o en margen de los sistemas industriales de producción y de distribución.

Cinestesia
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10 min readJun 21, 2020

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Por: Nicolás Cifuentes

La gloria inmarcesible de nuestro país es una ilusión abyecta que ha encontrado maneras poéticas de subsistir a través del cine en los últimos años. La tradición con que la televisión ejerció su hegemonía durante las generaciones pasadas ha encontrado fin. Nuevos puntos de encuentro coexisten en las dinámicas contemporáneas de comunicación audiovisual. Como consecuencia, narrativas novedosas y autores prolíficos han surgido en el panorama de cine Colombiano.

Hablar de una cierta vanguardia audiovisual resulta peligroso: un sinnúmero de prácticas y de subgéneros componen la constelación de los cines alternativos, independientes, e incluso autóctonos, por fuera o en margen de los sistemas industriales de producción y de distribución. El punto común, más allá de una estética homogénea y dominante, es la reivindicación que cada una de estas obras hace de la libertad de crear, de producir y de exponer.

El cine es una dislocación de la realidad. Fue lo que me escribió Camilo Restrepo cuando hablamos de su última película Los Conductos. Una obra híbrida y libre de categorías, que cuenta la historia de Pinky, un joven marginal inmiscuido en una organización de bandidos liderada por un hombre que se hace llamar ”El Padre”, un personaje que nunca se vé y que existe únicamente a través de la voz narrativa y omnisciente del personaje.

Camilo Restrepo, ganador del premio a la mejor ópera prima en la edición 2020 del festival internacional de cine de Berlin.

Esta no es sólo la historia de Pinky sino la del hombre detrás del personaje, Luis Felipe Lozano, a quien Camilo conoció en Medellín mientras rodaba Como crece la sombra cuando el sol declina (2014). En 2015 Camilo volvió a Medellín, y al ver a Luis Felipe sin trabajo lo hizo asistente de su nuevo corto, fué entonces cuando él le contó la historia de la secta dirigida por El Padre. Pinky había logrado escapar en un momento de iluminación. Le dijo a Camilo que su misión en la vida era matarlo, así nadie más caería en su manipulación. Camilo entendió que matar al padre era sólo reivindicar la manipulación. Entonces le dijo a Pinky que no había problema, que él le ayudaría a matar al padre. Pero que lo harían en una película.

Cuando me enteré de la película fue porque Camilo necesitaba hacer la voz de Pinky. Fui a su apartamento detrás del Père-Lachaise en París, y me contó que en medio de la postproducción el protagonista no aparecía. Camilo no estaba seguro de si volvería a verlo, y su mayor miedo era que lo hubiesen matado. Camilo estaba buscando una voz que pudiese reemplazarlo. Me sorprendí cuando me pidió leer un poema de Gonzalo Arango que yo conocía desde hace años y del cual me burlaba en la época con mi hermana. Gonzalo Arango dejó textos increíbles (sus correspondencias por ejemplo) pero su poesía nunca fué lo que más me gustó. Lo recitaba burlón y Maria Camila se reía. Fue bello encontrarme de nuevo con el poema en un contexto tan diferente,pues hoy lo veo con más seriedad que gracia. Menos mal que la voz de Pinky quedó al final.

El punto de partida para hacer los conductos era la muerte del padre. Se propusieron narrar no solamente los eventos de la vida de Pinky, sino que además crearon un retrato mental de un joven viviendo al margen social. Sublimaron la histeria, la volvieron historia y la llevaron a una dimensión plástica y poética. No pretendo resumir sus potencias con palabras.

Pinky encuentra sosiego en una narración de trasfondo nadaísta en la que el protagonista se desdobla en universos oníricos y atemporales que terminan con la personificación de Desquite; profeta maldito de un mundo contemporáneo en el cual la sensibilidad parece ser una falencia. En la culata de su pistola lleva tallado la frase “esta es mi vida”. ¿Que tanto dice eso de Colombia? Camilo Restrepo rinde homenaje a “La elegía de desquite” de Gonzalo Arango, y personifica el alter-ego de venganza del poeta antioqueño que en 1958 fundó el movimiento literario que pregonaba en América Latina (como el existencialismo lo estaba haciendo en Europa), por un pensamiento que considera que el ser humano forma la esencia de su vida a través de sus acciones, sin que estas estén predeterminadas por doctrinas teológicas, filosóficas o morales.

Lejos de hacer la apología de la violencia con la que se acostumbraron muchos espectadores a definir el cine Nacional, Camilo se inscribe en una cierta vanguardia del audiovisual en Colombia, entre los que se destacan autores como Laura Huertas, Juan Soto, Felipe Guerrero, Juanita Onzaga, Juan Pablo Polanco y César Jaimes, Lina Rodriguez, Sebastian Múnera, Iván Argote, Sofía Reyes, entre tantos otros que quedan por estudiar. Cabe destacar que varios de estos autores hacen parte de la diáspora cinematográfica Colombiana. Si bien la vanguardia no ha sido del todo acogida en Colombia, a pesar de espacios como el de Intermediaciones en medellín, Cinetoro, Cine autopsia, entre otros, muchos autores han sido reconocidos en el exterior. ¿Acaso las nuevas plataformas con las se consumen imágenes dan privilegio a un cierto formato cinematográfico y quitan espacio a ciertas propuestas audiovisuales auténticas? El público ahora, tiene la responsabilidad de lo que consume. ¿En qué queda el imaginario colectivo popular después del yugo de la telenovela, y de su transcripción en la pantalla grande?

Los conductos es una propuesta que algunos, quizás con necedad, insisten en llamar experimental. Se trata de la afirmación de un estilo que Camilo Restrepo ha venido forjando en sus cortos: Tropic Pocket, La impresión de una guerra, Como crece la sombra cuando el sol declina, La Bouche, y Cilaos. Son obras que hacen de su lenguaje audiovisual una continuidad plástica y un estilo narrativo único y necesario en la cinematografía contemporánea.

Es evidente que Camilo no deja de experimentar con el lenguaje audiovisual, ninguna vanguardia lo hace, es de tener en cuenta su recorrido con la pintura y las artes visuales. Sus trabajos se parecen mucho a una alucinación producida por las drogas, son un desarraigo de los sentidos, tienen un trasfondo de carácter místico. Un sueño, un frenesí, una ilusión, una sombra, una ficción. Es a través de las figuras retóricas que emplea, que estas películas son experiencias profundas que sugieren estados alterados de conciencia.

Como en muchas obras de carácter experimental, el dispositivo funciona por metonimias y permite que los efectos semánticos de las secuencias existan sobretodo en la imaginación del espectador. En algunos casos insinuar o hacer sentir es más eficaz que mostrar. No se busca una emoción psicológica en la película. La propuesta se aleja de la mimesis y de la representación, que obligan al espectador a identificarse con los personajes. La Sinécdoque se

emplea como figura retórica para darle valor, entre otras cosas, al mundo interior de Pinky, pero además nos permite una distancia como espectadores. Nos vuelve activos frente a la pantalla y nos provoca sensaciones diferentes. Los Conductos sugiere violencia pero no la ilustra, la contempla sin señalarla y las consecuencias de esta ocurren generalmente fuera de cuadro. Es por eso que evita pretensiones moralistas y sin embargo genera emoción. La emoción en las películas de Camilo existe, pero nace de la sensualidad con la que se forjan los materiales que componen la imagen.

Algo he aprendido de la corta historia del cine Colombiano: pretender mostrar lo invisible y señalar sin pudor lo visible, puede acabar por banalizarlo. En muchas obras de vanguardia, esto supone un trabajo de sonido complejo. El sonido no es el hermanito menor de la imagen. Estas propuestas alternativas buscan que el sonido entre en disonancia con las imágenes, creando armonías más auténticas y voluptuosas. Se trata de concebir composiciones pensadas en métricas, ritmos y tonos, no simples recursos ilustrativos. El sonido en Los Conductos, que por lo demás, no fue hecho en directo, es una puesta en escena que refuerza la dislocación de la realidad, pues no concilia necesariamente, la incesante fuga del tiempo con la inmutable rigidez del espacio, y sin embargo da cadencia a la narración.

A medida que avanza la película la frontera entre plano de realidad y uno más subjetivo y onírico se superpone, y nos sumerge en una dimensión atemporal que hago propia al estilo de este tremendo Cineasta.

Esta película fue producida entre Colombianos y Franceses, mero parche el que se le unió a Camilo después del éxito en sus cortometrajes. Recuerdo bien, antes de animar un debate junto con Laura Huertas y Juan Soto (en el Panorama de cine colombiano en París), que camilo dijo que conocería el éxito cuando viese pirateadas sus películas en los semáforos de Colombia. Todos nos reímos, me pareció muy acertado viniendo de presentar La Bouche en Cannes. Laura había ganado con Sol Negro en el Fid en Marseille y ese año el ganador en París sería entre otros, Juan Soto con Parábola del retorno.

Esto puede parecer anecdótico pero es muy importante para quien habita ese lugar común que es el cine. Se nos murió Luis Ospina y cuando les pregunté a mis papas si estaban tristes me preguntaron que quién era ese señor. Yo no puedo sino sentirme orgulloso de mis padres. Mi viejo no tenía tiempo de escribir huevonadas, huevonadotas escritas en parís, por Dios. Ellos estaban muy ocupados saliendo de la miseria ¿con cuántos de los suyos querido lector?

Así va cambiando el interés de las generaciones, el malestar en la cultura evoluciona según sus necesidades. A Jairo Pinilla lo vienen a vengar en un documental de unos jóvenes que con ternura y tenacidad nos hablan del fracaso que es el cine en Colombia. Hagan el ejercicio, pregunten ustedes a las generaciones pasadas si se acuerdan del precursor del cine de terror, el man que logró distribuir sus películas con la United Artist, la productora de W.Griffith, la de Douglas Fairbanks, la de chaplin. No se acuerdan, se acuerdan es de Alfonso Lizarazo, no del cine de horror en los 70s. Hace rato que está pasando algo bonito con el Cine Colombiano, ya no se puede asegurar que el cine Colombiano es muy chimbo, como en alguna época se dijo sin miedo a hacer el ridículo. Está pasando mucho más de lo que ha demostrado Ciro Guerra. Una vanguardia de cine Colombiano viene resistiendo con seriedad.

Algo tan bonito como lo que comenta la hija de Víctor Gaviria en su ópera prima, una nueva necesidad de contarse en audiovisual es evidente y necesaria.

Los productores de los Conductos fueron sus fieles Hélène Olive, Martin Bertier, de 5 à 7 en Francia. También produjo Gustavo Beck y André Mielnik, además del apreciado Felipe Guerrero que tiene tremenda trayectoria como montajista, director y productor. ¿Que les pareció Oscuro Animal? Una oda necesaria a las mujeres violentadas en nuestro país. 10 años duró el hombre para poner en escena esta obra. Los cantos de denuncia resuenan entre silencios, entre la jungla, y terminan en gritos que ocurren fuera de cuadro, gritos que vive uno en la sala de proyección. Es de destacar el trabajo de Simón Vélez que hizo de gaffer, ambientador, y se encargó de las construcciones, además de ser coproductor. El director de foto Guillaume Mazloum hace parte del colectivo Lightcone, un grupo de cineastas experimentales de la capital Francesa que supieron resistir la llegada del digital, desde entonces distribuyen cine experimental. En París quedan dos laboratorios colectivos l’Etna y l’abominable, es posible ser parte de la asociación con una formación inicial y una subscripción mensual. Camilo reveló él mismo sus cortometrajes en l’abominable, rodaba entonces con una éclair que varios miembros de la asociación se compartían. Espacios como estos son necesarios en Colombia, lugares donde la experimentación y el cine sean una tarea comunitaria, y donde la técnica sea percibida como una transmisión de resistencia colectiva.

La violencia con la que se ha cultivado nuestra cultura visual necesita un cambio de paradigma. La profecía de Desquite se sigue cumpliendo de manera cotidiana en nuestro país. En La impresión de una guerra, mientras un zoom se acerca de unos retazos de periódicos, Camilo se pregunta “¿Será posible hacerse una idea de la verdadera vida en este país, una idéa alterada, preconcebida, pero quizás una elocuente?” Tal vez como en la filosofía (o al menos en la única que tolero) lo último que haga falta son respuestas. Lo que importa ahora es que una cierta vanguardia nos permita mejorar las preguntas. Nos cultiva la mirada con propuestas y narraciones diferentes, que obligan al espectador a estar activo, a ser parte de la película más allá del entretenimiento. A la pregunta de la impresión de una guerra, mejor callar, mejor responder con actos, en un siglo donde los medios de comunicación divulgan infinitas tonterías, pues el hombre culto ya no se define por lo que sabe sino por lo que ignora. El conócete a ti mismo es poco más que el sueño de una razón cuyos monstruos se vanaglorian con famas y cronopios desprovistos de sentido.

En este principio de era pandémica y tecnócrata, en la cual se mercantilizan, se sobreproducen todo tipo de personalidades, se consumen sin reflexión todo tipo de productos visuales, la tarea no es la de descubrir sino la de rechazar lo que sómos. Pues como dejó escrito el inmortal Gómez Dávila: El hombre no admira sinceramente sino lo inmerecido. Talento, alcurnia, belleza.

Por eso hoy, entre rasguños de tinta, respondo a una invitación amable para conectarnos más allá de las pantallas, pero quiero resistir en ese país sin fronteras que es el Cine, este encierro no se acaba. Y En Colombia junto a la resistencia en la línea negra ¡larga vida a la vanguardia del cine audiovisual!

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