Futurópolis. Entre la tecnoutopía y la ecodistopía, o viceversa

Reseña del ensayo de Fernando Gaja i Díaz

Antonio Moya
Ciudad Poliédrica
6 min readAug 1, 2017

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¿Cómo serán las ciudades de la segunda mitad del siglo XXI? El arquitecto urbanista y urbanólogo Fernando Gaja plantea en su libro “Futurópolis” diferentes escenarios urbanos a los que podrían conducirnos las ciudades actuales, caracterizadas tanto por el enorme potencial de las nuevas tecnologías como por la alarmante escasez de recursos que apunta a una irreversible crisis ecológica mundial.

El punto de partida para este ensayo es el agotamiento del urbanismo de la modernidad que se inició durante la revolución industrial y cuyos preceptos –el progreso lineal permanente y el crecimiento infinito–, ya no solo no son válidos, sino que, como señala Gaja, podrían desembocar en un verdadero “colapso civilizatorio”. Tras un breve resumen de las tres grandes etapas que han configurado nuestras ciudades actuales –la sociedad agraria, la industrial y la de la información–, el autor apunta el tema central de su libro: las utopías y distopías urbanas. Gaja diferencia entre las utopías clásicas, cuyos autores se permitían soñar con ciudades inexistentes concebidas idealmente –desde la República de Platón hasta los falansterios de Charles Fourier– y las utopías más recientes, caracterizadas por la aceptación de las ciudades existentes y centradas, por tanto, en su transformación.

En el libro se resumen las utopías actuales en dos grandes grupos: las Tecnópolis y las Ecópolis, cuyos nombres ya indican los dos extremos entre los que se desarrollarán las ciudades del siglo XXI. En total, el autor anticipa que en el ensayo se van a describir tanto modelos utópicos como distópicos –las Tecnoutopías, las Tecnodistopías, las Ecoutopías y las Ecodistopías–, a partir de los que se extraerán algunas ideas válidas y se plantearán diferentes escenarios realistas y deseables para el futuro urbano. Si bien Gaja hubiera tenido fácil orientar su argumentación hacia un punto medio entre los distintos modelos, él mismo menciona muy pronto la falacia de la equidistancia y deja claro de qué lado de la balanza se encuentra: ya en su presentación, el autor desconfía de las tecnoutopías, a las que califica no solo de inviables, sino de “indeseables”. Por tanto, para el lector resulta evidente muy pronto que en este ensayo no se va a topar con los habituales escenarios futuristas propios de la ciencia ficción ni con una defensa de las conocidas como ciudades inteligentes u otras variantes.

La Tecnópolis es calificada por Gaja como el modelo de ciudad defendido por los grandes poderes mundiales, a quienes interesa ocultar los problemas ecológicos derivados de su implementación. A partir de aquí, el autor pone en cuestión las que son defendidas como grandes virtudes de las tecnologías de la información y la comunicación por parte de los medios de comunicación dominantes, y que determinarían una Tecnópolis utópica: ¿Son las nuevas tecnologías realmente “democratizadoras”? El autor tiene claro que las informaciones alternativas que deberían prosperar en un sistema democrático siguen quedando “aplastadas” por “la avalancha de datos provenientes de las fuentes dominantes del sistema”. Incluso tira de críticas un tanto manidas y simplistas hacia el poder económico, cuyo objetivo parece ser únicamente el máximo beneficio y la permanente acumulación del capital.

Cuando se trata de presentar las dos Ecópolis, Gaja adopta una actitud más blanda. En primer lugar, presenta dos modelos ecodistópicos –el catastrofismo y el catastrofismo light– no como escenarios teóricos, sino como la consecuencia inevitable, si no se pone freno pronto, del consumismo desenfrenado en el que se encuentran inmersas las sociedades actuales. En segundo lugar, la ecoutopía es descrita como un escenario altamente positivo, igualitario, poco dependiente del consumo y en el que se aspira al “buen vivir”.

A continuación, comienza la descripción de los diferentes escenarios utópicos y distópicos. Es ahora cuando Gaja desgrana las distintas propuestas de Tecnoutopías para mostrar su cara oculta como Tecnodistopías: la ciudad informacional, la Smart City, la Everyone City, la ciudad competitiva o la ciudad escaparate –algunos términos son ya habituales en la jerga urbanística contemporánea, mientras que otros son cosecha del autor– corren el riesgo de convertirse en ciudades fragmentadas, excluyentes, depredadoras y asépticas. En definitiva, Gaja no llega a presentar objetivamente las Tecnópolis como utopías en ningún momento –cuya descripción en positivo hubiera resultado muy interesante para entender mejor sus puntos fuertes–, sino que por lo general, los argumentos a favor de ellas son contrastados inmediatamente con críticas que ponen en duda sus posibles beneficios, de modo que al lector le resulta confuso discernir entre utopía y distopía; todos los escenarios de la Tecnópolis, utópicos y distópicos, acaban pareciéndose a una suerte de “Big Brother”. El autor peca incluso de describir escenarios urbanos que ya existen en la actualidad, con tecnologías que ya se están aplicando, y en ese sentido no llega a pronosticar –si bien tampoco es el objeto del ensayo– cómo funcionaría la ciudad tecnológicamente perfecta de finales del siglo XXI.

Por su parte, la Ecópolis se corrobora como la verdadera apuesta de Gaja, aunque nuevamente se echa en falta una descripción objetiva y diferenciada de las ecoutopías y ecodistopías. El autor sí descarta claramente algunos modelos de falsas ecóutopías ideados como “martingalas para salir del atolladero” por parte de los poderes dominantes para dar una respuesta rápida y mediáticamente efectiva a la crisis ecológica: el New Urbanism, las urbanizaciones TOD o el barrio de Sociópolis, en Valencia. Sin embargo, Gaja no llega a describir detalladamente propuestas de Ecópolis alternativas que sí estén sustentadas sobre ideas válidas, sino que cierra el capítulo insistiendo en los valores principales que se desprenden de los modelos ecológicamente deseables, tales como la “equidad social y urbana” y la “integración” de todos los ciudadanos.

Es en la última parte del libro, titulada “la transición a la ciudad post-fósil”, donde se concentran las ideas más prácticas del ensayo: una vez desmentidas las actuales utopías urbanas, es posible desprender de ellas algunos criterios que se traduzcan en políticas urbanas realistas. Partiendo de la certeza de la escasez de recursos en el futuro, Gaja menciona las teorías del decrecimiento, las Shrinking Cities, las Transition Towns, la Cittaslow; todas ellas caracterizadas por una gran “resiliencia urbana”, entendida como “la capacidad de una ciudad para resistir, adaptase y sobreponerse a una amenaza o una situación crítica”. También se mencionan la posibilidad de “desurbanizar” “el acumulado construido en la etapa de la burbuja constructora” o la participación ciudadana como requisito imprescindible para unas ciudades sanas.

El ensayo concluye con las mismas ideas que se habían apuntado desde el principio: el reconocimiento del fin del crecimiento ilimitado producto del desarrollismo y la aceptación de un urbanismo de transformación frente al de expansión. Si la ciudad industrial había dejado atrás los “procesos de crecimiento lento” para entrar en una etapa de constante expansión, las sociedades postinformacionales actuales tal vez deban aceptar de nuevo el crecimiento moderado si quieren garantizar su supervivencia. Además, en todas las hojas de ruta descritas por Gaja como viables o recomendables, parece imprescindible recuperar la senda del “urbanismo redistributivo” a través de la intervención pública para sobreponerse al devenir natural del libre mercado, de naturaleza intrínsecamente desigualitaria.

“Futurópolis” es un ensayo poco ortodoxo consistente en un amplio compendio de ideas y teorías urbanas recientes, que Gaja concentra en un texto sugerente; poco académico, pero muy ameno. El ensayo cuenta con algunas limitaciones, principalmente cierto desorden en la presentación de modelos urbanos y la ausencia de una verdadera diferenciación entre utopías y distopías que permitan al lector entender las lógicas que se esconden detrás de cada propuesta. Sin embargo, esos mismos defectos son a su vez la gran virtud del ensayo, impregnado de gran frescura y espontaneidad, que despierta en el lector un espíritu crítico hacia las sociedades contemporáneas occidentales y le invita a conocer en más profundidad los distintos temas que se plantean. “Futurópolis” es, en definitiva, una excelente puerta de entrada hacia diferentes teorías y propuestas urbanas que sentarán las bases de nuestras ciudades futuras.

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Antonio Moya
Ciudad Poliédrica

Architect & Musicien working for social urban innovation