III Encuentro internacional de educación en arquitectura para la infancia y la juventud

Antonio Moya
Ciudad Poliédrica
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8 min readJan 18, 2016

200 asistentes, 11 ponentes, 5 mesas de trabajo… y un sentimiento compartido

Efectivamente, todos los asistentes al III Encuentro internacional de educación en arquitectura para la infancia y la juventud compartimos el sentimiento de que la evolución hacia mejores ciudades en el futuro depende directamente de la felicidad de nuestros niños en el presente. ¿Es posible un mundo mejor, más amable para los niños y, por extensión –parafraseando a Tonucci–, más amable para todos? La respuesta es rotundamente afirmativa, y en ese aspecto este encuentro ha sido una importante demostración de fuerza: ya son realidad, en muchas partes del mundo, destacados proyectos que están transformando la manera de afrontar la educación de los más pequeños y que invitan a la esperanza en ciudades más humanas.

El encuentro empezó con el listón muy alto, con la ponencia de Jaana Rasanen, una arquitecta de Finlandia, país conocido por todos por su excelente sistema educativo. Vino a ser una muestra de que no es ninguna utopía implantar un modelo educativo en el que los niños crezcan felices, en ambientes de creatividad y además –y gracias a ello– aprendan y terminen su educación muy bien preparados para afrontar la vida adulta y profesional. En Finlandia han conseguido, con paciencia, voluntad y mucho esfuerzo colectivo, construir planes de estudio que incorporan el aprendizaje de las artes, entre ellas la arquitectura, como algo natural y necesario durante la educación básica. Rasanen presentó, entre otros proyectos, ARKKI, una escuela de arquitectura para niños que ya está dando muy buenos resultados.

Desde Rumanía, un país también de Europa, pero con una historia reciente mucho más truculenta que de Finlandia, vino la arquitecta Mina Sava para presentarnos sus libros de arquitectura para niños de-a architectura: un homenaje a Vitruvio, que consta de cinco capítulos a través de los cuales los niños aprenden y entienden la escala y la proporción, el espacio y la materialidad, el lugar, la ciudad, y la sostenibilidad. La finalidad de estos libros consiste en mostrar de manera divertida a los niños la compleja realidad que supone la ciudad adulta a través de talleres que potencian la creatividad individual y en grupo.

El congreso continuó con la intervención de Xosé Manuel Rosales, un entrañable profesor de secundaria gallego impulsor del Proxecto Terra, que ha sido determinante para reinterpretar la educación en la comunidad autónoma de Galicia. La filosofía del Proxecto Terra, presentada excelentemente por el profesor, es clara y sólida; se asienta sobre 10 principios: universalidad, globalidad, integración curricular, generalidad, acogida y permanencia, diversidad, experimentación, interdisciplinariedad, vivencia, interterritorialidad. El resultado de este proyecto han sido unas “cajas de herramientas” repartidas entre colegios e institutos que ayudan a comprender la cultura gallega desde el respeto y el amor por sus valiosos entornos naturales.

El broche de la mañana lo puso Javier Abad, a quien estamos muy agradecidos por haber conocido el “éxito del fracaso” como artista independiente. Como no podía “irle peor”, probó suerte creando arte interactivo para niños. Y menudo logro. Pues qué mejor forma que hacer pedagogía desde el arte, y de conocer las primeras experiencias estéticas en ambientes escolares. Desde tres principios sólidos, a saber, el encuentro, el bienser –o bienestar– y el deseo, Javier Abad no ha parado de proponer obras para que los niños –que son el agua, no las esponjas– experimenten con ellas. La combinación de formas básicas, texturas y muchos colores es un gran estímulo para que estos seres humanos en miniatura se llenen de vivencias. Como dijo Javier Abad: “transformo, luego existo”.

Tras el descanso, nos trasladamos a Italia de la mano de Marta Morelli, una historiadora del arte que ha logrado que niños y adolescentes descubran que la historia puede ser entretenida. Por un lado, nos explicó el proyecto del Raumlabor Berlin, en el que se diseñan y se construyen algunos prototipos arquitectónicos que generan nuevos espacios. Por otro lado, nos contó la manera en la que un grupo de adolescentes se convirtieron en verdaderos expertos de la arquitectura moderna italiana y fueron capaces no solo de memorizar y reproducir, sino de comprender y explicar cuál fue el proceso creativo de algunos arquitectos importantes hasta llegar a diseñar sus obras.

Después de cinco ponentes europeos, el arquitecto colombiano Carlos Naranjo abrió el turno de los profesionales latinoamericanos, que han sido durante este congreso una auténtica fuente de inspiración para todos los asistentes. En un tono serio y filosófico, propio de los teóricos de la arquitectura, repleto de sentencias –tales como “el mundo tiene sentido porque lo construimos cotidianamente”–, Carlos Naranjo habló de la evolución de los sentidos en el ser humano, desde el primigenio descubrimiento del “aquí de mi cuerpo” hasta la percepción de la profundidad. Cada niño, sin saberlo, reproduce durante sus primeros años de vida varios milenios de historia de la humanidad, y es la finalidad de los pedagogos ayudarles a reconocer e interpretar sus sensaciones. Ése es el objetivo del proyecto Lunárquicos, a través del cual los niños colombianos aprenden a ser conscientes de los límites del espacio y su materialidad.

Posteriormente, Angela Uttke explicó a los asistentes su forma de entender la participación en Alemania –con sus virtudes y sus desventajas– y cómo se debe aplicar a proyectos participativos que desemboquen en resultados reconocibles, pues como reconoció, no hay nada más frustrante y desmotivador que participar en algo que no se materialice. En concreto, los niños están dispuestos a participar en proyectos sobre temas que conocen y les estimulan; desde el presente continuo en el que viven, no pueden perder su tiempo en tediosos debates sobre el futuro de la ciudad. En este sentido, Angela Uttke presentó varios proyectos interesantes, como Game it y Hingucker, en los que demostró que la participación de niños y adolescentes puede desembocar en excelentes diseños de los cuales sus autores se sientan orgullosos y responsables.

Como un torbellino, recién llegada de “la ciudad de las prisas”, aterrizó Irene Quintans, que expresó perfectamente el frenesí que supone vivir en una megalópolis como Sao Paulo. Los asistentes que hemos tenido ocasión de conocer alguna de estas hiperciudades latinoamericanas –en mi caso, la Ciudad de México– nos identificamos en seguida con cada frase que decía. Sao Paulo puede parecer, a priori, una ciudad inabordable. Y sin embargo, de vez en cuando, da un respiro a sus habitantes para que experimenten y disfruten de sus enormes espacios públicos. De entre todas las iniciativas que presentó la emprendedora arquitecta Irene Quintans, insistió especialmente en la Red Ocara, un espacio de encuentro para todas aquellas personas que deseen implementar proyectos creativos en cualquier ciudad latinoamericana con la participación de niños y niñas.

El segundo día del encuentro empezó con la emotiva presentación de la costarricense Carolina Pizarro, una arquitecta que entiende y transmite de manera inmejorable los mejores valores de su tierra: la naturaleza, la fruta, los colores, la fraternidad, la calma y, en definitiva, la felicidad. Los niños de Costa Rica tienen la fortuna de que una persona como Carolina dedique tantísimo esfuerzo a desarrollar junto a ellos admirables proyectos, como Arqui-ticos, a través de los cuales se aprende a percibir e interpretar la ciudad, o la genial Ciudad Mondrian, como una forma de acercar a los niños al mundo del arte moderno.

De nuevo, Colombia. Claudia Stella ha investigado sobre cómo perciben los niños el espacio que los rodea, y ha colaborado con diferentes gobiernos en proyectos para hacer llegar la educación básica al mayor número de niños posible. De Cero a Siempre es una estrategia implementada por el gobierno nacional a través del cual prácticamente se duplicó el número de jardines de infancia existentes, en ocasiones a través del arrendamiento de casas particulares readaptadas a su nueva función con pocos recursos. Colombia confirma cómo a través de buenas políticas públicas se puede dar la vuelta a un país entero que antes estaba sumido en los problemas del narcotráfico y la delincuencia callejera. ¿Cómo? Con pedagogía y educación.

El último de los once ponentes fue Miguel Rodríguez, de Basurama, un colectivo que ha sido un importante referente para muchos estudiantes de arquitectura en los últimos años. “La basura son prejuicios”, vino a decir, y en Sao Paulo hay mucha basura. Miguel Rodríguez –cuya presentación completa se puede encontrar en aquí– mostró proyectos increíbles generados a partir de recursos desechados y que han servido para transformar, de manera efímera, algunos espacios urbanos de la ciudad en apariencia inhabitables. Y es que la basura, bien combinada, tiene la virtud de poder atraer al mismo entorno a personas de todos los tipos que de otra forma nunca se hubieran encontrado. Y qué bien se lo pasan los niños con un buen montón de basura transformada con la que jugar en su ciudad.

Para concluir el encuentro, el equipo organizador presentó algunos resultados de las mesas de trabajo desarrolladas durante los días previos, y que dio pie a un breve e intenso debate entre los asistentes. Dejaron patente que hay mucho trabajo por hacer, y que es necesario sumar las fuerzas de todos los profesionales sensibilizados con la importancia de educar a los niños en entornos mucho más creativos que los habituales para conseguir cambios profundos en nuestros sistemas educativos. Por su parte, las experiencias latinoamericanas fueron muy reveladoras: es posible hacer felices a los niños con muy pocos recursos y mucha pasión y fuerza de voluntad. Se demuestren o no científicamente las bondades de todas estas prácticas educativas que conocimos durante el encuentro, todos compartimos la certeza de que la inversión en educación no necesita justificación. Si somos capaces de lograr que nuestros niños crezcan en entornos libres, creativos y agradables que les ayuden a desarrollar su conciencia crítica sobre la realidad que les rodea, tendremos en el futuro, sin duda, ciudades mucho más amables y, por qué no decirlo, más felices.

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Antonio Moya
Ciudad Poliédrica

Architect & Musicien working for social urban innovation