La ciudad de los ricos y la ciudad de los pobres

Reseña del ensayo de Bernardo Secchi

Antonio Moya
Ciudad Poliédrica
5 min readSep 9, 2015

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El ensayo “La ciudad de los ricos y la ciudad de los pobres”, de Bernardo Secchi, se desarrolla alrededor de una tesis principal que el autor denomina “la nueva cuestión urbana”: la desigualdad es el gran problema de nuestro tiempo. La desigualdad social deriva en injusticia espacial, en ciudades fragmentadas física, social y simbólicamente. A través de su libro, Secchi realiza un alegato hacia la búsqueda de ciudades más cohesionadas, plurales y mestizas.

Se trata de un libro breve, pero denso en ideas, estructurado en nueve capítulos, cuyos títulos son lo suficientemente concisos y explícitos como para intuir que Secchi huye de la retórica y de extensas disertaciones que desarrollen sus ideas principales: “economía, sociedad y territorio”, “ricos y pobres”, “un mundo mejor es posible”, “la tradición europea”, etc.

El primer capítulo comienza con la presentación de una imagen un tanto idealizada y bucólica del pasado, pero que sienta un buen precedente para desarrollo del ensayo:

“Durante mucho tiempo, en las culturas occidentales, la ciudad ha sido imaginada como espacio de la integración social y cultural. Lugar seguro, protegido de la violencia de la naturaleza y de los hombres, donde los distintos entraban en contacto entre sí, se conocían, aprendían los unos de los otros y eventualmente se intercambiaban lo mejor de sus propios conocimientos y de la propia cultura, en un proceso de continua hibridación productor de nuevas identidades, de nuevos sujetos y de nuevas ideas.”

Por el contrario, Secchi se lamenta de que la ciudad contemporánea tienda hacia un distanciamiento cada vez más perceptible entre ricos y pobres que está haciendo tambalear las garantías del welfare state. La topografía social cada vez más contrastada está siendo progresivamente asumida por los “imaginarios colectivos e individuales”, como si cada ciudadano de nuestra epoca identificara tácitamente el lugar de la ciudad en el que le corresponde vivir, sin perturbar a otros ciudadanos de condición diferente a la suya.

También afirma Secchi que “cada una de las veces que la estructura de la economía y de la sociedad cambian, la cuestión urbana vuelve al primer plano”. La crisis económica mundial actual se nos presenta como un punto de inflexión en el desarrollo urbano, como ya ocurrió con crisis pasadas, de las que surgieron ciudades distintas en términos espaciales, funcionales, sociales y estéticos. El primer capítulo cierra con una afirmación que resume muy bien el convulso momento actual y que el autor desarrolla en los capítulos siguientes:

“Hoy la nueva cuestión urbana emerge en años de profunda crisis de las economías y las sociedades occidentales, años en que la creciente individualización y desestructuración de la sociedad y un mayor conocimiento de la escasez de los recursos ambientales, unida a demandas crecientes en lo relacionado con la seguridad, la salud y la educación, el progreso tecnológico y el cambio de las reglas de interacción social, construyen imágenes, escenaros, políticas y proyectos que son en parte contradictorios entre sí”.

Tras esta introducción, Secchi profundiza en varias de las ideas anunciadas, con afirmaciones muy rotundas -a través de las que achaca la exclusión social a estrategias políticas muy determinadas-, tales como que “no existen ideas y políticas sin un espacio de referencia, ni espacios o principios espaciales que no correspondan a ideas políticas”; o, en relación a la industria del miedo y el creciente negocio de la seguridad, “igual que la lepra, la peste y la viruela, la pobreza ha estado en el origen del pánico individual y general que ha actuado sobre el imaginario colectivo, y ha dado lugar a diferentes dispositivos de seguridad”.

No menos interesantes son sus elaboradas definiciones de ricos y pobres, en cuya complejidad queda claro que Secchi no busca dibujar una realidad social maniquea, pues son muchos los factores que intervienen en la riqueza y en la pobreza, y por tanto existen grados y matices que cada lector debe saber valorar. Dicho esto, el autor plantea que ricos y pobres se diferencian por cuestiones mucho más profundas que el poder adquisitivo, como pueden ser el capital cultural, la red de relaciones y el contacto con los “poderosos”, la capacidad de acumular y conservar riqueza, el capital espacial, la profesionalidad en la formación, el valor de lo doméstico frente a lo colectivo, etc.

Por otra parte, Secchi rechaza que en ciudades de tradiciones tan extensas como las europeas -auténticos palimpsestos de siglos de historia acumulada-, se adopten políticas importadas de otros lugares bien diferentes como Estados Unidos, en lugar de seguir implementando modelos más “escandinavos” para reducir las desigualdades sociales “a través de la provisión de prestaciones básicas”. Los intentos de regular la complejidad urbana europea a través de políticas de zonificación han roto con el desarrollo orgánico de nuestras ciudades, y han dado lugar a nuevos sectores, totalmente desconectados del contexto urbano al que supuestamente se adscriben, que han propiciado la aparición de la estigmatización social.

En el séptimo capítulo, tras las duras constataciones del contexto actual de los capítulos anteriores, Secchi adopta un tono mucho más optimista -sin llegar a ofrecer medidas muy concretas-, como ya anuncia el propio título: “un mundo mejor es posible”. La ciudad debe volver a ser un lugar que asuma los diferentes “idiorritmos” -la idiorritmia es un concepto propuesto por el filósofo francés Roland Barthes”-, y para lograrlo, “la solución debe confrontarse necesariamente con la historia y la articulación de las mentalidades y del imaginario urbano”; en la ciudad debe haber cabida para las diferencias, los encuentros y el debate, sin llegar a la desconfianza y al conflicto.

A modo de síntesis, en el último capítulo del libro se insiste en la idea central del ensayo:

“En el centro de las diversas dimensiones de esta crisis están las desigualdades: la codicia de los ricos, el progresivo desmantelamiento del Estado de bienestar y la degradación de la calidad de vida de los grupos sociales más pobres.”

Secchi propone para el futuro “un gran plan de equipamientos públicos, de recuperación de los barrios más pobres, de construcción de viviendas” -propuesta esta última bastante discutible-. Casi de pasada, se puede leer una idea para lograr el el “pleno empleo” de nuestras sociedades, a través de “tasas más bajas de actividad y, sobre todo, una estructura diferente del empleo y una relación diferente entre el trabajo y la sociedad”; idea más interesante por la invitación a pensar en una reestructuración profunda del trabajo como renovación de la sociedad que por lo utópico del objetivo.

Los últimos párrafos son alegatos hacia la igualdad social. Secchi reclama “políticas […] que intervengan de una manera difusa para garantizar porosidad, permeabilidad y accesibilidad a la naturaleza y a las personas: a todos, sin distinción”. El futuro pasa necesariamente por el trabajo colectivo y transdisciplinar:

“Los urbanistas, pero también los economistas y sociólogos, volverán a discutir con los geógrafos, botánicos, ingenieros hidráulicos; deberán sumergirse mucho más de lo que lo han hecho en el pasado reciente en el imaginario individual y colectivo. […] Por tanto, será necesario desarrollar más la democracia, que reduzca las desigualdades en el espacio”.

“La ciudad de los ricos y la ciudad de los pobres” es prácticamente un manifiesto por la igualdad social. Se trata de un ensayo recomendable para la estantería de cualquier urbanista joven y comprometido. De alguna forma, las ideas de Bernardo Secchi deben estar siempre presentes en las políticas urbanas, si queremos reorientar la tendencia hacia un mundo más equitativo.

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Antonio Moya
Ciudad Poliédrica

Architect & Musicien working for social urban innovation