Repugnancia y fascinación con Google Glass
por Antonio Ortiz
Tendemos a pensar que no repetiremos la incomprensión y rechazo de nuestros padres hacia tecnologías nuevas y los cambios que producen. Me refiero a prejuicios como que usar un ordenador e internet destruirán la vida social y salir a la calle, que los videojuegos te convierten en un asesino en serie o que leer en digital matará la literatura, la prensa, y no sé cuántas cosas más. Nosotros no seremos así ¿verdad?
Lo pregunto porque tengo mis dudas, uno se va haciendo mayor y va detectando tics. Empiezo a mirar algunas novedades en la chavalada con el ceño fruncido, me preocupan bastante los efectos y usos de la tecnología (y encuentro tremendamente sano el escepticismo crítico frente a las tecno-utopías).
Cada vez estoy más convencido que esa aversión al cambio es, en parte, inevitable, y que hay que tener mucha sensatez para encajarla, separando esa tendencia al conservadurismo de la muy saludable actitud crítica ante nuevas propuestas. Y en estas, llegan cosas como Google Glass.
¿Qué hay de nuevo realmente en las funcionalidades actuales y potenciales de Google Glass que no fuese posible antes? Nada.
Grabar y tirar fotos subiéndolas a algún servidor, reconocer a alguien y obtener información de internet sobre él, disponer de mapas y guiarse por ellos, distraernos con algún vídeo, leer nuevos mensajes en el correo o en las redes sociales… Con un teléfono, tablet u ordenador ya podemos hacer todo eso, y desde hace mucho.