Clásicos del terror

Los Furbantes
Club de lectura
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12 min readJan 24, 2021

Todos los meses en nuestro Club de Lectura elegimos una temática y entre toda la comunidad proponemos libros que se enmarquen en la misma. En Febrero será el turno de la literatura de terror y por eso hemos realizado esta lista con obras recomendadas que por un motivo u otro se han convertido en clásicos.

El castillo de Otranto, de Horace Walpole (1764)

El castillo de otranto, cuenta la historia de Manfredo señor del castillo y su familia, Hipólita su mujer y sus hijos, Matilda y conrado, el día antes de la boda arreglada por su padre con Isabel hija del marques de Vincenzo, Conrado muere aplastado por la caída de un casco desde una torre, casco idéntico al de una estatua de de Alfonso un anterior propietario del castillo, este evento resulta siniestro dado una antigua profecía que afectará al presente propietario.

Frankenstein o El moderno Prometeo, de Mary Shelley (1823)

En el verano de 1816, Lord Byron invita al poeta Percy Bysshe Shelley y a su joven esposa, Mary, a su casa de Suiza. Los días son lluviosos y el anfitrión propone que cada uno escriba un relato de fantasmas. Así surgirá Frankenstein o el moderno Prometeo, publicada en 1818 y considerada la primera novela del género de ciencia ficción. Atrapado en los hielos del Ártico, Victor Frankenstein es rescatado por el capitán Walton. Dedicará sus últimos días a narrarle la trágica historia de sus experimentos en búsqueda del poder de dotar de vida a la materia inerte y cómo el ser que creó se rebelaría contra él

Cuentos de Imaginación y Misterio, de Edgar Allan Poe (c. 1832)

«Los hombres me han llamado loco; pero no está esclarecida la cuestión de si la locura es o no es lo sublime de la inteligencia.»

Edgar Allan Poe llevó a cabo lo que ningún escritor había logrado antes: liberar las terribles imágenes que atesora el subconsciente para dejarlas caminar entre sus páginas. Abanderado de la novela gótica y precursor del relato detectivesco y de la ciencia ficción, sus historias llevan el suspense y el desasosiego hasta una perfección nunca alcanzada y quizá jamás alcanzable de nuevo.

Carmilla, de Joseph Sheridan Le Fanu (1872)

Laura es una joven que vive con su padre y criados en un antiguo castillo en las lejanas tierras de Estiria, en Austria. Su vida da un giro cuando, delante del castillo en el que viven, el carruaje de una dama sufre un accidente, y su hija, que también viajaba en él, queda inconsciente. Ante las prisas de la dama por llegar a su destino, la hija pasa a hospedarse en el castillo hasta que su madre vuelva. Laura y la joven, Carmilla, traban amistad a pesar de que la inquilina muestra un comportamiento extraño: se despierta después de mediodía y se encierra en su cuarto sin dar señales de estar en él.

Drácula, de Bram Stoker (1897)

El abogado Jonathan Harker descubre que, en el castillo del conde Drácula, este se comporta por las noches como un vampiro. Harker sigue a Drácula a Inglaterra, donde el conde busca nuevas víctimas, entre ellas, a Mina, la prometida de Harker. El médico Van Helsing emprende, con un grupo de confidentes, la lucha contra el vampiro. Drácula tiene que huir y es asesinado poco antes de regresar a su castillo.

Otra vuelta de tuerca, de Henry James (1898)

En un anochecer de junio, asomado a las almenas del torreón, un caballero, muy erguido, mira desafiante a una agitada y nerviosa institutriz. Esa figura que, si existe, sólo puede ser la de un fantasma, se recorta con tanta firmeza contra el cielo como un retrato en su marco. ¿Qué puede hacer la institutriz, sola en un aislado caserón, para proteger a sus dos pupilos del lento acoso de los fantasmas? Nos hallamos ante uno de los mejores argumentos de la literatura moderna. Se ha dicho que encierra un aviso de la presencia del Mal más allá de toda imaginación, una refinadísima historia sobre los inconvenientes de la bondad, una metáfora de la escritura. Tal vez las interpretaciones sean infinitas.

El fantásma de la Ópera, de Gaston Leroux (1910)

La obra está inspirada en hechos reales y en la novela Trilby de George du Maurier, y combina elementos de romance, terror, drama, misterio y tragedia. La historia trata sobre un ser misterioso que aterroriza la Ópera de París para atraer la atención de una joven vocalista a la que ama.

El Golem, de Gustav Meyrink (1915)

Desde su publicación en 1915 no ha habido una generación de lectores que no se haya visto cautivada por esta enigmática obra literaria. El Golem, de Gustav Meyrink, tiene su origen en un conjunto de leyendas de la Cábala judía sobre la creación artificial de vida mediante el poder evocador de las letras. El ser artificial de la novela de Meyrink vuelve a la vida cada 33 años y vive en una habitación sin acceso situada en algún lugar del laberíntico ghetto de Praga. El Golem se erige como una figura de doble significado: por una parte representa el lado oscuro del protagonista, Athanasius Pernath; por otra, la conciencia colectiva del barrio judío, que anuncia la guerra y la destrucción. La novela aparece envuelta en una atmósfera onírica y angustiosa, donde se mezclan lo visible y lo invisible, el sueño y la realidad, a través de la cual Pernath se esfuerza por superar las esferas materiales para alcanzar el reino espiritual. El resultado es una obra fascinante –de una confusión caótica, en la que confluyen el ocultismo y la Cábala con fantasías de salvación mesiánica– cuyo final sólo puede sorprender la imaginación del lector.

La Torre de los Siete Jorobados, de Emilio Carrere (1920)

La torre de los siete jorobados, que el propio Carrere había enfocado como folletín de aventuras en el que lo policiaco, lo pseudocientífico y lo sobrenatural se unieran para imitar, con un toque peculiar de humor castizo, a los Leroux, Motta, Le Rouge o La Hire, se alimenta -de forma excéntrica al realismo literario español- de luchas en el medio astral entre voluntades opuestas, de bandas de falsificadores jorobados, de aparecidos y de sabios un poco locos, y hasta de… ¡una ciudad perdida bajo los suelos de Madrid! El lector de esta novela revivirá con ella aquellos días -hoy casi perdidos- de una cierta inocencia literaria y de un más perdido aún sentido de la maravilla.

Arde, bruja, arde, de Abraham Merrit (1933)

La historia, verdaderamente macabra, es una de las mejores de Abraham Merritt, y roza algunos tópicos que luego serían lugares comunes en el cine de terror.Todo comienza con las investigaciones de un doctor, quien sigue la pista de varias muertes misteriosas. Eventualmente se topa con una extraña mujer, una bruja, cuya afición consiste en fabricar muñecas con los cadáveres de sus víctimas.

En las Montañas de la Locura, de Howard Phillip Lovecraft (1936)

En las montañas de la locura es la memoria en primera persona de un geólogo de la Universidad de Miskatonic sobre una reciente expedición dirigida por él al continente antártico y su trágico final. Narra el profesor superviviente cómo se inició la expedición, con aeroplanos y trineos tirados por perros, y cómo en uno de los vuelos de reconocimiento se toparon con una impresionante cordillera, tal vez más elevada que el Himalaya. Un primer grupo llega por tierra a sus estribaciones y acampa al pie de los montes. Las exploraciones de la zona llevan al grupo a descubrir una cueva en cuyo interior encuentran catorce fósiles de una estatura superior a la humana pertenecientes a unos seres totalmente desconocidos para la ciencia: el cuerpo principal del organismo tiene forma de barril, sostenido por una serie de patas, de su extremo superior surge un ramillete de tentáculos y dispone de unas alas membranosas replegadas a ambos costados. Un segundo grupo, con el que viaja el narrador, pierde, tras estas intrigantes informaciones, el contacto por radio con el primero, y se dirigen al lugar en aeroplano. El espectáculo que les espera al llegar es dantesco…

Psicosis, de Robert Bloch (1959)

Era una noche oscura y tormentosa; Mary Craine estaba exhausta, perdida, y al límite de sus fuerzas, ansiosa por darse una ducha caliente y encontrar un lugar donde pasar la noche. Cuando el Motel Bates apareció de pronto entre la tormenta, Mary pensó que era su salvación. Las habitaciones eran viejas y húmedas, pero estaban limpias, y el encargado, Norman Bates, parecía un tipo bastante agradable, aunque un poco raro… Después Mary conoció a la madre de Norman. Y el cuchillo de carnicero. La pesadilla acababa de empezar.

La maldición de Hill House, de Shirley Jackson (1959)

La maldición de Hill House (The Haunting of Hill House, 1959), considerada una de las principales novelas de horror del siglo XX, narra el inquietante experimento de John Montague, doctor en Filosofía y antropólogo, que lleva años entregado al estudio de «las perturbaciones psíquicas» que suelen manifestarse en las «casas encantadas». Infructuosamente ha buscado una casa idónea, cuando un día oye hablar de Hill House, una mansión solitaria y de siniestra reputación. Montague decide alquilarla y busca ayudantes dispuestos a pasar una temporada en ella: Eleanor, una mujer desdichada que, tras once años cuidando a su arisca madre inválida, se ha vuelto una persona solitaria; Theodora, joven alegre y curiosa, seleccionada por su increíble capacidad telepática; y Luke, vividor y mentiroso, incluido en el grupo por exigencia de la propietaria, su tía. El objetivo: tomar notas de cualquier fenómeno paranormal que se presente para documentar el libro sobre casas encantadas que prepara el doctor. Las alucinantes experiencias que vivirán en la casa será mejor que el lector las descubra por sí mismo.

La semilla del Diablo (El bebé de Rosemary), de Ira Lewin (1967)

Rosemary y Guy se van a vivir a un edificio muy peculiar: allí han ocurrido cosas misteriosas e incluso asesinatos. Sus nuevos vecinos de puerta son dos ancianos; Roman parece muy serio y eso a Guy le atrae, y Minnie es entrometida y eso disgusta mucho a Rosemary. Un día ella se queda embarazada y empieza a sentirse mal, enferma. Sus vecinos hacen extraños rituales a los que se suma su marido.

La Condesa Sangrienta, de Valentine Penrose (1970)

Valentine Penrose ha recopilado documentos y relaciones acerca de un personaje real e insólito: la condesa Báthory, asesina de 650 muchachas. Excelente poeta , no ha separado su don poético de su minuciosa erudición. Sin alterar los datos reales penosamente obtenidos, los ha refundido en una suerte de vasto y hermoso poema en prosa. La perversión sexual y la demencia de la condesa Báthory son tan evidentes que Valentine Penrose se desentiende de ellas para concentrarse exclusivamente en la belleza convulsiva del personaje.

El misterio de Salem’s Lot, de Stephen King (1975)

Veinte años atrás, por una apuesta infantil, Ben Mears entró en la casa de los Marsten. Y lo que vio entonces aún puebla sus pesadillas. Ahora, como escritor consagrado vuelve a Salem ́s Lot para exorcisar sus fantasmas. Salem ́s Lot es un pueblo tranquilo y adormilado donde nunca pasa nada, excepto la vieja tragedia de la casa de los Marsten. Y el perro muerto colgado de la verja del cementerio. Y el misterioso hombre que se instaló en la casa de los Marsten. Y los niños que desaparecen, los animales que mueren desangrados. Y la espantosa presencia de Ellos, quienes quiera que sean. Ellos.

El resplandor, de Stephen King (1977)

REDRUM. Esa es la palabra que Danny había visto en el espejo. Y aunque no sabía leer, entendió que era un mensaje de horror. Danny tenía cinco años. Y a esa edad pocos niños saben que los espejos invierten las imágenes y menos aún saben diferenciar entre realidad y fantasía. Pero Danny tenía pruebas de que sus fantasías relacionadas con el resplandor del espejo acabarían cumpliéndose: REDRUM… MURDER, asesinato. Pero su padre necesitaba aquel trabajo en el hotel. Danny sabía que su madre pensaba en el divorcio y que su padre se obsesionaba con algo muy malo, tan malo como la muerte y el suicidio. Sí, su padre necesitaba aceptar la propuesta de cuidar de aquel hotel de lujo de más de cien habitaciones, aislado por la nieve durante seis meses. Hasta el deshielo iban a estar solos. ¿Solos?…

Cementerio de animales, de Stephen King (1983)

Church estaba allí otra vez, como Louis Creed temía y deseaba. Porque su hijita Ellie le había encomendado que cuidara del gato, y Church había muerto atropellado. Louis lo había comprobado: el gato estaba muerto, incluso lo había enterrado más allá del cementerio de animales. Sin embargo, Chruch había regresado, y sus ojos eran más crueles y perversos que antes. Pero volvía a estar allí y Ellie no lo lamentaría. Louis Creed sí lo lamentaría. Porque más allá del cementerio de animales, más allá de la valla de troncos que nadie se atrevía a traspasar, más allá de los cuarenta y cinco escalones, el maligno poder del antiguo cementerio indio le reclamaba con macabra avidez…

La canción de Kali, de Dan Simmons (1985)

En la sofocante y caótica ciudad de Calcuta, un occidental, el periodista Robert Luczak, pretende entrevistar a M. Das, un poeta al que nadie ha visto desde hace diez años pero del que se asegura que continúa vivo. En Calcuta, sin embargo, nada resulta sencillo y lo que empezó como un trabajo rutinario se convierte en una pesadilla en la que Luczak sólo escucha mentiras y choca contra el muro de la indiferencia oficial cuando acude a las autoridades en busca de ayuda.El periodista se siente subyugado por la extraña y fantástica historia de un hombre que dice ser uno de los adeptos al culto de Kali, una secta secreta al margen de la ley. Luczak y su familia se ven atrapados por los designios de fuerzas antiguas e inexorables, inmersos en un torbellino de violencia que está a punto de acabar no sólo con ellos, sino con el mundo entero, en una apocalíptica orgía de muerte.

Psicópata americano, de Bret Easton Ellis (1991)

La representación del mal absoluto, sin espíritus, ni posesiones, ni vampiros ni más allás de ningún tipo. Ese terror real del que no puedes esconderte, el que tan bien ha mostrado Haneke en numerosos títulos de su filmografía, es el que Easton Ellis describe en este libro maravilloso y repugnante a partes iguales. Que el asesino sea un pijo que lo tiene todo en la vida lo hace aún más antipático. Que sea misántropo y misógino y todos los miso- del mundo, ni te cuento. Sus prácticas sexuales, su desprecio hacia todo lo que es su persona y sus costumbres deleznables (que incluyen todo, pero TODO lo que puedas imaginar) hacen que el horror mientras lees su historia te cale hasta los huesos. Porque además el autor no ahorra ni un solo detalle escabroso.

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