Brighton

Pablo Padial
Coffee & Chill
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2 min readMay 7, 2019

Acabo de salir de la ducha y tengo el pelo mojado, pero no mucho porque luego da pereza secarlo. Son las 8 de la mañana y abro la ventana del baño para que una inmensa cantidad de vapor salga despedida hacia fuera mientras que la brisa matinal que el bosque de al lado de mi casa ofrece entra por la misma ventana. De repente me teletransporto a Florencia, en el verano de 2015, cuando yo y mis dos mejores amigos hicimos un interrail por toda Italia.

Recuerdo ducharme en aquel airbnb y salir a la calle temprano con el pelo mojado y notar esa pizca de frío que ofrece la mañana cuando el sol todavía es tímido. Olía a mañana. No se si me explico, pero algunas mañanas tienen un olor muy concreto. Es como que las plantas de tu zona llevan toda la noche generando aire nuevo y tu eres el primero en probarlo.

Sentí algo similar el verano pasado cuando estuve en Brighton. Esta vez viajaba en un grupo de cuatro. Salí de la habitación del backpackers, cogí el ascensor, me hice una foto con su espejo con cara de “estoy reventado pero es verano y soy feliz”, caminé hasta el sainsbury para comprar bollería con el cielo de la ciudad costera amaneciendo, luego a la cafetería más decorada con madera y más bohemia que encontré para, finalmente, desayunar caminando por el pier con la brisa marina mañanera y ese toque de frío que te hace sentir genial con una sudadera aunque sea mediados de julio.

Todo junto crea esta vivencia: esta esencia. Y cierto que no podemos enfrascar en un mismo tarro olores, colores y sensaciones, pero al final todas ellas se traducen en una emoción en tu cabeza. Esa emoción se queda guardada y, a veces, cuando ciertas cosas están donde deben estar, tu cerebro siente un deja-vú y puedes volver a experimentar una felicidad que os juro que se desborda de mi ser.

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Pablo Padial
Coffee & Chill

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