Touch me baby one more time

La importancia de las respuestas hápticas en el diseño de interfaces

René López
Coloridad
3 min readJul 20, 2018

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El sentido del tacto es crucial (y no solo para decirle a tu amigo que su desodorante no funciona)

Supongamos que sos Tony Stark y estás manipulando una de esas computadoras holográficas tan cool que solo él se puede pagar. Digamos que estás diseñando un nuevo traje de Iron Man porque el que tenés es de la temporada pasada y o sea, que pelada seguir usándolo este año. En el proceso de hacerlo, estás manipulando esas imágenes tridimensionales proyectadas sobre el aire, rotando el casco para pulir algunos detalles, moviendo cosas aquí y allá, tirando esas hombreras tan 2017 a la papelera, cambiando colores etc, etc. Como es obvio, estos objetos virtuales no pueden ofrecer resistencia a tus dedos, no podés sentir su “peso” ni podrías con los ojos cerrados saber cuando estás tocando uno. Es decir, no pueden ofrecerte una respuesta háptica (del verbo griego haptesthai, que significa “tocar”)

En nuestras interacciones con la tecnología y con el mundo en general, el feedback es crucial. Nos permite medir y evaluar las consecuencias de nuestras acciones, aprender y decidir sobre cursos de acción. El peso de una roca, el calor del fuego, la aspereza de una superficie, la fragilidad de una hoja, son respuestas hápticas que nuestro sentido del tacto recolecta para ayudarnos a navegar el mundo mucho más eficazmente ¿Podríamos hacerlo sin ellas? Probablemente, como también podemos navegar un mundo virtual equipados sólo con el sentido del tacto y el oído, pero mientras más se parezcan estos mundos, más intuitivo y fácil se vuelve todo. Tony Stark perfectamente puede desenroscar un tornillo virtual sin experimentar ninguna sensación táctil, pero sentir los límites del objeto con los dedos, su textura, quizás hasta la resistencia que ofrece, no solo haría la experiencia más intuitiva y familiar, también abriría todo un abanico de posibilidades que potenciaría esta ficticia (aunque no por mucho tiempo) interface en términos de eficiencia.

Actualmente, y desde hace un buen tiempo, una tecnología mucho menos avanzada lleva respuestas hápticas todos los días a la punta de tus dedos: el smartphone. La vibración que sentís al presionar un botón de tu teclado en el Whatsapp es el teléfono diciéndote que efectivamente realizaste la acción. Si el texto no aparece en la pantalla podés inferir que algo anda mal. Podés estar seguro de que el botón funciona pero que en algún punto la comunicación entre él y la pantalla se corta. Sin la respuesta háptica — esa sensación que emula el comportamiento de un botón en el mundo real — te sería mucho más difícil saber si lo presionaste o no. Es como llegar de la peluquería con un corte nuevo y que tu novio no te diga nada. ¿Será que lo notó? ¿Si lo notó porque no dice nada? Sin una respuesta es mucho más difícil saber que el input fue comunicado. Y eso lleva a la incertidumbre, y la incertidumbre a la frustración, y esta al enojo y eventualmente al Lado Oscuro de la Fuerza (o por lo menos a una mala experiencia de usuario)

Tu teléfono y tus dedos conversan todo el tiempo .

Los Tony Stark wannabes que me están leyendo se alegrarán al saber que las respuestas hápticas para interactuar con imágenes holográficas ya están siendo investigadas. Con el avance de la realidad virtual y aumentada, este tipo de feedback comienza a moverse más y más al escenario central, cuando hoy todavía es un complemento. El departamento de investigacion de Disney (¿Qué? ¿Pensabas que hacían dibujitos nomás?) está experimentando con una tecnología llamada AIREAL, capaz de estimular el tacto a través de vórtices de aire, e investigadores de la universidad de Tokyo están haciendo lo propio pero con ultrasonido.

Como desarrolladores de software y diseñadores de interfaces es importante saber cuándo y cómo usar cada tipo de feedback, para alcanzar un balance entre experiencia de usuario y eficiencia en la utilización de la energía. Así que los futuros Tonys Starks de la vida pueden ir agradeciéndonos, mientras van ajustando sus tuercas virtuales.

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