En Español: la Planta Ideal para Pasar una Pandemia

Columbia Journalism
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6 min readApr 14, 2020

Un despacho desde el hemisferio sur

Un zapallo en la huerta de la autora. Foto: Rafael Poggi.

Por Sofía Poggi

Las notas ‘ligeras’ de los diarios más importantes del mundo están recogiendo las últimas tendencias de la población en cuarentena por la pandemia del COVID-19: la educación en casa, los fermentos, los cursos virtuales, la panadería, la escritura, la importancia de ser productivo… o de dejar de serlo. Entre estas actividades de aburrimiento y desesperación, hay una que se está tornando especialmente popular entre quienes estamos pasando estos meses encerrados en casas con jardín o incluso entre quienes cuentan al menos con un macetero o acceso a una huerta comunal: cultivar vegetales comestibles.

Desde el hemisferio sur, donde nuestras estaciones y, por lo tanto, nuestros calendarios de cultivo están invertidos, mi recomendación es que, si tienes que elegir una planta con la cual pasar esta pandemia, sin duda debería ser una planta de zapallos. Así es, nosotros cosechamos las últimas calabazas seis meses antes (o quizás seis meses después), en abril y no en octubre. Si Halloween fuera una festividad de origen sudamericano y no celta, entonces, probablemente sería en estos días.

Lamentablemente, en donde yo me encuentro (una pequeña localidad llamada Gonnet, en Argentina), los jardines no pueden disfrutarse tanto como podrían imaginar aquellos que están encerrados en pequeños apartamentos en la gran ciudad. El motivo es que, así como el coronavirus nos mantiene encerrados dentro de nuestras propiedades, un peligroso brote de dengue nos mantiene dentro de las paredes de la casa. Con suerte, el avance del otoño sudamericano va a acabar con los últimos mosquitos portadores de esta enfermedad, aunque, cuando esto suceda, también habrá acabado el atractivo de pasar tiempo al aire libre.

En esta casa amenazada por el coronavirus desde la calle y por el dengue desde el jardín, convivimos cuatro mujeres, un hombre, una perra, dos gatos y una enorme planta de zapallos, que salimos a visitar todos los días, cubiertos de repelente. El zapallo es la planta ideal para pasar esta pandemia por muchas razones sobre las cuales voy a ahondar, porque si hay algo que nos ha dado esta cuarentena es el tiempo para hacer observaciones sobre aquello que nos rodea.

En primer lugar, si bien no se convierten en carrozas que hay que devolver antes de la medianoche, los zapallos crecen como por arte de magia. Basta con arrojar sin mucho cuidado una semillas a la tierra para que a los pocos días los brotes se eleven violentamente como diciendo “Aquí estamos y allá vamos”. Naturalmente, para tener un comienzo tan exitoso, quizá sea necesario tener algo de la humedad que a esta zona le sobra y que habilita el crecimiento de plantas y de mosquitos por igual.

Una vez que los brotes se llenan de confianza, comienzan a reptar por el suelo, avanzando irrefrenable pero imperceptiblemente. Con esa constante sutileza, nuestra planta de zapallo hace tiempo dejó atrás los límites de la huerta ilusamente marcados con unos troncos. Ahora crece sobre una enorme pila de leña, sobre la bomba de agua, domina el borde de la piscina e incluso algunas ramas se están metiendo de a poco al agua. ¿Crecerá algún zapallo submarino, como aquellos bebés que nacen en piletas de plástico?

Una vez que la planta comienza a expandir sus lentas garras por el terreno que la rodea, comienzan a aparecer las flores de un color naranja brillante, que tras pocas horas de esplendor se cierran y se marchitan. Con su muerte, dan lugar a los zapallos, que se inflan como globos lentos a lo largo de cerca de un mes. Su color, mientras lo hacen, va pasando de un verde oscuro a un naranja saturado. Cambian tan lentamente que su transformación es imperceptible, pero al mismo tiempo es tan rápida que por momentos da la sensación de que donde se caminaba un día sin problemas de pronto hay que ir esquivando cada vez más zapallos, cada vez más naranjas, cada vez más gordos, a punto de reventar. Es entonces cuando mi gato, también naranja, también gordo, se confunde entre ellos cuando duerme su siesta de la tarde.

Melón, el gato de la autora, descansando bajo la planta de zapallos. Foto: Julia López Akimenco.

Después de la facilidad y velocidad de su crecimiento, el segundo motivo por el cual se trata de una planta ideal para una pandemia es que la cosecha es realmente abundante. Primero son unas pocas unidades, pero a medida que avanzan los meses de calor se convierten en docenas de zapallos que comienzan a ocupar canastas, repisas, alacenas e incluso los alféizares de las ventanas. A esto se suma su resistencia infalible: cuando son separados de la planta, los zapallos pueden quedar al aire libre durante seis meses sin arruinarse. Su coraza de rinoceronte los protege de insectos, hongos, de todo tipo de situación climática. No necesitan repelente ni barbijo.

El tercer y más importante motivo por el cual constituyen el vegetal ideal para una cuarentena es por su versatilidad. En la cocina, sus posibilidades son inagotables. Algunas de las que opciones que ya exploramos son: puré de zapallo, sopa crema de zapallo, zapallo al horno, zapallo hervido, pastel de zapallo, pasta rellena de zapallo, tortilla de zapallo, milanesas de zapallo, zapallo relleno, ñoquis de zapallo, tarta de zapallo, buñuelos de zapallo y zapallo en almíbar. Como si todo eso fuera poco, sus flores también son comestibles. Cuando salen, las cortamos, las pasamos por una mezcla de soda y harina y las echamos al aceite caliente, solas o rellenas. Son un verdadero manjar, pero hay que ser rápido: cortarlas y comerlas apenas florecen.

Después están las semillas que aparecen dentro del vientre hueco del zapallo. Las sacamos, las lavamos y las tostamos en el horno para usarlas en ensaladas. A veces, en lugar de tostarlas, con muchísimo esfuerzo las pelamos una a una para comer únicamente su interior blanco y blando. El pelado de las semillas puede demorar un buen rato, incluso horas. Es una actividad ideal para matar tiempo durante el encierro, pero también conlleva el riesgo de caer en la reflexión sobre las consecuencias de la pandemia: aquel trabajo perdido, aquel viaje arruinado, aquella novia a la que no se ve hace más de un mes o aquella abuela que está a pocas calles pero que quizá no volvamos a ver.

Por fuera de los aspectos comestibles, el zapallo también nos broncea desde dentro. Si bien hace frío hace casi un mes y no salimos al sol hace por lo menos dos meses (gracias, mosquitos), parecemos recién salidos de un solarium.

Finalmente, como si todo eso fuera poco, por su forma de cuenco, los zapallos más pequeños pueden secarse y convertirse en mates, aquellos recipientes donde los argentinos y uruguayos tomamos la bebida tradicional del mismo nombre. Técnicamente, mientras se tenga yerba y una bombilla, un mate podría prepararse en cualquier lado, pero todos los rioplatenses sabemos que el auténtico mate se hace dentro de un zapallo seco y curado.

En el hemisferio norte, naturalmente, en lugar de fabricar mates puede optarse por tallar linternas de Halloween con los últimos de la cosecha. Para ese momento, si tanto los ciudadanos como los gobiernos hacen las cosas bien, quizá los niños ya puedan salir a las calles a pedir sus golosinas sin temor a contagiarse.

El momento de plantar las semillas es ahora.

Sofía Poggi es periodista y escritora freelance. En 2018 ganó la beca Clarín para realizar un intercambio académico en Columbia University’s Graduate School of Journalism. Actualmente, está pasando la cuarentena por la pandemia del COVID-19 en su casa en Gonnet, Argentina.

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