En Español: Una Presentadora de Noticias en Buenos Aires Siente un Silencio Ensordecedor

Columbia Journalism
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3 min readApr 15, 2020

Un despacho de Buenos Aires

Por Cecilia Domínguez

El silencio que muchas veces buscaba por el ruido de mi rutina es hoy ensordecedor. Y creo no estar sola en esto.

Hace cuatro años vivo en Buenos Aires, Argentina. Lo que más me fascinó ese 18 de marzo de 2016, cuando por primera vez pisé la ciudad, fue la cantidad de personas que había en las calles, los sonidos del movimiento de tantos seres humanos transportándose de un lado a otro, entre el bullicio, los motores y las bocinas. Ni hablar de los diferentes acentos, los pájaros que parecían no estar, las sirenas de la policía y las grúas de la construcción. En definitiva, el caos de la gran ciudad.

El paso de los días iba a agregarle un condimento más a ese caos precioso: la rutina diaria y vertiginosa de mi vida como periodista y presentadora de los noticieros “Somos Noticias.” Llegar al canal, besar a mis compañeros en la mejilla, escuchar el secador de pelo mientras me peinaran, maquillarme, leer los guiones, sentir mis pasos por los pasillos del canal hasta el set, oír los segundos finales que marcara el reloj hasta la hora del comienzo, todas acciones que terminarían en el ya clásico “Luz, cámara, acción”. Así, una y otra vez, todos los días, durante los pasados tres años.

Pero llegó el viernes 13 de marzo. Esa mañana, hace ya casi tres semanas, fue la última en la que salí para ir a trabajar a “Somos Noticias”. Siguiendo las recomendaciones de las autoridades del canal, esa noche comenzó mi aislamiento voluntario (y el de la mayoría de mis compañeros también). Desde entonces, estoy preparando informes especiales y haciendo entrevistas en un improvisado estudio de televisión que monté en el medio de mi cocina. Cambió mi rutina toda y el ruido que disfrutaba, y al que ya estaba acostumbrada, ya no fue más ruido. O sí, el del silencio abrumador. El que trajo el virus invisible que nos encerró a todos en nuestras casas y ya no nos dejó salir.

El exceso de actividades, las responsablidades por mi trabajo, los horarios ajustados, los largos viajes de un lugar a otro de la ciudad y los compromisos sociales eran solo algunos de los factores que, probablemente, no me dejaban pensar que, aunque amante del ruido, en el silencio había mucho que aprender.

Que la salud es el bien más preciado que tenemos. Que lo que nos parece cotidiano, como un beso, un abrazo o un apretón de manos, vale oro. Que pasar una tarde al sol, en compañía de la naturaleza y de nuestros animales, está muy subestimado. Que podemos adaptarnos, aun con dificultades, a vivir con lo indispensable, sin más. Que la tecnología no reemplaza el contacto físico, aunque las distancias se acortan gracias a ella. Que aunque disfrutemos de estar solos, los seres queridos son indispensables y hacen que nuestra vida sea más feliz. Que en los aplausos que suenan cada noche está el agradecimiento de cada uno de nosotros hacia los médicos y enfermeros que trabajan incansablemente para salvarnos. Que en el dolor detrás de cada pérdida, hay un recuerdo lleno de amor. Que hay tantas historias como personas en el mundo y que, aunque confinada en mi departamento, puedo contarlas gracias a las redes, a la creatividad, a la solidaridad de quienes me tienden una mano virtual y a la pasión que el periodismo inyecta en mis venas. Que saldremos fortalecidos de todo esto, si nos unimos y somos responsables.

Sí, extraño el ruido. Y mi vida normal que venía con él. Pero sé que volverán. Ahora, es momento de dejar que el silencio nos siga curando, que siga apagando ese virus mortal, para que nuevamente el mundo vuelva a sonar.

Cecilia Domínguez fue una participante en la beca de Clarin y la Escuela de Posgrado de Periodismo de Columbia en 2017.

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