Cavernícolas modernos
En la práctica psicoanalítica, los mitos proveen un modelo para representar una realidad determinada. En ese orden de ideas, pienso que la leyenda que puede describir la situación de confinamiento que estamos viviendo y de desconfinamiento que estamos por vivir es el mito de la caverna. Platón se apoyó en él para ilustrar la situación del hombre en relación con el conocimiento. La alegoría moderna de la caverna que propongo es una invitación a reflexionar, volver a pensar y decidirnos por iniciar otro modo de vivir, pese a la ‘naturalización’ de determinadas maneras en que hemos construido nuestra vida.
Nuestra actual caverna es el hogar. Éste se convirtió en el espacio principal para gestionar una crisis de una escala planetaria sin precedentes. En este lugar las sombras que se empezaron a visualizar mostraron nuevas distinciones y líneas divisorias entre quienes estaban felizmente confinados en compañía y quienes se sentían amenazados o molestos por la presencia cercana de otro. También reveló la diferencia entre quienes tienen personas importantes o familia con las que aislarse, y aquellos que estaban confinados solos; para otros ha sido un momento para confirmar que se sienten bien viviendo solos. Asimismo, esta experiencia de confinamiento ha evidenciado cómo el hogar estaba estructurado implícitamente por la posibilidad de hombres y mujeres de llevar vidas separadas, es decir, de tener y seguir caminos diferentes durante el día. Si acaso sólo se veían en la noche.
El confinamiento también ha revelado otra verdad: una gran necesidad de calor humano. Es posible que esta experiencia de aislamiento obligatorio y lo que ello entraña hará que aumente el número de personas que quieran establecer vínculos estables y con sentido, de valorar la familia, como de desear tenerla. Cabe esperar que la pareja adquiera un nuevo significado añadido que antes no tenía: el de ser un refugio seguro, una fuente estable de sexualidad y una garantía de la salud de la pareja. También ha sido la oportunidad de conocer más al otro en términos de valores, solidaridad, ética y sentido común.
Cabe la posibilidad de pensar que tendremos dos humanidades: la que tomará el riesgo de contagiarse y contagiar a otros, y la que preferirá no arriesgarse, se confinará de manera voluntaria y limitará sus movimientos. Entonces, mientras no exista una solución, podríamos tener dos sociedades que se opongan la una a la otra: una que hará del confinamiento una característica permanente y otra que querrá retomar estar afuera.
No obstante, un día tendremos que salir de nuestra caverna. Ese día nos vamos a encontrar con un nuevo mundo en muchos aspectos, que se experimentará con gran temor e incertidumbre. Pasará mucho tiempo para que el mundo sea como antes de la pandemia, si es que alguna vez se retoma y se desea el antiguo modelo. Si somos inteligentes, podemos tomar esta crisis como una experiencia que nos brinda la oportunidad de cambiar de senda.
Con el inicio del desconfinamiento, se tendrán experiencias nuevas, muchas cosas van a funcionar de manera extraña. Nos vamos a enfrentar a nuevas reglas de juego. Se volverá fundamental cómo mantener y garantizar la distancia entre las personas. Por todas partes existirán protocolos de desinfección al entrar a un lugar, se pondrá de moda ponernos mascarilla y guantes. La toma de la temperatura será una norma. Los turnos de trabajos habituales cambiarán, se buscará que muy pocas personas trabajen de manera presencial.
La tecnología como tendencia dará un salto significativo. Especialmente aquella que evita el contacto con objetos y ayuda a acceder a los espacios. Será un estar sin estar. Antes existía la educación a distancia para determinadas circunstancias y presupuestos, ahora se volverá una necesidad por un tiempo indefinido. La entrega de los diplomas de graduación vendrá a través de una impresora.
Como si no fuera suficiente con las medidas que en todo el mundo se establecieron a raíz de los ataques a las torres gemelas en New York, durante un tiempo, cuya duración es incierta, los controles fronterizos serán más estrictos y la condición de migrante y refugiado empeorará. Hasta es posible que se pida un carné de sanidad, como sucedió con la fiebre amarilla.
La densidad se convirtió en el escenario perfecto para el coronavirus, fue su caldo de cultivo. Paradójicamente, el transporte masivo, que antes era visto como la mejor solución de movilización, ahora es un problema por razones obvias. En este momento no es una forma sana de transporte, si es que en algún momento lo ha sido. Por esta razón, los planificadores de París y Bogotá están estudiando las denominadas “ciudades de 15 minutos”, en las que la población puede desplazarse a pie o en bicicleta a los nodos densos del núcleo urbano en vez de viajar por medios mecánicos a los centros densos.
Otro aspecto que van a tener que repensar los urbanistas es la arquitectura de la densidad. Ya no podrá prevalecer la densidad como la lógica de las ciudades y de la economía. Tal vez esto estimule el interés y subraye el valor por la naturaleza, como el desarrollo de ciudades ecológicas. Ciudades en las que podamos tener la experiencia emocional de ser capaces de reconducirnos como especie, de que reviva la medicina, la educación, como el luchar por la vida y no por la muerte. Lugares donde logremos romper y salir de la petrificación de lo humano, y dejar de ver sólo nuestras sombras.
Es también probable que empecemos a observar que algunos países se vuelvan más autoritarios, que se incremente o se produzca un nacionalismo. Que en aras de la protección de la salud, se desarrolle aún más un Gran Hermano que nos estará vigilando en todo momento, con un mayor detrimento de nuestras libertades. ¿Serán estos los nuevos materiales de ‘seguridad’ para la construcción de una nueva caverna?
Hasta aquí lo que quería decir con el oxímoron ‘cavernícolas modernos’. Para finalizar, quiero dejar las siguientes palabras del Nobel José Saramago: “El mundo se está convirtiendo en una caverna igual que la de Platón: todos mirando imágenes y creyendo que son la realidad”.
Eduardo Angarita R. Barcelona, mayo 10 de 2020.