CUANDO LA SOLUCIÓN ES EL PROBLEMA

Dr. Eduardo Angarita
Columnas de un Psicoanalista
4 min readMay 17, 2020

El ser humano casi siempre se está defendiendo de algo; en esta oportunidad nuestro enemigo es un virus. Por tanto, ahora el problema es el coronavirus y la solución que se ha buscado es la cuarentena. No obstante, no deja de ser curioso que se haya tenido que adoptar una medida propia de la Edad Media. El aislamiento no es un desenlace real porque no acaba con el virus. Apenas se termine la cuarentena y el virus siga existiendo, seremos más propensos a contagiarnos.

En este momento la solución más inmediata es la vacuna. Sin embargo es una salida incierta y, si se llegara a dar, a largo plazo. Será una medida de alivio transitoria porque es específica para un determinado virus. Como se van a presentar nuevas epidemias y pandemias por otros virus o bacterias, se tendrán que crear nuevas vacunas. Es algo que se repite de forma sinusoidal, lo que evidencia una brecha generacional. Esta brecha se puede y debe ser cerrada, pero va a depender de que seamos más inteligentes y pensemos en cómo no dar el espacio y las condiciones propicias para que se desarrollen nuevas infecciones, que lleguen no sólo a ser mortales sino que vuelvan a paralizar de nuevo al mundo.

Ahora, unas preguntas importantes son: ¿cómo estamos empezando a caminar hacia la nueva normalidad? ¿Vamos a volver a caminar hacia la ‘normalidad’ de siempre? Si los propósitos de la cuarentena son disminuir la cantidad de infectados y que no colapsen los hospitales, es porque hay problemas sin resolver de tiempo atrás. El problema no es el coronavirus; se volvió un problema, que es distinto. ¿Y por qué se convirtió un problema? Ha sido así porque el verdadero problema, o los verdaderos problemas, nunca han sido resueltos, y tampoco ha existido un verdadero interés por resolverlos.

La solución de fondo no será el aislamiento ni la implementación de posteriores cuarentenas. Es fundamental e imprescindible crear políticas con funciones de prevención, como de una preparación sustentada en un rigor científico para no caer en la improvisación. Se hace necesario una solidaridad incondicional y una respuesta coordinada a nivel global. Una gran lección de esta experiencia es que una pandemia requiere coordinación de políticas públicas globales.

Para un estudio adecuado de nuestra actual situación, es necesario analizar las circunstancias sociales y políticas que han hecho posible esta pandemia. Entre muchas otras están: la globalización, las políticas neoliberales, la densidad de población, la desigualdad social y un sistema educacional muy deficiente en muchos países. Nuestro sistema de salud no han tenido la importancia que debería tener. Parece que hay una luz de esperanza con respecto a este tema en España: se está proyectando la construcción de un hospital para pandemias. Otra situación sin resolver tiene que ver con las prioridades a investigar: la inversión en biomedicina ha estado dirigida a aspectos como la investigación genética, orientada a la mejora de productos vegetales y animales con fines económicos, dejando de lado la investigación en patógenos humanos. Estas circunstancias son el problema principal que no se ha resuelto porque sigue en una cuarentena perpetua.

En este momento hay una pregunta generalizada, que está sustentada en el temor y la incertidumbre: ¿Qué va a pasar en el futuro? Como nadie sabe la respuesta, no tiene sentido su formulación. Hay unas preguntas más fértiles para hacerse y que resumen lo dicho hasta ahora: ¿Qué llevaría a que vuelva a suceder una pandemia? ¿Nos podemos reconstruir como una sociedad que preserve las condiciones de vida? ¿Nuestro sistema económico y social funciona bien? ¿Es un sistema preparado para afrontar desastres, cuando su escala de valores es producir, consumir y enriquecerse? ¿Qué tal un Green New Deal?

Cada vez se confirma que el origen de esta pandemia está en el cambio climático: hay pérdida del hábitat de los animales salvajes y de la biodiversidad, y hay una correlación directa entre la calidad del aire y la mortalidad del virus. Según el último informe del Banco Mundial, este año el cambio climático provocará seis o siete millones de muertes prematuras y llegaremos a tener entre 17 y 19 millones de refugiados climáticos; y en el 2030 tendremos 100 millones de personas en la extrema pobreza. Como vemos, si no se toman las medidas que corresponden, la alteración del clima va a ser más letal que el coronavirus y, sobre todo, más irreparable.

En general, la inteligencia se define como la capacidad para resolver un problema. Sin embargo, si no se enfoca bien, no se podrá solucionar. Se suele fallar en hallar la solución por la sencilla razón de imponerle al problema un condicionamiento del que carece completamente. En otras palabras, la imposibilidad de la solución está en el intento de solución.

Eduardo Angarita R. Barcelona, mayo 17 de 2020.

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