Dr. Eduardo Angarita
Columnas de un Psicoanalista
3 min readJun 7, 2020

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CUANDO LAS EMOCIONES NO SE PUEDEN CONTENER

“No puedo respirar, no puedo respirar”. Estas palabras no las dijo alguien afectado por el coronavirus. Fueron las últimas palabras de George Floyd, antes de morir de manera violenta a manos de un policía de Minneapolis, en Estados Unidos. Este lamentable hecho ha llevado a que miles de manifestantes salgan a las calles para protestar en contra de los abusos policiales y el racismo que se vive en este país, que es el reflejo de lo que también sucede en otras partes del mundo.

El psicoanálisis nos ofrece un vértice de estudio para entender este fenómeno de violencia social. Para tal efecto, voy a equiparar la relación Pueblo-Estado con el modelo bebé-mamá.

¿Hay emociones malas y buenas? No hay emociones fuertes o malas, buenas o suaves. Cualquier emoción puede convertirse o ser vivida como agresividad o destructividad si tiene una intensidad mayor o menor a lo digerible. Cuando hablo de una intensidad emocional no tolerable, no es solamente con la agresión, la rabia, el odio, la rivalidad, la crueldad, la desesperanza, la sensación de injusticia, etc, sino también con el amor, la gratificación, la gratitud, la comprensión, el afecto, la ternura. En la violencia social suelen prevalecer las primeras. Todas las experiencias emocionales son normales, el problema está en la vehemencia (desde el punto de vista cuantitativo y cualitativo). Si la magnitud sobrepasa la capacidad del aparato para digerirla se produce en las personas una fragmentación.

En el momento en que el Pueblo experimenta sentimientos demasiado poderosos para ser contenidos dentro de sí mismo, buscará liberarse de ellos, a través de una identificación proyectiva grupal. El problema se presenta cuando el Estado no permite este tipo de expresiones, generalmente por la negativa para servir como depositario de los sentimientos del ciudadano. Esto suele llevar a la destrucción del vínculo entre Pueblo y Estado y a que se establezca el camino para una detención grave del desarrollo de la confianza y la seguridad. Otra implicancia de esta negación es que al no poder liberar las emociones demasiado intensas, estas se harán intolerables. Entonces, los sentimientos de odio, por ejemplo, se dirigen contra todas las emociones y contra la realidad externa que la estimula. Y del odio a las emociones a odiar la vida misma sólo hay un paso.

Ahora, cuando un gobierno no puede tolerar el aumento de lo emocional, se puede conjeturar lo que puede suceder con esta falta de contención:

El Pueblo proyecta en el Estado sus emociones intolerables, éste las recoge y se las devuelve de la misma manera. De esta forma se producirá un funcionamiento psicótico y se despierta una ansiedad muy primitiva. En ese sentido, si la experiencia emocional del Pueblo supera la capacidad emocional del Estado, este puede entrar en psicosis, y viceversa.

El Estado nunca recoge las emociones intolerables de sus ciudadanos, y se convierte en una especie de muro donde siempre rebotan. En esta situación lo único importante es lo que diga el Estado, lo cual es propio de un funcionamiento fanático. De esta manera, las personas siempre estarán en una situación de sometimiento. Esto muestra que, además de las emociones, pueden existir ideas y pensamientos que no se toleran por su intensidad.

Estas dos posibilidades evidencian que no hay un continente adecuado para contener los contenidos. El otro problema es cuando se instituye en la mente la idea de que no se es capaz de tolerar la experiencia emocional. De una intolerancia a la intensidad emocional se pasa a una intolerancia a la experiencia emocional como tal.

En cualquier tipo de relación siempre se producen choques de exaltación, para bien o para mal. Lo ideal es que el Pueblo y el Estado hagan un pacto donde ninguno de los dos agreda o dañe al otro, que sería el equivalente a una relación adecuada madre-bebe: el bebé no puede tolerar o digerir cosas, las proyecta y la madre las recibe y las transforma, y se las devuelve al bebé.

¿Quién tiene más responsabilidad en esta relación gobierno-ciudadano? Cada uno tiene sus responsabilidades, pero aún más el Estado porque es el encargado de ejecutar las políticas para que se logre una justicia social. La responsabilidad que tienen los integrantes de un Pueblo es elegir bien. Así sí habrá Ley y Orden.

Eduardo Angarita R. Barcelona, junio 7 de 2020.

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