MADERI HOMINIS

Dr. Eduardo Angarita
Columnas de un Psicoanalista
3 min readApr 19, 2020

Es curioso, por decirlo de alguna manera, que en esta crisis de salud que estamos viviendo, algunas o muchas personas, no lo sé, busquen atacar por diferentes medios y formas a quienes los pueden cuidar, mejorar e incluso salvar de la muerte, dentro de una campaña de estigmatización y discriminación. Estas personas son los Médicos.

La palabra Médico, en latín medicus, se formó a partir de mederi (cuidar, tratar una enfermedad) y de ars médica que significa ‘el arte de curar’. Por tanto no deja de ser paradójico que se vea al médico como alguien que puede hacer daño, prácticamente como el único que podría infectar, cuando todos tenemos en este momento esa misma posibilidad de hacerlo.

¿Cómo entender esta aparente contradicción? Digo aparente porque realmente no lo es. Este comportamiento se ha buscado justificar por el miedo a ser contagiado. Como es una justificación, es una interpretación superficial. De ahí que pienso que sea necesaria una explicación más profunda -psicoanalítica-de este comportamiento.

Estamos observando este funcionamiento en unos sectores de la sociedad, es lo evidente, pero no sabemos cuál o cuáles pueden ser los factores asociados a ese funcionamiento. Uno, entre muchos, puede ser la envidia.

Existe en el ser humano, desde su nacimiento, una poderosa emoción que consume el amor y la gratitud en su fuente y se llama envidia. En términos generales, se suele envidiar lo bueno del otro, lo que no se tiene y se desea tener. La intolerancia a la envidia lleva a obtener de cualquier manera lo que es objeto de envidia, y si esto no es posible se puede llegar a una posición más extrema, estructurada en la siguiente manera de pensar: ‘si no es mío, no es de nadie’. Uno de los símbolos de la medicina es el de una serpiente enrollando en un bastón. Se dice que la serpiente es símbolo de la vanidad que ha sido dominada, pues el veneno se transforma en remedio. De este modo, lo que era mortal se vuelve vía de curación. El funcionamiento envidioso de una sociedad, por tanto, se podría convertir en un veneno mortal. Este sería el impulso de destructividad en su máxima expresión. Otra manera en que se está expresando lo destructivo es cuando algunos gobiernos no proveen al personal de salud de las medidas de protección necesarias.

Además del factor envidia, otro factor que se puede deducir de este funcionamiento es la perversión. Toda actividad humana puede ser pervertida porque la esencia del impulso perverso consiste en alterar lo bueno para convertirlo en malo conservando la apariencia de bueno. De esta manera se desafía delictivamente todo juicio que se base únicamente en criterios descriptivos. En este caso el argumento perverso sería: ‘yo soy el bueno, el médico es el malo’. Cuando en una sociedad prevalece una moral sin moral -una pseudo moralidad- se persiste en esa dicotomía bueno-malo, amor-odio, y no habrá un espacio para pensar ni para aprender de la experiencia.

No deja de llamarme la atención que no se tenga esta misma actitud de rechazo, lo cual no quiere decir que lo esté justificando, con los políticos corruptos que tanto daño le hacen a los ciudadanos de un Estado, y que a pesar de que éstos lo saben se siga votando por ellos. Tal vez aquí lo que hay es una identificación con esta parte perversa.

Esto que sucede ahora con los médicos es el reflejo de lo que sucede en otros ámbitos de nuestra sociedad. Nos hemos acostumbrado a relacionarnos de esa manera, se ha vuelto lo “normal”. De eso estamos contagiados.

Nos estamos encontrando con algunas sociedades virulentas, que no rodean al personal médico y de enfermería que es el que en este momento trabaja en la primera línea. Más que aplausos, se necesita que el personal de la salud sea valorado como debe ser, una deuda que lleva muchos años sin ser saldada.

Ojalá se pueda transformar la envidia en gratitud, y se permita Mederi Hominis (curar a una persona).

Eduardo Angarita R. Barcelona, abril 19 de 2020.

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