Juan Carrasco, la deconstrucción de un político [Vota Juan, Vamos Juan, Venga Juan]

Cuando un ministro de Agricultura señala públicamente que en la política “no hay una manzana podrida, pero toda la frutería está podrida”, inevitablemente hay material para hacer una auditoría de comunicación. Es lo que ocurre con la saga Juan Carrasco, probablemente la mejor sátira política que se ha realizado en televisión en España. Sus creadores Diego San José y Juan Cavestany retratan con humor ácido y mordaz la evolución del estereotipo de político en España en las últimas décadas. Las tres temporadas de la serie (Vota Juan, Vamos Juan y Venga Juan) son un manual ligero y descacharrante de las miserias de la condición humana cuando se toca el poder o se aspira a lograrlo. En episodios de media hora de duración, el argumento presenta la deriva del exalcalde de Logroño, Juan Carrasco (Javier Cámara), en distintas fases de su trayectoria como ministro aspirante a presidente del Gobierno, cadáver político que funda un nuevo partido u oportunista que se aprovecha de una puerta giratoria.

Con el ridículo y la vergüenza ajena por bandera, se abren en canal las vísceras y las heces de la refriega política líquida en la que, como señala Zygmunt Bauman, “se nos incentiva y predispone a actuar de manera egocéntrica y materialista”. Carrasco es ignorante, torpe, egoísta y amoral. Un extremo, la caricatura del ideal de representante público llevada al extremo de la parodia. En esta tesitura, grotesca y bizarra, el protagonista deja interesantes reflexiones sobre las bases de la construcción de un líder político y social:

1.La compleja habilidad de saber contener las palabras. La incontinencia verbal se paga con la creación innecesaria de situaciones de crisis que restan tiempo y credibilidad. En ocasiones, si no se posee la habilidad de hacer declaraciones sin llegar a ninguna conclusión clara -esto es, ganar tiempo-, un silencio, aunque revelador, puede ser la menos mala de las alternativas. Carrasco tiene el don de la inoportunidad y una liviandad verborreica galopante que le llevan a señalar ‘el elefante en la habitación’ constantemente. Por ejemplo, como ministro de Agricultura, en un delicioso primer episodio de Vota Juan es incapaz de retener la palabra ‘crisis’ al hablar de los pimientos de Padrón y, donde había un problema resuelto, comienza una delirante colección de desdichas.

2.Principios sólidos para desarrollar una narrativa coherente. En la saga Juan Carrasco hay un interesante duelo entre la ética teleológica y la ética deontológica. Las acciones del político riojano están orientadas a las consecuencias. Las que él espera que le sean favorables, porque no tiene principios y eso hace que le sea imposible crear una narrativa coherente. Todo para Juan, pero sin el pueblo. El cenit de la mezquindad se alcanza cuando Carrasco le pide a su hija adolescente (Esty Quesada) el dinero de una intervención de balón gástrico para financiar su aventura política. La falta de escrúpulos, escondida bajo el celofán del ridículo, es un proceso de demolición del político a medio y largo plazo. En diferido.

3.Un político superficial, inflado y artificial frente a una persona humilde, honesta y con carisma. Como ministro y como candidato, tanto a primarias como a elecciones, Carrasco hace una pornográfica y constante exhibición de su mediocridad, falta de formación y ausencia de conocimiento de la realidad. Por ejemplo, en una visita a un instituto, Recalde (Cristóbal Suárez), su rival en primarias, sabe hacer ecuaciones con varias incógnitas donde Carrasco hace la cara de tu retrato con el seis y el cuatro. Todos los políticos no pueden ser astronautas o alumni de Harvard, pero si deben ser personas pegadas a la realidad. Conditio sine qua non. La ausencia de narrativa propia y la constante aspiración a mostrar lo que no se es convierte a Carrasco en un ridículo bufón, cuando podría ser el candidato de la calle: humilde, honesto y con carisma.

4.Sin ideas no hay horizonte, sin programa no hay dirección. En tono de comedia, la segunda temporada de la saga (Venga Juan) es un divertido manual de dirección de campaña electoral. Aunque de forma disparatada, se trata la búsqueda de financiación; el alquiler de una sede; el fichaje de un ‘spin doctor’; el marketing de partido; o la definición del candidato perfecto -hilarante la construcción de una candidata víctima, una peluquera viuda de Aluche, ‘el stradivarius de las víctimas’-. Sin embargo, el partido ‘Venga Juan’ carece de un programa, no tiene definida su orientación ideológica. Podría estar en la derecha o en la izquierda en función del interés del momento. Incluso en la tercera temporada, ya como ejecutivo en la empresa privada, sigue sin dirección — “¿Tenemos objetivos de empresa?”, le pregunta un colaborador-. Carrasco es fugaz, líquido e inconsistente. Cambia de opinión en segundos (“Estos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros”), y no para de dar tumbos. La imagen frente al contenido.

5.El espectáculo como estrategia para amplificar el mensaje. Con el objetivo de llegar al máximo de población con un perfil más relajado y distendido, se ha normalizado la presencia de representantes políticos en programas de entretenimiento en horario de máxima audiencia. La máxima aspiración de Carrasco como ministro de Agricultura es aparecer en El Hormiguero. Soraya Sáenz de Santamaría, Santiago Abascal, Albert Rivera, Miguel Ángel Revilla o Pablo Casado ya han participado activamente en el espacio que presenta Pablo Motos con diferentes resultados. Eso sí, para bien o para mal, no han pasado desapercibidos. Máximo riesgo, pero máximo beneficio si se consigue conectar con una audiencia amplia con cercanía, humor y naturalidad. Es la humanización del político. Pues bien, Carrasco, en Vota Juan, lo máximo que consigue es aparecer en un programa de cocina en el que cuenta todo lo que no debe decir e insinúa lo que no debe contar. Delirante.

6.El humor, mejor sin hacer el ridículo. La ‘ceja de Zapatero’ está presente en la serie, también la ‘ZP’. Carrasco utiliza hasta la aberración como marca propia la gesticulación de comillas, además de sus iniciales sin vocales para un cartel de campaña. De manera cutre configura su imagen. Incluso le ponen un especialista en ‘personal branding’ que le pide que use el humor sin hacer el ridículo. Sin embargo, ¿cuál es el modelo de político que quiere representar? En ningún momento queda claro y Carrasco hace un collage de gestos y trucos que funcionan a otros pero que a él le caricaturizan.

7.Discreción y transparencia como vacuna ante las filtraciones y los rumores. La filtración interesada de asuntos turbios y rumores falsos es una constante en la saga. Es la posverdad en versión casposa. Como en otras series políticas, se recurre a la comunicación de un problema de salud no revelado, las conductas impropias o el descubrimiento de relaciones inconfesables (Baron Noir, House of Cards o Borgen, por ejemplo). Es material inflamable que sacude la rutina y cambia o derriba la buena estrella de un dirigente político. El propio Carrasco cae en desdicha y tiene que volver a su odiado Logroño (Vamos Juan) después de que se le descubra una cuenta en Suiza. Lamentablemente, el ‘difama que algo queda’ está a la orden del día y las filtraciones no se pueden evitar porque no tienen antídoto, aunque sí medidas preventivas como la discreción como hábito y la transparencia como costumbre. En cualquier caso, una vez se produce el problema, los hechos objetivos y contrastados son el mejor tratamiento ante una situación de crisis reputacional. Es decir, la verdad para darle la vuelta al asunto o pedir las oportunas disculpas.

8.El origen como herramienta de carisma. Mención aparte merece la configuración del personaje con la construcción y la puesta en valor de su vínculo con su lugar de origen. Es un recurso que le humaniza, le hace más cercano, le insufla carisma. Que se lo digan a Miguel Ángel Revilla o Abel Caballero. Sin embargo, en la saga Juan Carrasco, el origen logroñés del político es un lastre u hogar del que se huye en lugar de presumir. “En Logroño, todos los días son un martes asqueroso de febrero”. Las palabras de la jefa de prensa Macarena Lombardo (María Pujalte) elevan a su máxima expresión el concepto de ‘capital de provincias’.

Juan Carrasco es la versión carpetovetónica de un político de la transición que pretende sobrevivir entre influencers. Diego San José y Juan Cavestany crearon en 2019 un personaje del que, más allá de la sátira, se pueden extraer conclusiones prácticas para la estrategia, el marketing y la comunicación. En el apartado emocional, deja una buena reflexión acerca de la psicología del político: en la soledad, que es frecuente, Carrasco llora más que ríe. La saga es la deconstrucción de todos los problemas y los defectos de un eterno político. Pero más allá del personaje público, no deja de ser persona.

Vota Juan (S01), Vamos Juan (S02) y Venga Juan (S03) pueden disfrutarse en TNT España y HBO Max.

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