El Espejo.

Selene Isis
Condesas Club
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3 min readDec 3, 2019

Recuerdo tener menos de una década y verme en el Espejo de un lujoso gran almacén, parada sobre las escaleras mecánicas y darme cuenta, con sorpresa, que no era la más guapa del Reino…

“Hay otras doncellas mucho más bellas que tú” me dijo con engreimiento.

Me sentí abatida…Había estado convencida de lo que mis abuelos y familiares me decían: “Eres la más guapa de la Comarca”. Pero el Espejo me dijo que no era del todo cierto… Por años te tuve miedo, te evitaba. Nunca cumplía con los prototipos propuestos ni sugeridos
por la publicidad. Nunca llegaba a la belleza de mi madre ni de mis hermanas. Nunca rozaba el esplendor de las niñas rubias de ojos azules ni nunca llegaría a tener las piernas kilométricas ni las medidas de la Barbie

Sin embargo, pasados más de 30 años, con la madurez de construir un amor propio que se ha forjado a través de buscar la afirmación personal, de aceptar la autenticidad y la salvaje naturalidad del Ser… He aprendido a amarte Espejo. Me has enseñado que vales cada una de las cicatrices, las arrugas y las manchas que me han dejado y me dejarán el Sol y el Viento.

Que cada caída, frustración e incluso amputación del Ego ha valido la pena y que pienso envejecer con orgullo y ternura, siendo compasiva conmigo misma y con los milagros que tú, cuerpo mío, has hecho y haces por mí.

Espejito, Espejito ahora sí… dime, dime: ¿Quién es la más bella del reino?

Un guiño de complicidad y una sonrisa traviesa se escapan de sus labios… “La belleza de tus hermanas mujeres: niñas, jóvenes y ancianas es toda tuya”. Me vanaglorio en la belleza de cada una de las estrellas y en cada uno de sus suspiros. Incluso, cuando una flor se está marchitando le susurro: “Eres tan bella como estabas en tu esplendor. Pronto volverás a nacer en otro
rostro, con otro nombre y otro cuerpo diferente” como dice el cantante.

Hace un par de años, tuve un encuentro mágico con el Espejo; estaba rodando una bicicleta en un salón de spinning vacío y forrado de espejos. Volvía al ruedo después de ser madre por segunda vez. Andaba en un proceso de metamorfosis y de renacimiento. Regresaba al trabajo hacia dentro: desde fuera hacia dentro y viceversa. De repente, vi a esa niña parada en el
gran almacén, mirándome con admiración y respeto. Unas lágrimas de emoción cayeron por mi rostro… “Ahora sí”, me dijo, “me siento orgullosa de ti, en la mujer que te has convertido. Eres bella”. Comprendí eso que dicen de que el tiempo no existe.

Desde ahora me digo a mi misma: “Amo la anciana que llevo en mí, su compasión y su capacidad de auto-sanación. Quiero ser una viejecita sabia, encantadora, tierna, compasiva y divertida. Juré que nunca sería una vieja reprimida y amargada… he sentido y me he visto así en alguna ocasión, pero me he dado cuenta de que no me queda bien ese disfraz”.

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