Mis amigas de mis Veintes

ya no son mis amigas en mis Cuarentas

Selene Isis
Condesas Club
5 min readNov 27, 2021

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Foto de Ellen Von Unwerth

Cuando dejé a un novio a mis 26–27 me quedé de amiga con la que había sido novia de un amigo de mi ex. Es decir; las dos dejamos a los novios y nos quedamos como mejores amigas. De ahí se fue formando un grupito básicamente formado por amigas de ella, Fulanita, una chica con un gran cerebro y capacidad de estudio, de hecho hacía oposiciones a juez. Una tía cachonda, muy divertida y muy inteligente. Nuestra relación, la verdad pensándolo bien ahora, se basaba sobre todo en salir de fiesta o de ir de fin de semana a la Costa Brava. Muchas veces venía el grupo de amigas que se formó a la casa que mis abuelos tenían en Begur. Y así nos la pasábamos de fiesta en fiesta o de playa en playa. Años divertidos de picos pardos y buena vida.

Recuerdo una vez estar comiendo con un par de amigas de este grupo en un bareto de la cala de Aigua Freda, con unas vistas espectaculares después de tostarnos al sol y bañarnos en una de las deliciosas “caletas” que me vieron crecer. Era (y es) un lugar paradisíaco pero sentía que me faltaba algo en mi interior. Como que no me quería conformar solo con “eso”, algo más tenía que aprender. Sentía como que no podía conformarme con quedarme en el “paraíso”, como que estaba estancada en mi proceso de evolución personal.

Es por eso que cuando mi romance newyorkino reapareció casi 6 años después (lo conocí en 2006 y nos reencontramos a finales del 2011) no dudé en lanzarme de cabeza a una relación con él fuera dónde fuera que nos llevara. Para mí él representaba una ventana a otra vida más allá del paraíso cómodo y confortable de mi pecera. Adentrarnos en un océano nuevo, atravesando el Atlántico y explorando las Américas.

Y así fue. Desde el 2012 hasta el 2021 vivimos primero unos meses en Nueva York y luego en la Ciudad de México donde he sufrido mucho porque estar fuera de mis raíces, de mi tierra y de mi gente fue muy doloroso. Sobre todo porque tuve que morir a una “yo” para construir otra “yo” con el único soporte de el que es ahora mi marido cosa que es un arma de doble filo porque el volcar toda mi sujeción en él también ha sido difícil y demasiada responsabilidad para la pareja cuando ambos tenemos que seguir creciendo y evolucionando. Sin embargo hemos aprendido, a través de equivocaciones y de sentir el dolor que provocan los mismos, y verlos reflejados en nuestros hijos sobre todo. Ese dolor que te obliga a moverte, a cambiar. A crecer hacia dentro, a cambiar la tierra, sembrar nuevas semillas, regar con agua fresca y limpia y nuevos nutrientes para que nazcan nuevas plantas, árboles y dar nuevos frutos.

Al volver a mi querida tierra casi 10 años después sentía mucho miedo de no ser aceptada con mi nueva forma de ser, con mi nueva “identidad”. Aunque sí he vuelto con la ilusión de reconciliarme con mis raíces siento que mis amigas de mis veintes no hablan ya mi mismo idioma. Ahora yo hablo un poco más mexicano…

Incluso con mi familia al principio me veía en situaciones dolorosas de que mi hermana mayor me dijese: “no hables con este acento mexicano” y yo de sentirme avergonzada porque…porque ya no soy quién soy. Estas crisis de identidad duelen porque es como que el ego que se sujeta en ciertos rasgos de una máscara sufre cuando pierde ese sentido de identidad ya que me hace sentir vulnerable, confundida.

A mis amigas les traje unas varitas de piedras sanadoras: cuarzo rosa, obsidiana y sodalita. Son unas piezas creadas para la auto-exploración, el autoconocimiento y al final para nutrir la auto estima. Son piezas muy valiosas que en un principio pensaba vender pero al final, de forma impulsiva, se las regalé a las tres amigas de mis veintes que ahora están casadas y son madres con la intención de que trabajasen esa energía enfocada a la autoestima.

Al cabo de unos meses quedé con Fulanita y le pregunté que qué tal le había ido con el cuarzo rosa. Me dijo así con la boca cerrada que lo había usado un par de veces y que “bien bien” pero que para “esas cosas ya tenía a su marido”. Me quedé de piedra. Me di cuenta que Fulanita no había entendido nada. Justamente la intención es trabajar la individualidad, el amor propio para no depender y no volcar toda la responsabilidad del propio bienestar en nuestra pareja.

Llevo días reflexionando sobre esta brecha que siento, el abismo que se ha abierto entre nosotras…que ya no hablamos el mismo idioma, que ya no nos entendemos.

Por otro lado empecé a trabar amistad con una nueva vecina que en mis veintes conocía de vista de la universidad y del gimnasio. Una mujer divertidísima y muy natural. Estaba encantada y abrumada de lo mucho que me sentía identificada con ella. Pues bien, después de agregármela al instagram ya su actitud hacia mi ha cambiado por completo. ¿Será por mis fotos de personaje erótico que proyecto ahí?, ¿será por mi narcisismo/ egocentrimo? seguramente…Me duele sentir que así sea y me hace cuestionarme porqué hago estas cosas, porqué proyecto este personaje, este “alter ego” tan extravagante y poco convencional para una señora de su marido y madre de sus hijos.

No sé porqué lo hago. Ni sé si está bien ni si está mal. Solo expreso mis locuras, mis irreverencias, mi lado no convencional como una manera de desahogo…

El precio es el que es; la soledad. Aunque sigo teniendo a mi familia: mi marido y mis hijos que me aman y para mí eso es lo principal. Mi marido me respeta, siento que me respeta. Y yo lo quiero precisamente porque siempre ha impulsado mi lado más auténtico sin necesidad de encajar en el espectro social.

Así que nada…nuevas amigas vendrán que hablen mi nuevo idioma. Como mis nuevas compañeras de proyecto teatral. Creo que en el teatro me encuentro más cómoda precisamente por eso, porque puedo emplear mis máscaras con comodidad.

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