El Misterio del Agile Open Camp Bariloche
Caminé por el campo dejando atrás el wifi del hotel y todo eso a lo que me conectaba ¿o ataba? a otros muy distantes: instagram, twitter, facebook, mail, voz. Mis problemas laborales, mi agenda, mis series. Cuidé los primeros pasos: mis tenis de ciudad no estaban acostumbrados a caminar en las piedritas que los convertían en patines. Estaba alerta de los hoyos, las ramas y todo aquello que podría hacerme caer. Poco a poco y para mi sorpresa, antes de lo que la precaución manda, empecé a confiar en mis pasos. Escuché el grito de un halcón, el riachuelo que corría cerca, los pasos de mis compañeros. Sentí el aire y el sol en mi cara. Agradecí que no hacía frío y me acordé de respirar. Respiré profundo e intenté que el aire llegara hasta el estómago o, si se podía, hasta los pies.
Caminar por el campo hace conexiones diferentes en el cerebro, me dijo Mara cuando volvíamos del Agile Open Camp en su auto y recordábamos lo vivido unas horas antes, cuando estuvimos en el keynote final que, recién me entero, se llamaba Evolución Organipersonal.
Todos los campers (unas 70 personas) habíamos caminado por la reserva Nahuel Huapi para después tener un momento de conexión personal guiada por Martin Alaimo. Yo sentí el AOC creciendo en intensidad con cada hora y con cada conversación que pasaba. Era como si el compartir nuestro ser creara un ambiente cada vez más potente, mágico.
Fue un momento en el que me quité las máscaras sabiéndome vulnerable y completa. Me amé sabiendo que lo que me detiene es lo que estoy siendo ahora y que hay muchas posibilidades de lo que puedo ser. Lloraba. Me sentí feliz. Abrí los ojos y vi a otros más llorando pero también felices, emocionados. Y ahí, ante esa imponentes montañas, los árboles, las aves, los abejorros, sonreímos al sabernos conectados entre nosotros y con la majestuosa Patagonia.
Lo escribo y me emociono otra vez. Veo las fotos, las conversaciones en Telegram, la vuelta a la realidad que comienza a doler. Supongo que, ante los ojos de esos lectores que no estuvieron ahí, la cosa suena muy loca, sectaria, hippiosa. Así que es hora de contar algo menos esotérico y comenzar desde el principio.
Mi vida antes del AOC
Nací y 40 años después me enteré de algo hippioso llamado Agile Open Camp. ¿Pero en verdad vale la pena ir al pinche fin del mundo a un evento ágil y los costos que esto involucra? (no sabía que de Bariloche aún queda media Argentina para llegar a la punta sur). En ese momento la respuesta fue no. Pero en las Jornadas Ágiles de Ecuador, algunos me convencieron: no te arrepentirás, dijeron. Así que cuando preguntaron en Telegram, ¿quién quiere aportar en la organización del AOC? Me sumé, aunque no sabía muy bien qué podía hacer a tantos kilómetros de distancia. Algunas reuniones después me asigné como community manager y las transmisiones en vivo.
Esta historia comenzó corriendo por Aeroparque (Buenos Aires) con el estrés de dos conexiones apuradas por retraso en el avión desde la Ciudad de México. Así que cuando me encontré a Yamit y a Camilo en el vuelo a Bariloche ya me sentía ahí. Horas después, ellos me salvaron al prestarme dinero ya que llegué sin pesos argentinos. Por ser día festivo, en el aeropuerto no hubo forma de sacar dinero.
Y tenían razón: el AOC comenzó desde antes, con una cena, un chocolate, un asado. Nos saludamos con fuertes abrazos, emocionados de todo lo que estábamos por vivir: ¿qué hiciste? ¿Cuántas horas desde tu país? ¿Es tu primera vez en el AOC? ¡Por fin nos conocemos!
Por fin llegó el jueves por la tarde. Traigo un gorro de Vikinga, le había dicho a Mara. Así que cuando nos encontramos en el puerto San Carlos, varios me saludaban levantando las manos y sonriendo ¡En verdad es un gorro de Vikinga! Salimos en el auto de Mara, Ingrid, Laura y yo. Apenas cerramos las puertas empezamos a conectarnos. No teníamos prisa, así que hicimos algunas paradas estratégicas para comenzar a disfrutar de la enormidad de naturaleza que tiene la Patagonia.
El Hotel Tronador, los hosts y la comida
Llegar al Hotel Tronador, frente al lago y las montañas fue sobrecogedor. La auto-organización nació desde el registro, la entrada a las habitaciones y los ritos de iniciación del bunker feminista (discutido), la cabaña con cinco habitaciones que me tocó compartir.
La belleza del lugar no le hace justicia a las fotos (y eso que las fotos de abajo las tomaron ENORMES fotógrafos). Las cabañas olían a madera y estaban calientitas. Había unos perros hermosos que se dejaban acariciar. El lago hipnotizaba. Por las noches la vía láctea me hacía sentir polvo de estrellas.
Mis aplausos para la gente del hotel: siempre atentos, siempre sonrientes. La comida deliciosa y extensa, hecha con ingredientes naturales. La mermelada de rosa mosqueta fue mi perdición. Y claro, el asado, ¡bravo maestro!
Imposible estar más consentidos por la naturaleza y por los barilochenses.
Las charlas relámpago
Viernes y sábado hubo charlas relámpago. La primera en participar, Liz Fetiva, nos habló sobre cómo usando la agilidad ha ayudado a los artesanos de Colombia a tener feedback continuo. Nos transmitió su pasión y amor por su país, porque mediante su trabajo los artesanos encuentren su camino. Su charla me conmovió y pensé ¡wow que comienzo tan grande! Le siguieron María Thompson con «¿Cómo realizar una charla efectiva?», con grandes tips desde el teatro para los ingenieros. Hubo charlas de cosas que desconocía como «La Teoría U» de Marta Bendomir, y Hiroshi hablando de aprendizaje y karate kid y Thomas Wallet en la ironía de hablar de Slow en una Charla Rápida y darnos 20 segundos para el silencio. Soltamos risas de incomodidad cuando nuestro cerebro se adelantaba a cómo se aplican los principios ágiles en el sexo cuando María y Martín hablaron de Slow Sex. Mi favorito: las personas y sus interacciones sobre los procesos y herramientas. Y nos cagamos de risa cuando Mauro Strione habló de las Ass driven Organizations, o en español organizaciones dirigidas con el culo. Las charlas relámpago terminaron con un «ausente» que nos hizo participar a todos en el tema «Agilidad, Cienciología y otras sectas», entre risas y diapositivas con imágenes disparatadas.
El Open Space… ¡Hola, soy Matías!
Dicen que el AOC es un enoooorme Open Space, y bueno, algo hay de eso. Claro que es un open space, pero el entorno, la gente, la magia o el misterio hacen que las conversaciones sean más poderosas. Desde el día uno descubrimos que entre nosotros había gente que no sabía casi nada de agilidad y otros para los que el AOC era su primer evento ágil. Conscientemente decidí evitar todo lo que sonara a escalar, scrum y técnicas ágiles, problemas con equipos y por-qué-la-vida-es-tan-cruel-cuando-no-estamos-en-Bariloche. Así que asistí a cosas exclusivamente para mi crecimiento personal: desde aprendizaje, pasando por comunicación no violenta, adquisición de nuevos hábitos, agile family, Yoga, conscious business y fotografía. Charlas ágiles sólo entré al «Heart of Agile» y «Fuck retrospectives», donde me hicieron un meme.
En el AOC, el Open Space es un pretexto para que en las comidas, en la fogata, entre el alcohol y las cumbias, o mientras caminamos en el bosque, hablemos más. Conversaciones profundas. Conexiones íntimas. Silencios empáticos. Gracias enormes a todos los que compartieron esos momentos conmigo.
Mención especial para todas la mujeres que ahí conocí. Mujeres que caminan fuerte, valientes, echadas para adelante, que se equivocan y que ríen. Y aplausos también para los matrimonios ágiles, me hicieron admirarlos bien cabrón.
Las Keynotes
Sin un auditorio con grandes pantallas y sillas, sin micrófono y sin sillones acolchados, ¿como son las keynotes en el AOC? ¡Geniales! Estás tan cerca que los ves a los ojos. Ríes más y platicas con los de a lado. Meditas, respiras y aplaudes. Ingrid Astiz y María Thompson nos hablaron del choque que representó conocerse. Porque viniendo del teatro y de la ingeniería, ¿qué tienen en común? La respuesta es el gusto por tomar agua tibia (¿¡WTF!?). Pero no hay que tener mucho en común para hermanarse y lograr que las diferencias las hagan crecer. Una charla desde el corazón en el que terminamos aprendiendo a respirar y escuchando el latido del otro. Agustín Villena nos habló de Test Driven Problem Solving y nos hizo reflexionar por qué vemos primero la solución no tan correcta. Martín Alaimo cerró con una conversación personal con todos. Una conversación transformadora y que me hizo hacer cambios en mi vida desde el momento que puse un pie de vuelta (pronto escribiré más).
No era Keynote pero vaya que Fernando Claverino nos movió el piso con la magia de sus cartas. Martín Salias y María Thompson abrieron con un performance del hombre y una mujer de las cavernas. Y después, la magia. Nos tenía a todos hipnotizados y sorprendidos. Casi todos los trucos tenían ayudantes. Repartir, ¡oler!, y separar cartas. ¡Y el truco salía hasta en una naranja!, (que sirvió para elaborar una bebida espirituosa). Al final, el misterio se fue develando poco a poco y en cartas con dibujos y mensajes que leíamos todos. Conforme pasaban las reflexiones, algunos comenzamos a llorar. El misterio de compartir, de saber que nos sentimos inseguros, de aún así querer estar juntos y complementarnos.
¿En serio leyeron hasta acá?
Desde mi primer Agile Open Space en la CDMX, cada evento ágil al que he asistido me ha dejado un montón de aprendizaje y sobre todo impacto en mi vida. Y este no fue la excepción. Yo llegué con chapulines, salsas picantes y mezcal y me fui con un montón de amigos y gente que admiro. Frente a ese lago tuve conexiones profundas. Hubo risas, bailes y cervezas. Recuerdo con cariño las caminatas por el campo, las conversaciones, los sabores del pisco y el fernet. Los extraño un chingomadral pero sigo adelante sabiendo que: