Míralo Así: Uber es la Víctima

Isaac de la Peña
Conexo Ventures ES
Published in
7 min readMay 29, 2019

La gigantesca oferta pública inicial (OPI) de Uber a principios de este mes fue un hito fundamental para la llamada “era del unicornio”. La pregunta abierta era si una empresa con crecimiento lento y continuas pérdidas operativas podría defender su valuación en el mercado privado. Ahora, con las acciones de Uber en $40 en el momento de escribir este post, la firma vale significativamente menos que los $45 por acción a la que salió a bolsa. Así que la respuesta hasta ahora es: no señor, no se puede.

Uber cotizando en el NYSE

Uber se apresuró a culpar a las condiciones del mercado por los decepcionantes resultados, dado que estamos experimentando un período de agitación asociado con las negociaciones comerciales entre USA y China, el aumento de las tensiones políticas en Europa debido al Brexit y el aumento del populismo, además de cierta desaceleración en el crecimiento del PIB mundial. Esa es siempre una excusa fácil; cabe señalar que este Abril, en condiciones de mercado similares, las acciones de Zoom Video Communications cerraron su primer día de negociación a $62, un 72% más, valorando la compañía en casi $16 mil millones, y las acciones de Pinterest se dispararon en su debut comercial, recaudando $1.4 mil millones en la segunda OPI más grande del año anterior a la de Uber.

Ahora bien, la mayor salida a bolsa del año anterior a la de Uber es más indicativa de lo que realmente está sucediendo aquí: fue la de Lyft, el rival más feroz de Uber en el mercado del transporte en automóvil. Su oferta pública reflejaba los mismos patrones bajistas decepcionantes. Y para cerrar el asunto sólo cabe mencionar que a partir del cierre de ayer, la revolucionaria compañía de proteínas veganas Beyond Meat ha ganado un 244% desde su salida a bolsa el 1 de Mayo, mientras que Uber y Lyft, los dos debuts más esperados del año, han dejado a los inversores en rojo. Con pérdidas del 9% y 21% respectivamente.

La app y servicio de transporte en automóvil de Uber

Así que lo que realmente pone en evidencia el fiasco de Uber es que las compañías que se hacen públicas a fuerza de marca en lugar de fundamentales lo tienen muy difícil para ganarse la confianza de los inversores de los mercados cotizados. Uber ciertamente estaba al tanto de esto: CNBC informa que los banqueros privados de Uber decidieron usar una venta en corto descubierta, una técnica que a menudo está fuera de la ley y bastante mal vista en el contexto de una OPI, en un intento inútil de apuntalar las acciones en su salida a bolsa.

Con el ego un poco magullado, Uber publicó una nota diciendo: “Recuerden que los días posteriores a la salida a bolsa de Google y Facebook fueron increíblemente difíciles para esas compañías. Y observen cómo se han recuperado desde entonces”. Ok, de acuerdo, pero las ganancias operativas anuales de Google y Facebook en el momento de sus salidas fueron de $423.8 y $1.75 mil millones, respectivamente, mientras que Uber se sitúa en menos $3.03 mil millones. Así que no vamos a contener la respiración en este punto.

No me malinterpretes, no quiero ser demasiado duro con Uber porque ese no es el problema de raíz. Todo lo dicho no significa necesariamente que Uber sea una mala inversión, ni que no puedan tener éxito a largo plazo con su estrategia actual. Simplemente no es el tipo de inversión que los mercados de valores están listos para aceptar.

Lyft, el competidor principal de Uber

Esto apunta a un problema estructural más amplio en el núcleo de nuestro sistema financiero; el hecho de que el número de empresas que cotizan en bolsa en USA ha disminuido de manera constante desde 1997. Más compañías han desaparecido que entrado en la bolsa cada año de los últimos 20 excepto uno, el 2013. El canto de cisne se produjo en el año 2000, con 8000 empresas cotizando en bolsa, y hoy en día el número se ha reducido a la mitad, con alrededor de 4000 compañías. Desde una perspectiva aún más impactante, el grupo se está reduciendo incluso cuando la población y la economía se expanden: en 1976 había alrededor de 23 compañías registradas por cada millón de ciudadanos estadounidenses. Hoy en día, está más cerca del 11 por millón.

Al nivel más básico, menos acciones significa menos opciones. Resulta más difícil crear una cartera diversificada cuando no se cuenta con una diversidad de acciones para elegir. ¿Porqué sucede esto? Por supuesto se produce mucha actividad de fusiones y adquisiciones (M&A), y no hay nada de malo en eso. El problema surge cuando no hay suficientes IPOs para reponer el grupo y dar a los inversores acceso a nuevas empresas. ¿Y por qué una empresa como Uber o Pinterest decidiría no buscar financiamiento público? Pues debido a las regulaciones más estrictas que recaen sobre las empresas cotizadas y en paralelo el auge en el mundo del capital privado.

Las empresas prefieren no sufrir los altos costos adicionales asociados con el cumplimiento normative (como la Ley Sarbanes-Oxley), tampoco desean responder ante una junta general de accionistas y no quieren compartir detalles financieros públicamente. Estas son algunas de las quejas que Elon Musk tenía en mente durante su famoso tira y afloja con la SEC al especular en Twitter con la posibilidad de llevar a Tesla de vuelta a manos privadas.

El controvertido tweet sobre “Privatizar Tesla” de Elon Musk

Al mismo tiempo, los mercados privados crecieron en profundidad, amplitud y sofisticación para adaptarse a las necesidades financieras de estas empresas que preferían permanecer en manos privadas y poder cubrir rondas de miles de millones. Desde luego, ha sido una oportunidad increíble tanto para los fondos de venture capital como los de private equity, pero se está convirtiendo en una enfermedad. Antes de Sarbanes-Oxley, la edad promedio de una empresa en el momento de su OPI era de 3.1 años. Hoy en día, es más como 13.3 años, según S&P Global Market Intelligence.

Tales retrasos en el canal de liquidez más importante para los fondos (a parte de la actividad en M&A) eventualmente perjudican a los inversores de ambos lados. El hecho de que los reinos público y privado se separen dramáticamente en orientación, métricas y apetito conduce a dos consecuencias perniciosas que estamos experimentando hoy: o bien las empresas alcanzan el punto de salida a bolsa cuando ya han consumido todo su potencial de innovación (es decir, cuando los inversores privados han cosechado la mayoría de los beneficios y, si me permiten la expresión, todo el pescado fresco está ya vendido) o bien las compañías lanzan OPIs con un potencial de crecimiento no realizado que el mercado no compra, no paga por ello y, por lo tanto, supone un coste de oportunidad en relación con los inversores privados, como en el caso de Uber.

Por eso me parece tan emocionante que a principios de este mes, la SEC aprobara la creación del Long-Term Stock Exchange (LTSE), una bolsa de valores con sede en Silicon Valley que dará más opciones a las compañías de tecnología de alto crecimiento para cotizar sus acciones fuera de las plazas financieras tradicionales de Nueva York.

El LTSE es un intento de construir una bolsa de valores en la capital tecnológica mundial que atraiga a las nuevas empresas, especialmente aquellas que pierden dinero y desean centrarse en la innovación a largo plazo, incluso mientras operan bajo el escrutinio de los mercados cotizados.

Eric Ries hablando acerca del Long-Term Stock Exchange

Este concepto es una creación de Eric Ries, una figura clave en el movimiento lean startup que ha estado madurando la idea durante años. La visión de Eric es clara en cuanto a que la obsesión de las bolsas actuales en los resultados a corto plazo provocan una disminución de la innovación. Además de todo lo que ya mencionamos arriba, un estudio realizado en 2017 por un grupo de expertos mostró que el hecho de salir a bolsa está correlacionado con una disminución del 40% en las patentes durante los cinco años posteriores, como consecuencia de la presión por satisfacer las expectativas a corto plazo de los analistas.

La nueva bolsa tendrá reglas adicionales diseñadas para alentar a las compañías a focalizarse en la innovación a largo plazo en lugar de la rutina de los informes de ganancias trimestrales. Para ello requerirá límites en los bonos ejecutivos a corto plazo, así como una mayor divulgación a los inversores sobre el cumplimiento de los hitos en el plan de negocio, y recompensará a los accionistas de largo recorrido al otorgarles más poder de voto cuanto más tiempo conserven sus acciones.

En conclusión, el plan de Eric es que las empresas salgan a bolsa más pronto y lo hagan manteniendo la capacidad de seguir experimentando. De esta manera se puede crear más valor en los mercados cotizados, cerrando esa enorme brecha entre los ámbitos privado y público y dando a los inversores minoristas la oportunidad de sacar provecho de las nuevas empresas de gran potencial. ¡Esto es innovación y creación de valor en su máxima expresión!

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