Consejos Inútiles

molinos
Consejos de supervivencia
3 min readOct 6, 2015

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Los consejos son una lacra. Ahora mismo solo se me ocurren dos buenos consejos que hay que seguir a rajatabla: no mezcles al beber y lleva la ropa interior conjuntada.
El resto, sean bienintencionados o no, hay que ignorarlos. Aunque estén asumidos por la sociedad como sabiduría suprema suelen ser una completa majadería.

Ten paciencia.

Soy impaciente, muy impaciente, impaciente elevado a la enésima potencia. Aconsejarme que tenga paciencia es más o menos igual de inútil que pedirme que haga una ecuación integral, que me gusten las alcachofas o que me parezca a Halle Berry, es imposible. Así que si hago el esfuerzo de contarte uno de mis problemas, aunque la solución sea esperar, no me lo digas.

Sécate el pelo que si sales a la calle con el pelo mojado te vas a coger una pulmonía.

Todos los días salgo a la calle con el pelo mojado y jamás he cogido una pulmonía. Sinceramente creo que es un bulo creado por los fabricantes de secadores que son un invento diabólico. Vas a la peluquería, ves a la “estilista capilar” manejarlo mientras te deja el pelo estupendo y crees que tú podrías hacerlo igual, que solo te falta el instrumento. Mentira. Secarte el pelo es un coñazo, nunca queda como en la peluquería y lo que es más importante, no previene contra la enfermedad.

No te lo tomes así.

¿Qué quiere decir esto? ¿Que no me lo tome cómo? ¿Que no lo estoy haciendo bien? Que además de tener un problema, el que sea, encima mi actitud no es la adecuada. Veamos, así que el problema no es lo importante… ¿lo importante es cómo me lo tome yo? Esto quiere decir que si yo no me tomara las cosas como me las tomo, no tendría problemas. Ahora que lo pienso, mi madre es muy de este consejo: “No te lo tomes así, no es que yo prefiera a tu hermano es que él me necesita más”.

Déjalo estar.

Esto me saca de quicio. ¿Cómo que déjalo estar? Si algo me cabrea o me exaspera hasta el infinito no puedo dejarlo estar. Tengo que hacer algo, cabrearme, gritar, decir una ironía que tumbe al que sea, maquinar una venganza feroz, revolcarme en autocompasión, zamparme una palmera de chocolate, ver una peli de Woody, lo que sea, pero no puedo “dejarlo estar”. ¿Cómo se hace eso? ¿Dejar estar las cosas? A mí me parece el colmo de la cobardía.

No pienses en eso.

Esto me fascina. ¿De verdad que hay gente capaz de controlar lo que piensa? ¿Hay alguien ahí capaz de decir “no voy a pensar en esto”? ¿Dónde estaba yo cuando Dios adjudicó ese pedazo de don? ¿Alguien quiere hacer un trueque de ese don por alguno de los míos?

Anímate.

Este es el colmo del simplismo. Alguien cuenta su situación que obviamente no es la mejor ni invita a la risa, el descojone y la chanza, saca toda su pena, tristeza, marrón o lo que sea y lo que escucha a cambio de ese esfuerzo expresivo es una simpleza del tipo “ Anímate”.

“Anímate” suena a conversación eco, suena a que estás poniendo una oreja y tus neuronas de la retentiva solo escuchan: y entonces… y claro… y estoy hecha polvo…. polvo… polvo… polvo…

Y en tu simplismo aconsejador dices ¿qué puedo decir sin que se note que no me he enterado? Ya lo tengo: “Anímate”.

A mí cuando me dicen eso… me dan ganas de decir, a lo que creo que me voy a animar es a partirte las piernas.

Piensa que podría ser peor.

Ahora mismo no se me ocurre nada peor que qué tú seas la única persona que he encontrado para que me aconseje.

Si me pasara a mí no me preocuparía.

Si te pasara a ti, a mi tampoco me preocuparía.

Publicado originalmente en www.cosasqmepasan.com el 6 de septiembre de 2010.

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