Hay algo particular con los enjambres de abejas y es esa capacidad de hacer un zumbido, un bullicio incesante, alrededor del panal. Nos tomamos las calles de Cali con un luto ceremonial: salimos del panal. Transitamos, tambores y velas en mano, con la algarabía propia de quien no guardará más silencio. La consigna:
“No esperar a que sigan asesinando líderes en Colombia”.
«Van muchos muertos y parece haber empeorado desde que se supo que Duque ganó la Presidencia», afirma Angélica Castilla, estudiante de la Javeriana, mientras enciende su veladora y trata de envolverla en un cono de cartulina para evitar que el viento apague la llama.
A Juan Giraldo, estudiante de Univalle, le preocupa la incapacidad de las Fuerzas Armadas para brindar garantías a los líderes: «Colombia está grave en materia de Derechos Humanos y eso se puede explicar por el resurgimiento de ejércitos paramilitares en las zonas rurales del país en medio de una inoperancia o alcahuetería de las Fuerzas Militares».
Ruth Gardeazabal, una docente pensionada, afirma que la única forma de que los grandes medios de comunicación fijen sus lentes en los asesinatos de líderes en las zonas apartadas es “si salimos a las calles”: «¿Vos creés que es justo que Rcn y Caracol resuman los asesinatos de líderes en líos de faldas? Por eso es que hay que marchar, porque así es que los hacemos cubrir la noticia de que están matando gente en Colombia para que no se hagan los de la vista gorda».
Hay, en el fondo, una suerte de inconformidad. Los ambientalistas creen que son multinacionales las que financian los asesinatos de líderes para poder saquear los recursos naturales de los territorios afectados. Los viejos recuerdan el exterminio de la Unión Patriótica. Los más jóvenes llevan pegadas en las camisetas la foto de algún líder masacrado. “No importa si es un desconocido, aquí lo hacemos propio”. Lo velamos. Recordamos. Es que “era el putas porque defendía el agua”.
“Nos están matando”…
“Nos están matando” es la frase esparcida. Ruido que de tanto repetirse hace un eco colosal.
Por ahora, recordamos a nuestros muertos afrodescendientes, a los indígenas, a los “maricas” como dicen los más godos, a los mestizos de la Colombia Humana, a quienes recibieron disparos por defender la vida en zonas a las que sólo se llega en chalupa o a caballo, zonas de caminitos escarpados y sin pavimentar, en donde la muerte impera.
Prendemos una vela para que se detenga esta masacre nacional, para que los medios de comunicación reiteren en uno de sus segmentos que los colombianos estamos indignados por la masacre de compatriotas a los que ellos no suelen dar relevancia.