TeléfonoRoto
Contamos lo que pasa
5 min readAug 8, 2018

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E s curioso que el arcoíris se presente como una refracción de la luz entre las gotas de agua, cuando ésta luz choca contra lo tráslucido de la lluvia se produce un fenómeno visual multicolor conocido y amado universalmente; de hecho, el arcoíris para las religiones abrahámicas es el símbolo de la promesa de Dios para no castigar (de nuevo) a la humanidad con un diluvio, el pacto de la paz, la alianza para no hacernos daño.

El pasado 1 de julio marchamos ondeando el arcoíris como bandera, como queriendo decir nuevamente: como la luz, nos hemos refractado a través de las tormentas, de las violencias, de la discriminación y el rechazo; y ahora, mucho más fuertes, hemos creado un nuevo fenómeno que escapa más allá de lo visual, el fenómeno de la esperanza, el fenómeno de la unión.

Y en ese fenómeno cupimos todos los fenómenos: cupieron todos los colores, se le dio lugar a todas las voces, no se excluyó ninguna luz, y ningún canto.

Y hubo tonos rojos, que recordando la sangre que se ha derramado y haciéndole eco a la bandera colombiana, se bailaron con la fuerza deslumbrante de la pasión cuando luchamos. Y hubo tonos naranja, como los atardeceres que muchos ojos de otr+s han mirado, con resignación, esperando un mejor amanecer.

Y hubo destellos amarillos, sonrisas que chocaban con la inmensidad del sol y con la fuerza del fuego para decir: “Yo me celebro, y me amo y me reconozco”. ¿Será que por eso Gabriel Garcia Márquez coloreó de amarillas a las mariposas? Para decirnos, que en ejército, las mariposas también pueden arder en esperanza. Que unidas, las mariposas amarillas somos el sol.

También nos teñimos de verde, como diciendo y glorificando la diversidad que está presente en la naturaleza, en cada prado, cada césped, cada árbol, cada bosque, cada sabana, cada páramo, cada flor, cada montaña, cada selva en su diferencia y en su exclusividad, en su armonía con el todo y en su individualidad; también así somos los seres humanos: Diversos, únicos, indivisibles del todo y libres.

Y también hubo tintura azul, que nos recordó la nostalgia del ayer y la expectativa del mañana, pues cuanto más se agranda lo imponente del océano, más nos animamos a navegar hacia el horizonte, donde el cielo y el mar se estrellan. Porque allí llegaremos, todas y todos los que por años se nos ha dicho que no tenemos derecho a navegar. Porque amar es un viaje, amar es navegar. ¿Desde cuándo amar — y navegar — se volvió un pecado? ¿Cuándo nos matamos por amar — y navegar -?

Y cuando terminábamos de colorear la bandera con el violeta, nos preguntamos por los colores de l+s que no tienen. L+s sin techo, l+s que no son libres. Porque aunque nadie sea libre, esa tarde y esa noche del primero de julio nos sentimos libres, libres como no lo somos los otros 364 días del año.

Libres, como el poder de una mujer trans cuando se maquilla. Libres como las manos de dos mujeres, o dos hombres, agarradas, aferradas, enfrentándose al mundo, a sus propios diluvios — y ninguna alianza de que no les harán daño, ninguna promesa vacía -.

Ese día y esa noche, caminamos el sendero de ese arcoíris interminable, ese camino de luz refractada que nos llevó a andar, triunfantes por la calle diciendo: “Nosotr+s somos el arcoiris, somos la promesa, somos la esperanza”, cantándole a dioses o tal vez no, a la paz, a la tolerancia y al respeto. Pidiendo clamantes un nuevo símbolo de amor eterno, de que no nos castigarán con nuevos diluvios, no otra vez.

Triunfantes y derrotad+s, glorios+s y tristes, recorrimos desde el parque de las banderas hasta la plaza de la gobernación, sudad+s, cansad+s, felices, recordándonos a nosotr+s mism+s que somos uno, que somos tod+s. Que inseparables e inquebrantables atravesaremos las gotas del aguacero de la discriminación y exclamaremos con orgullo: Fuimos y seremos luz, persistimos, justo como el arcoíris.

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Plataforma de gestión, comunicación alternativa e investigación del sector cultural de Cali y Cartagena — Colombia.