El concepto tiempo en la era digitalizada

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30 min readOct 28, 2020

La aparición de Internet

Hasta el 1000 dC, la escritura no tenía espacio entre palabras, se limitaban a transcribir el habla, escribían lo que les dictaba su oído; como cuando hablamos, las palabras fluyen continuamente de nuestros labios. Esto convertía la lectura en un proceso muy laborioso, complicado y lento que pocos eran capaces de seguir.

La desaparición de la “sripctura continua” marcaría un antes y un después en la escritura, la estructura de la lengua y la forma de pensamiento del ser humano. La colocación de espacios supuso un alivio a la hora de descifrar los textos, posibilitando que la gente aprendiera a leer con más rapidez. Esta fluidez requirió complejos cambios en los circuitos cerebrales. “El lector consumado -explica Maryanne Wolf- desarrolla regiones especializadas del cerebro orientadas a descifrar rápidamente el texto”.

A medida que el cerebro se acostumbra a descifrar los textos, convirtiendo un exigente ejercicio de la resolución de problemas en algo automático, el lector puede dedicar más tiempo en la interpretación de éste.

“Al alterar el proceso neurofisiológico de la lectura, la separación entre palabras liberó las facultades intelectuales del lector”- escribe Saenger.

La lectura no solo era importante por el conocimiento que se adquiría a través de las palabras del autor, sino por la forma en que estas palabras activaban vibraciones intelectuales dentro de sus mentes. La lectura prolongada, sin distracciones, permitía a la persona sacar sus propias conclusiones, desarrollar sus propias ideas. “Piensa profundamente porque lee profundamente”.

Al facilitarse la escritura, los autores dejaron de necesitar la ayuda de un escribano -encargado de redactar lo que el autor le dictaba- y se lanzaron a escribir sus propias obras. Pronto la escritura adquirió un tono más intimista, ya que el pudor de compartir tus pensamientos más personales con un escribano, desapareció. Esta independencia hizo que la escritura diera un vuelco en la historia; las universidades introdujeron la lectura privada como algo esencial en el estudio y las bibliotecas desempeñaron un papel muy importante en la educación. Hacia el siglo XV No tardarían en aparecer las editoriales, la máquina de escribir y los libros de bolsillo, convirtiendo la escritura en algo más asequible para todo el mundo.

Pero la verdadera revolución no apareció hasta el siglo XV, período en el que, Johanes Guttemberg, marcaría un antes y un después, con la invención de la imprenta. La época moderna sería inconcebible sin ella, ya que su uso cambió por completo la cultura occidental y posteriormente, la historia del mundo. Hasta el momento, los conocimientos se habían transmitido mediante manuscritos elaborados por monjes. De esta manera, el feudalismo otorgaba el papel de reproducción y difusión de conocimientos a la iglesia católica, por lo que también aceptaba que ésta hiciese un papel censor y seleccionara los temas de los que se podía hablar y los que quedaban relegados al olvido.

La imprenta supuso así, la revolución más importante contra los poderes absolutos, ya que extendió el conocimiento, algo que estos poderes guardaron para sí mismos durante los diez siglos que duró la Edad Media. A parte, con ésta, el proceso de copiado se aceleró y en cuestión de unos pocos años los escritos abarcaron un público enorme gracias a la difusión de conocimiento y el abaratamiento de los costes de producción, estimulando, de esta manera, la alfabetización. La imprenta contribuyó al desarrollo de un mayor individualismo y racionalismo, significó una auténtica revolución tecnológica aplicada al arte de la escritura y fue la semilla del periodismo. Otro cambio empezó a gestarse a finales del siglo XX, cuando además de la información en papel, aparecieron otros aparatos de entretenimiento y difusión; la radio, el cine, el fonógrafo y finalmente, la televisión.

A pesar de la novedad, la cultura dominante seguía transmitiéndose a través de la imprenta. La gran revolución en la transmisión de la información llega con la aparición del ordenador, a final de siglo; donde la información impresa es poco a poco sustituida por la digital. Él se convierte en nuestro compañero más fiel, e Internet, su red internacional, en nuestro medio de comunicación favorito para almacenar, procesar y compartir información. El mundo de la página es muy diferente al de la pantalla. Una nueva ética intelectual se está consolidando.

“Los cambios de nuestro cerebro vuelven a rediseñarse” -dice Nicholas Carr.

La aparición de las demás tecnologías captó rápidamente la atención y el interés del mundo: Era una innovación tecnológica, la modernidad, el futuro global. Y con ella, pronto, los cambios en la forma de trabajar se empezaron a percibir en todos los ámbitos de la vida; Ya no era una herramienta para trabajar, se había vuelto en un medio de comunicación global. Se empiezan a intercambiar correos electrónicos, conversar en foros o leer artículos o periódicos varios. Al poco las innovaciones aumentarían; al igual que la capacidad de los mega bytes, la pantalla se sustituiría por una de color y mayores dimensiones. Aparecieron nuevas actualizaciones, el CD y su portador… hasta llegar al INTERNET. La “red de redes”, que lo cambiaría todo. A partir de aquí ya sabemos el resto; chips cada vez más veloces. Discos duros con capacidades de Gigabytes. Yahoo. Amazon. Ebay. MP3. Youtube y Wikipedia. Y google. Blackberrys y iPhones.

Llegó un punto donde el flujo de contenido gratis se convirtió en un ciclón acelerado y sostenido de información simultánea a través de todo el planeta. “Fue a mediados del 2007 cuando empecé a tener dudas. La red estaba ejerciendo mayores influencias en mí de las que había ejercido el ordenador de mesa. No solo había multiplicado los minutos que pasaba delante de una pantalla y me había separado mucho de mis costumbres y hábitos, sino que empecé a sentir cambios en mi manera de cómo mi cerebro funcionaba”.

“Mi cerebro había cambiado, yo había cambiado.” — Nicholas Carr.

Esta revolución de la comunicación, ha producido un cambio radical en toda la humanidad, poniéndola en red y generando grandes flujos de información y globalización.

El descubrimiento de la neuroplasticidad

Las lesiones que le provocarían al joven Friedrich Nietzsche el haberse caído de un caballo, lo marcarían para siempre. Hacia el 1879 sus problemas de salud lo obligaron a renunciar a su cátedra de filosofía, y a la larga, el dolor y esfuerzo, que implicaba mantener la vista fija en una página, causó que tuviera que renunciar a sus escritos por completo.

Agudizando su ingenio consiguió resolver su problema comprándose el modelo más eficaz que existía en el mercado de máquinas de escribir; la “Writting Ball Malling-Hanser”. Una vez memorizado el teclado, fue capaz de escribir con los ojos cerrados, usando sólo la yema de los dedos.

Pasado un tiempo, la máquina de escribir no solo lo había salvado, sino que lo había cambiado sutilmente. Su amigo Heinrich Köselitz le remarcó en una carta “hasta puede que este instrumento os alumbre un nuevo idioma” -señalando que- “mis pensamientos, los musicales y los verbales, a menudo dependen de la calidad de la pluma y el papel”. “Tienes razón -respondió Nietzsche-. Nuestros útiles de escritura participan en la formación de nuestros pensamientos”.

Su escritura se había vuelto, a boca de su amigo, más estricta, con una contundencia nueva. Mientras Nietzsche aprendía a escribir a máquina en Génova, unos 500 km al noreste de allí, un joven estudiante de medicina, llamado Sigmund Freud, estaba trabajando como investigador en un laboratorio de neurofisiología Vienés.

A través de sus estudios en los sistemas nerviosos de peces y crustáceos, sostenía la teoría de que el cerebro, al igual que los otros órganos del cuerpo, estaba formado por células. E introdujo el concepto de “barreras de contacto”, esenciales para la formación de nuestros pensamientos y memoria.

Por aquel entonces, la mayoría de médicos creían que el cerebro estaba formado por un único tejido de fibras nerviosas. Sin embargo, la teoría de Freud fue confirmada, más tarde, por los mismos científicos que descubrirían el funcionamiento de las neuronas y su proceso sináptico (lo que Freud había denominado “barreras de contacto”).

Las neuronas se componen por núcleos -que desempeñan funciones comunes en todas las células-, dendritas -ramificaciones que constituyen los alrededores del núcleo- y los axones -filamento por el cual, con ayuda de los neurotransmisores, fluirán los impulsos eléctricos-.

Cuando llevas a cabo una acción, las neuronas responsables del apartado al que pertenece el acto, se activan. Éstas, reciben un impulso eléctrico por la punta del axón, el cual fluirá por el mismo hasta llegar a las dendritas de la neurona, encargadas de transmitir el impulso a las dendritas vecinas. Éste proceso sináptico es la manera en que las neuronas se comunican entre sí, dirigiendo la transmisión de señales por complejos canales celulares.

Nuestros pensamientos, recuerdos y emociones nacen de las interacciones electroquímicas entre neuronas, con mediación de la sinapsis.

Durante el sXX, neurólogos y psicólogos descubrieron que dentro de nuestros cráneos teníamos 100 mil millones de neuronas y que cada una de ellas creaba mil conexiones sinápticas. Los miles de billones de sinapsis forman una malla neurocelular que provocan lo que pensamos, sentimos, lo que somos.

Aunque hubieron nuevos descubrimientos y teorías modernas, una seguía aún firme: la mayoría de biólogos y neurólogos seguían creyendo que la estructura cerebral de un adulto nunca cambiaba. Creían que a partir del nacimiento de un bebé, la neurogénesis -proceso en el que se crean nuevas neuronas- se iba deteniendo a medida que este crecía. Hasta llegar a los 20 años, donde las estructuras que fueron maleables y plásticas quedarían fijas y totalmente imperturbables. A partir de esta edad ni se crearían neuronas ni se establecerían nuevos circuitos.

Sin embargo, más tarde se descubrió que no solo el cerebro mantenía su maleabilidad y plasticidad hasta nuestra muerte (disminuye a medida que envejecemos pero nunca desaparece) sino que podían crear nuevos circuitos neuronales. El cerebro se moldea y adapta según la interacción con el entorno en el que te encuentres. A medida que ganamos experiencias y nuevas conductas, las conexiones se fortalecen. Mientras que aquellas que no utilizamos se debilitan y mueren. Este proceso se llama “poda sináptica”.

El biólogo británico J.Z. Young, en una serie de conferencias difundidas por la BBC en 1950 dijo; “Hay pruebas de que las células de nuestro cerebro, literalmente se desarrollan y aumentan de tamaño con el uso, así como se atrofian o consumen por falta de uso -dijo-. Puede ser pues, que cada acción deje cierta impresión permanente en el tejido nervioso”.

Los beneficios de este descubrimiento son infinitos. Nos permite aprender diariamente nuevas habilidades; desde aprender un idioma, a resolver problemas matemáticos. Tocar un instrumento, pintar, adaptarnos a nuevas situaciones o superar experiencias traumáticas o complicadas.

Facilita la cura de enfermedades cerebrales o parálisis que, de no ser dotado de esta plasticidad, no tendrían cura alguna. Te ayuda, en general, a ampliar nuestros horizontes.

Influencia de internet en la neuroplasticidad

Actualmente, a causa de las tecnologías, entrenamos a nuestros cerebros para captar, analizar y absorber la información velozmente, de una manera muy interrumpida y distraída.

Esto refuerza esas partes de nuestro cerebro que son buenas para la multiárea, o cambiar de foco muy rápidamente. Lo que no tenemos en cuenta, es que al focalizarnos tanto en esta parte cerebral, dejamos de lado una fundamental; no estamos ejerciendo las partes del cerebro especializadas en la concentración, y atención profundas; como la reflexión o contemplación, las cuales se vuelven más débiles.

El proceso de prestar una atención profunda a algo, activa otros muchos más procesos de pensamiento profundos; la memoria de largo plazo, el pensamiento crítico o el desarrollo del pensamiento conceptual. E ahí el problema con las tecnologías; nos debería preocupar nuestra dependencia por unas máquinas especializadas en la distracción.

Pérdida de la capacidad de concentración

Las ventajas de tener acceso inmediato y fácil a una fuente infinita de información, son increíbles y han sido reconocidas y aplaudidas por el mundo entero.

Es un medio que reúne opiniones, ideas e informaciones que antes estaban dispersas por el mundo y prácticamente nadie podía beneficiarse de ella, y la pone en común y al alcance de todos, con las infinitas posibilidades que ello implica. Pero como muy bien dijo McLuhan una vez; “el medio es el mensaje”.

Nuestro proceso de pensamiento se acaba influyendo por la manera en cómo está organizada y distribuida la web; desdoblando un abanico de información, superficialmente analizada en calidad y elegida en cantidad.

Tenemos la errónea idea de que cambiar rápidamente el foco de atención nos permitirá poder abarcar más “conocimiento”.

La Web es un veloz flujo de palabras, con el que tenemos que desarrollar la habilidad de cazar, con la máxima rapidez posible, las secuencias de este chorro informativo que más nos interesan. El problema es que estamos más atentos en pescar algo con rapidez que en lo que realmente hemos pescado. En última instancia, lo que se consigue con la multitarea, segun explican G.LLorca y L.Cano, es “una fragmentación de la atención en pro de una productividad que a la larga es cuestionable.”

Lo que está haciendo la web, es debilitar nuestra capacidad de concentración y contemplación.

Scott Karp confiesa haber dejado de leer libros completamente “estudié literatura en la universidad y era lector voraz de libros. ¿Qué ha pasado?” “y si toda mi lectura es online no tanto porque ha cambiado el modo en el que leo, es decir, por pura conveniencia, sino porque el modo en el que pienso ha cambiado?

Bruce Friedman, patólogo de la facultad de medicina de la Universidad de Michigan reconoce;

“he perdido la capacidad de leer y absorber un artículo largo en pantalla o papel” “Incluso el post de más de 3 o 4 párrafos es demasiado para absorber. Lo troceo” Philip Davis, un doctorado de comunicación por la Universidad de Cornell, dice; “leo mucho, o al menos debería estar leyendo mucho, pero no lo hago. Hago scrolling. Tengo muy poca paciencia para los argumentos largos, trabajados, matizados”.

Y es ahí, cuando uno se da cuenta de que tanta información constante, sin límite ni filtro, se acaba convirtiendo en un barullo de textos de los cuales tu necesidad de llegar a todos ellos, potencia una lectura “en diagonal”, superficial. Una lectura con lo más básico, la corteza del núcleo.

Ésto nos acaba convirtiendo en personas con millones de libros a nuestra disposición de los que solo conocemos sus sinapsis. Porque para leerlas necesitaríamos tiempo y eso es algo de lo que creemos tener escaso.

La web se ha convertido, para mucha gente, en algo esencial para el trabajo, los estudios o la vida social. Y en muchos casos, en los tres anteriores.

Lo impresionante es que si la web ha conseguido, en poco más de 20 años, convertirse en un acompañante imprescindible del hombre, ¿qué va pasar en 1 siglo o década? El acompañante sustituirá al acompañado?

Redes sociales: La nueva dependencia

Mucha gente se mantiene en la superficie, porque no quiere nadar y solo flota placenteramente. Esa es la manera más cómoda de vivir; lo contrario requeriría un esfuerzo que muchos no están dispuestos a hacer.

Nos venden la idea de que todo lo que el ser humano es capaz de hacer, las tecnologías lo harán más rápido y mejor.

Así es que, con la excusa de ser “nuestra tercera mano”, nos evitan cualquier esfuerzo y facilitan la totalidad de nuestros movimientos, físicos y mentales. Acomodándonos, lentamente, en una especie de burbuja, en la que quedamos a merced de lo que quiera darnos el software y en la que cada vez somos menos capaces de desarrollar habilidades y actitudes complejas propias: Si en este preciso momento se cortara la electricidad, probablemente el mundo permanecería parado el tiempo que durara el “apagón”. Esta ley del mínimo esfuerzo a la cual nos conducen, se paga con la dependencia, la pérdida de libertad.

Parece que aquello que no se pueda hacer con el ordenador, como la reflexión, la contemplación o la introspección, ya no tengan importancia. El concentrarte en tus propios pensamientos, tener una conversación profunda con alguien sin que las notificaciones la interrumpan, disfrutar de la soledad o concentrarte durante mucho tiempo en una cosa en vez de estar disperso. Que lo importante sea mantenerse conectado siempre a la red y procesar mucha información rápidamente. Aun teniendo muchos beneficios, las tecnologías influyen a un nivel muy profundo. Hay estudios que soportan la idea de que la computarización de muchas tareas cotidianas, así como la búsqueda, la asimilación o la evocación de datos ha llevado a una creciente disminución de la memoria personal: Con toda la información a la que nos permite acceder Internet, la mente humana se acostumbra a no depender tanto del almacenamiento de memoria a largo plazo, dando por sentado que el ordenador o aparatos electrónicos varios serán capaces de hacerlo por él.

Social dilemma

El proyecto nace a partir de la preocupación que nos surge a partir del reciente documental de Netflix “Social Dilemma”. Es una crítica a la manipulación que existe detrás de las principales tecnologías de comunicación instantánea y sus nocivos efectos en la mente humana, centrándose en la explotación de sus usuarios para beneficios económicos a través del capitalismo de vigilancia y la minería de datos. Después del documental, nos surgió la curiosidad de investigar en mayor profundidad cuales son las técnicas que se usan para captar la atención de los usuarios, para qué y cómo utilizan nuestros datos robados y qué podemos hacer para evitarlo.

A partir de las recomendaciones de algunos profesores, hemos dividido la investigación en 6 libros; “The shallows. What the internet is doing with our brains.” de Nicholas Carr; “Hooked” e “Indistractable” ambos del autor Nir Eyal; “El aroma del tiempo, Un ensayo filosófico sobre el arte de demorarse” de Byung-Chul Han; “Esclavos del tiempo” de Judy Wacjman y “Espacio y tiempo en el siglo XXI: velocidad, instantaneidad y su repercusión en la comunicación humana” de Germán Llorca y Lorena Cano.

Hooked: How to Build Habit-Forming Products

Las tecnologías que usamos nos han forzado a adoptar conductas y también han generado nuevas adicciones. Los psicólogos cognitivos definen los hábitos como “conductas automáticas estimuladas por señales situacionales”. Son cosas que hacemos con poco o ningún pensamiento consciente. Los productos y servicios que usamos habitualmente alteran nuestro comportamiento, porque así es como fueron diseñados.

The Habit Zone

Los hábitos establecidos dirigen cerca de la mitad de nuestras actividades diarias y constituyen una de las formas en que el cerebro aprende conductas complejas. Los neurocientíficos creen que los hábitos nos permiten enfocar nuestra atención en ciertas cosas, reservando respuestas automáticas para las acciones involuntarias.

Fomentar los hábitos en los consumidores es una manera eficaz de aumentar el valor de la empresa y manejar de forma óptima el ciclo de vida del cliente. Este ciclo es la cantidad de dinero gastada por un cliente antes de ser captado por un competidor, lo que conlleva el fin del uso de nuestro producto. Los hábitos de consumo incrementan tanto la duración como el volumen del ciclo de vida del cliente.

Las cuatro fases del modelo

From “Hooked” by Nir Eyal

1- Disparadores: ¿qué quieren realmente los usuarios?

Los disparadores son generadores de conductas. Seamos o no conscientes de ello, los disparadores nos impulsan a realizar una acción. Por tanto, las tecnologías que forman hábitos deben, en primer lugar, modificar un comportamiento a través del uso de llamadas explícitas de atención. Estos disparadores se encuentran en nuestro entorno y están compuestos por información que se comunica al usuario. Las imágenes de las máquinas dispensadoras, los correos electrónicos que nos exigen iniciar una sesión en algún sitio web o los iconos de apps en nuestros teléfonos son ejemplos de disparadores externos. Su propósito es activar al usuario para que haga algo que deseamos.

Por otra parte los disparadores internos son pensamientos o sentimientos que no están conectados con ningún estímulo exterior, no se ven, ya que se manifiestan automáticamente en la mente. Las emociones, sobre todo las negativas, son un disparador interno poderoso capaz de influenciar nuestra rutina diaria. El aburrimiento, la soledad y la inseguridad provocan un ligero dolor o irritación que nos impulsa a realizar una acción de forma casi instantánea o inconsciente. Las emociones positivas, como mantenernos entretenidos, también pueden servir como disparadores internos por la necesidad de satisfacer algo que desencadenan.

Un estudio realizado por la Universidad de Ciencias y Tecnología de Missouri reveló que las personas que sufren síntomas de depresión utilizan mucho más internet. Si consideramos nuestro propio estado de ánimo y nos preguntamos qué hacemos para combatir una sensación de incertidumbre (disparador interno), recurrimos a Google.

2- Acción: el camino más recto.

El disparador informa al usuario de lo que debe hacer a continuación. Sin embargo, si no hace nada el disparador es inútil. ¿Existe una fórmula para lograr que una persona actúe de una forma determinada? Para que se inicie cualquier conducta hacen falta motivación, habilidad para completar la acción deseada y un disparador.

La motivación, definida como la energía para la acción, está compuesta por la búsqueda del placer y la evitación del dolor, la búsqueda de la esperanza para evitar el miedo y finalmente la aceptación social para evitar el rechazo. Estos motivadores pueden emplearse como palancas para aumentar o disminuir la posibilidad de que alguien realice una acción determinada.

En cuanto a la habilidad, cualquier tecnología o producto que reduzca o simplifique significativamente los pasos para completar una tarea, disfrutará de una alta tasa de adopción. Por ejemplo, hay una relación directamente proporcional entre la facilidad para crear contenidos ofrecidos por diversas herramientas como Facebook, Twitter y Tumblr, y el porcentaje de usuarios que las emplean.

3- Recompensas variables: usuarios satisfechos que piden más.

Una vez que sabemos lo que los usuarios quieren, debemos hallar la forma de que regresen una y otra vez, de modo que sus experiencias lleguen a conformar hábitos. Esto se logra usando el concepto de recompensa variable. En esta fase, los usuarios alcanzan un objetivo, resuelven un problema y, gracias a esto, reforzamos su motivación. Lo que nos mueve a actuar no es la sensación de recibir una recompensa, sino la necesidad de aliviar el ansia de recompensa.

Las “recompensas variables” pueden agruparse en tres grupos según su naturaleza. En primer lugar, tenemos las recompensas de la tribu, premios que nos hacen sentirnos aceptados, atractivos e importantes a los demás. El botón “Me gusta” de Facebook es un ejemplo de recompensa de la tribu que motiva a continuar publicando contenidos.

Las “recompensas del cazador” aluden al mecanismo que, según los biólogos y psicólogos evolucionistas, nos lleva a perseguir nuestro alimento para sobrevivir. Desde siempre, los seres humanos hemos cazado mediante tácticas de persistencia que aprovechan las debilidades de la presa. Este proceso mental se mantiene hoy en día y hace que la búsqueda de recursos constituya un modo de recompensa. Las máquinas de los casinos son también un claro ejemplo.

Finalmente, están las “recompensas del yo”, consistentes en las satisfacciones que nos produce la superación de obstáculos. Las recompensas del yo son alimentadas por motivaciones intrínsecas, interiores. Su teoría de la autodeterminación sostiene que los deseos aumentan nuestra sensación de competencia y capacidad. Así, la introducción de un componente de misterio en un objetivo hace que su búsqueda sea más tentadora. Las recompensas del yo son un elemento fundamental de los videojuegos, ya que los jugadores buscan dominar las habilidades necesarias para alcanzar un fin. Las subidas de nivel, los poderes y otras recompensas generan más deseo por parte del jugador.

4- Inversión: el valor del esfuerzo.

Las pequeñas inversiones que realizamos en algo cambian nuestra percepción de lo que hacemos y transforman acciones puntuales en hábitos diarios. Esto se debe a un fenómeno psicológico conocido como escalada de compromiso. En otras palabras, cuanto más tiempo y esfuerzo dedicamos a algo, más lo valoramos.

IKEA, la mayor cadena minorista de muebles del mundo, vende a precios muy competitivos muebles sin montar que los compradores deben armar en sus casas. IKEA pone a sus clientes a trabajar, lo que transforma este esfuerzo en un beneficio derivado de la inversión física que el comprador realiza.

Es el caso de Twitter, que anima a todos sus usuarios a conseguir más seguidores mediante tuits cada vez más interesantes. A su vez, la adquisición de más seguidores legitima el uso de la aplicación, creándo de esta forma un mecanismo de retroalimentación. Para muchos usuarios, cambiar de servicio significa abandonar años de inversión y volver a empezar. Nadie quiere volver a captar seguidores leales que tanto esfuerzo le ha costado conseguir. Por tanto, Twitter usa como valor la reputación, que incrementa la probabilidad de uso de un servicio.

Cuantos más usuarios inviertan en un producto a través de pequeños esfuerzos, más valor va teniendo ese producto en sus vidas y menos se cuestionarán su uso. Aunque los usuarios no estén enganchados para siempre, la creación de hábitos alimentados por las inversiones en productos y servicios dificulta la labor de los competidores. Los hábitos son difíciles de romper y confieren a la empresa una poderosa ventaja competitiva.

Indistractable: How to control your attention and choose your life

Para introducir este libro debemos presentar tres conceptos:

  • La distracción; cualquier acción que te aleja de lo que realmente quieres. Nos impide lograr nuestros objetivos.
  • La tracción; cualquier acción que te acerca hacia lo que realmente deseas. Te acerca a tus objetivos.
  • Los disparadores o desencadenantes provocan tanto distracción como tracción. Hay dos tipos:

a) Los desencadenantes externos; nos impulsan a actuar con señales externas o de nuestro entorno.

b) Los desencadenantes internos; nos impulsan a actuar con señales propias.

PARTE 1: Dominar los disparadotres internos

En esta parte aprendemos a identificar y gestionar el malestar psicológico que nos desvía de nuestros objetivos, a conocer lo que realmente motiva nuestro comportamiento y también a cómo hacer que casi cualquier tarea sea agradable.

El primer paso para ser “indistractable” (imposible de distraer) consiste en aceptar que nuestra distracción va más allá de nuestros dispositivos. Que toda motivación para hacer algo es un deseo de escapar del malestar y que si un comportamiento anterior ya había sido efectivo para proporcionar alivio, es probable que lo sigamos usando como herramienta para escapar de la incomodidad. Es necesario analizar de qué queremos escapar, y aprender a afrontar las molestias. Toda distracción nos cuesta tiempo. “La gestión del tiempo es la gestión del dolor”. Pocas veces estamos totalmente satisfechos y si queremos dominar la distracción, debemos aprender a lidiar con la incomodidad.

Una recomendación para dominar los desencadenantes internos es reinventar una tarea y hacerla más divertida. La diversión y el juego pueden usarse como herramientas para mantenernos enfocados.

Es necesario pensar en positivo, creer que no tenemos fuerza de voluntad hace que seamos menos propensos a lograr nuestros objetivos. Otra recomendación es hablarnos como si fuéramos un amigo ya que así somos más autocompasivos.

PARTE 2: Dominar el tiempo para la tracción

En esta segunda parte hablamos de la importancia de dedicar tiempo a las cosas que realmente queremos hacer. Aprendemos a distinguir una distracción de lo que no lo es y a planificar nuestro tiempo con intención.

Para distinguir entre tracción y distracción tenemos que planificar con antelación cómo queremos pasar nuestro tiempo para darnos cuenta si a lo que le dedicamos el tiempo está o no en nuestros planes.

“No puedes llamar a algo una distracción a menos que sepas de qué te distrae”.

Debemos tener en cuenta 3 dominios para dividir nuestro tiempo; nosotros, las relaciones y el trabajo. De esta manera podemos planificar cuanto tiempo queremos dedicar a cada dominio. Es importante comprometerse a seguir el horario que planifiquemos.

Hay que priorizar planificar el tiempo propio. Es necesario tener tiempo para nosotros y desconectar de los otros dos dominios.

Tenemos que tener en cuenta también el tiempo que dedicamos a nuestras relaciones ya que suele ser el dominio al que le dedicamos el tiempo que nos sobra después de planificar todo el día. Es esencial mantener relaciones de amistades cercanas dedicandoles tiempo específico, al igual que destinar tiempo a toda la gente que sea importante para nosotros.

En cuanto al trabajo, es primordial sincronizar nuestro horario con las partes interesadas. Teniendo un horario hace más visible en qué empleamos nuestro tiempo y genera una idea más clara de cómo repartirlo.

PARTE 3: Hackear disparadores externos

En esta parte tratamos el tema de los desencadenantes externos no deseados, que obstaculizan nuestra productividad y disminuyen nuestro bienestar. Los desencadenantes externos no se limitan a nuestros dispositivos digitales, se encuentran a nuestro alrededor.

Los disparadores externos suelen conducir a la distracción. Las señales de nuestro entorno, como los pings, las notificaciones de los dispositivos, así como las interrupciones de otras personas, con frecuencia nos desvían del rumbo.

Debemos tener en cuenta que los disparadores externos no siempre son negativos. Si un disparador externo nos lleva a la tracción, nos sirve.

Consejos para hackear distintas distracciones:

Para hackear las interrupciones del trabajo puedes utilizar algún tipo de señal o cartel para dar a entender que no quieres ser interrumpido. También es importante tener en cuenta el entorno en el que se trabaja, las oficinas abiertas suelen aumentar la distracción.

Para hackear el correo electrónico es necesario reducir el número de emails recibidos al día. Para conseguir esto es básico darse de baja de todas esas newsletters que nos mandan emails que no deseamos. También es fundamental la reducción de emails enviados ya que estos dan paso a más emails recibidos.

Para hackear los chats grupales es preciso tener claro el tiempo que queremos dedicar a la comunicación. Es excelente para reemplazar reuniones en persona pero es terrible si se convierte en un asunto de todo el día. Ser selectivo a la hora de elegir a los participantes del grupo y el tema de conversación.

Para hackear las reuniones es útil crear una base de pautas para que sea más complicado la convocatoria de estas. Deben servir como construcción de consenso, la resolución de problemas debe ocurrir antes de estas. También es importante tener en cuenta las distracciones que causan los dispositivos en manos de todos, si es necesario, crear un espacio sin tecnología.

Para hackear el teléfono asegúrate de que tienes solo las aplicaciones que necesitas. Desinstalate las aplicaciones que potencialmente causan distracción y úsalas solo online. Cambia la configuración de las notificaciones de cada aplicación y se selectivo a la hora de conceder que una aplicación pueda mandarte notificaciones. Usa el modo “no molestar”.

Para hackear el escritorio elimina de este todos los archivos que puedan distraerte. Configura las notificaciones de escritorio y desactivalas para asegurarte de que no te distraes.

Para hackear los artículos en línea es necesario no tener muchas pestañas abiertas ya que estas suelen ser un gran factor desencadenante para la distracción. Puedes realizar múltiples tareas a la vez. (escuchar artículos mientras haces ejercicio o realizar reuniones mientras andas.

Los feeds de las redes sociales están diseñados para mantenerte enganchado. Para hackearlos puedes usar extensiones de navegadores para eliminar los factores externos que distraen.

PARTE 4: Prevención de la distracción con pactos

Esta parte tiene la última clave para convertirnos en personas imposibles de distraer, los pactos. Los pactos son una forma de controlarnos y garantizar que hacemos lo que decimos que vamos a hacer. Aplicaremos la antigua práctica del compromiso previo a los desafíos modernos.

Ser “indistractable” no solo requiere evitar distracciones, también es necesario el autocontrol. Los compromisos previos pueden reducir la probabilidad de distracciones. Nos ayudan a ceñirnos a las decisiones que tomamos de antemano.

Hay tres tipos de pactos que se pueden poner en práctica:

Los pactos de esfuerzo:

Un pacto de esfuerzo evita la distracción al hacer que los comportamientos no deseados sean más difíciles de realizar. Un ejemplo es trabajar junto a un colega o amigo durante un período de tiempo determinado para que al tener a alguien que trabaja al lado te sientas presionado a trabajar tú también y ayudar así a evitar distracciones. El uso de tecnología para mantenerte alejado de la tecnología con aplicaciones como “Selfcontrol” y “Forest”.

Los pactos de precios:

Un precio parcial agrega coste a distraerse. Estos son más efectivos cuando la distracción es temporal. Suelen ser complicados de iniciar ya que sabemos que tendremos que hacer lo que no queremos o nos está costando hacer. Por ejemplo, definir una fecha en la que tengas que tener algo hecho y acordar con un amigo una cantidad de dinero. Si para la fecha no está el objetivo cumplido tienes que darle el dinero a tu amigo.

Pactos de identidad:

La identidad influye mucho en nuestro comportamiento. Tendemos a alinear nuestras acciones con la forma en la que nos vemos. Estos pactos son un compromiso previo con nuestra propia imagen. Llamate a ti mismo “indistractable” (imposible de distraer). Compartir con otros, externalizar tu compromiso ayuda a ser más efectivo con su cumplimiento.

Tiempos digitalizados

La digitalización ha significado para el ser humano, la aceleración de sus ritmos vitales.

Sin embargo, Byung-Chul Han propone una reflexión en la que marca una diferencia entre la aceleración real y nuestra percepción de aceleración. “La crisis temporal de hoy no pasa por la aceleración. Esta quedó atrás. (…) La aceleración de la que tanto se habla hoy en día no es un proceso primario que acaba comportando distintos cambios en el mundo de la vida, sino un síntoma, un proceso secundario, es decir, una consecuencia de un tiempo atomizado(…) La aceleración por sí misma no proporciona ningún sostén. Solo hace que la falta de ser resulte incluso más penetrante”. Extrapolándolo a la red, el concepto del tiempo ha supuesto un cambio radical; el tiempo que tardan en abrirse tanto un software como una página web ya no se mide en minutos, puesto que “Un minuto se ha convertido en una eternidad digital” — dice G.Llorca y L.Cano. La red ha llevado el tiempo al límite, consiguiendo que una milésima fracción de segundo, implique perder miles de acciones en bolsa o que un retraso de 4 segundos impliquen el fracaso de una web. Estos hechos nos llevan a pensar, ¿que es el tiempo en la red? ¿Cómo lo definimos?

“La crisis de hoy remite a la disincronía, que conduce a diversas alteraciones temporales (…) La responsable principal de la disincronía es la atomización del tiempo.” Si la dispersión lleva a atomizar el tiempo, esta fragmentación implica una discontinuidad que no nos permite experimentar ningún tipo de duración. Esto se extrapola a muchos aspectos de nuestra vida, entre ellas la propia identidad. Si nos convertimos en individuos pasajeros, la misma atomización del tiempo lleva a la atomización de la vida y con ella, de la identidad. De este modo, “uno mismo se convierte en algo radicalmente pasajero.” Hasta que la vita contemplativa no vuelva a ser acogida por la activa la crisis temporal no se recuperará.

“Es difícil morir en un mundo en el que el final y la conclusión han sido desplazados por una carrera interminable sin rumbo, una incompletud permanente y un comienzo siempre nuevo”

“La fragmentación del tiempo reduce la muerte al perecer” porque no se te permite esperarla. Al interrumpir la vita activa, la muerte se convierte en perecer. En cambio, a la interrupción en la vita contemplativa se le ha dado tiempo a aparecer, por lo tanto la muerte sigue mostrándose como tal.

“La fragmentación del tiempo va acompañada de una masificación y una homogeneidad cada vez mayores” porque no se le da tiempo al individuo a pensar, hacer o ser. Si piensas superficialmente, vivirás superficialmente. La crisis temporal se convierte en una crisis personal.

“La aceleración del proceso vital impide (…) que las cosas se distingan, que se desarrollen formas independientes” puesto que todo ello requiere un tiempo de madurez para que las formas se definan y los conceptos se aclaren. “Hoy en día las cosas ligadas a la temporalidad envejecen mucho más rápido que antes. Se convierten en pasado al instante, y de este modo, dejan de captar la atención (…) El presente se reduce a picos de actualidad.”

“Cada punto del presente (…) hace que el tiempo se desboque, que los procesos se aceleren sin dirección alguna, y precisamente por no tener dirección alguna no se puede hablar de aceleración; puesto que la aceleración , en sentido estricto, presupone caminos unidireccionales (…) El tiempo de puntos no permite ninguna demora contemplativa…que la percepción se abastezca constantemente de novedades y radicalismos”

“La atomización del tiempo destruye la experiencia de continuidad”, por lo tanto dejan de ser tiempos plenos, sino que acaban siendo tiempos diluidos, tiempos de “duración vacía” que se van dilatando hasta perder su aroma. El tiempo se reduce al negativo de este “quehacer acelerado”, es un tiempo que queda cuando ya no hay nada más que hacer o resolver, “una forma temporal de quehacer vacío”.

Quizá esta ansiedad por vivir el doble de rápido va relacionada con la idea de disfrutar del doble de opciones te puede llevar a disfrutar la vida al maximo. Multiplicarla para conseguir el objetivo de una vida plena.

“Este razonamiento resulta un poco ingenuo.”- nos explica Biyung-Chul Han, “Confunde la consumación con la simple abundancia. La vida plena no se puede explicar teóricamente en función de cantidad(…)Tampoco la narración es el resultado automático del simple número o enumeración de los acontecimientos(…)Una larga enumeración de acontecimientos no genera una tensión en la narración. Una narración muy corta puede, al contrario , desarrollar una gran tensión narrativa. Del mismo modo, una vida breve puede alcanzar el ideal de una vida consumada.” Es el ejemplo del nerviosismo que caracteriza a la vida actual. “Se vuelve a empezar una y otra vez, se hace “zapping” entre las opciones vitales, porque ya no se es capaz de llegar hasta el final de una posibilidad(…)La vida pierde cada vez más la amplitud que le proporcionaría la duración(…)

“Nada es, todo será.” Es la idea del presente como un concepto de transición, no se le da una identidad, no tiene sustancia en sí. Nuestros tiempos parecen tener miedo al vacío, al tiempo libre, un tiempo que deja de ser activo y pasa a ser contemplativo. A lo mejor es que hay un miedo en despegarse de la actividad ininterrumpida, de interrumpir la aceleración de vez en cuando, de dejar de ser “productivos” y sumirse en un paréntesis temporal pasivo. Miedo de sustituir el Horror Vacui por su mayor enemigo; el vacui, el vacío. No hacer nada, literalmente nada. Observar, contemplar. Escucharte a ti mismo, a tu cuerpo. Y pensar. Desconectar del ajetreo externo para conectar con uno mismo. Miedo a parar, a dejar pasar el tiempo por tus dedos sin impedirlo, sin rellenarlo con alguna actividad. Miedo a no tener nada que hacer, miedo al aburrimiento(…) o al silencio. A enfrentarte a ti mismo o a la lentitud del mundo. A afrontar un ritmo diferente o a negar la aceleración. Puede que sea debido a que no sabemos saborear el tiempo, no conocemos su aroma. Los momentos vacíos son los momentos en los que el tiempo se muestra en su estado mas pleno, momentos de calma que permiten disfrutar la duración. Los momentos de aburrimiento son momentos de posibilidad.

Recuperar la amplitud que te proporciona el tiempo, una amplitud que te lleva al pensar. Se precisa de una experiencia de continuidad para llegar a pensamientos profundos. Puede que sea ese el miedo actual; crear mentes pensantes.

Puede que sea ese el objetivo de una sociedad basada en la aceleración y en la negación del tiempo y el aburrimiento. Ello no te permite focalizar tu atención, y por ende no te permite profundizar ni desarrollar un pensamiento crítico; nunca se puede pues llegar al fondo del concepto, porque nos quedamos atrapados intentando traspasar la segunda dermis de este.

Al fin y al cabo son comportamientos que se refuerzan con las técnicas digitales de atención, creando un bucle de implenitud permanente. Es por eso que “los intervalos vacíos en los que no sucede nada(…) se presentan como una amenaza”

Por otro lado, la “falta de una articulación fuerte del tiempo da lugar a la sensación de que transcurre con mayor rapidez que antes. Esta sensación se intensifica porque los acontecimientos se desprenden con rapidez los unos de los otros sin dejar una marca profunda, sin llegar a convertirse en una experiencia(…)En vez de pasear tranquilamente, la gente se apremia de un acontecimiento a otro, de una información a otra, de una imagen a otra(…)Bauman hace un uso problemático y casi idéntico del callejear y del zapping”

Whatsapp; La insantaneidad

Tener más herramientas de comunicación es bueno por la variedad de opciones que te da para comunicarte con tu familia a larga distancia o contactar con viejos amigos.

Pero así como Internet cambia nuestra manera de pensar, también cambia nuestra manera de expresarnos; La comunicación por medio de documentos escritos enviados de un punto a otro con un intermediario, data desde aproximadamente la invención de la escritura. Sin embargo, el desarrollo del sistema postal formal, surgió mucho más tarde. A pesar del paso del tiempo, las cartas seguían suponiendo un esfuerzo. Se necesitaría papel, pluma y tinta para escribirla. Una vez acabada, se introducía el folio dentro del sobre y vertiendo lacre fundido -parecido a la cera- en la solapa del sobre, garantizarías su cierre. Asimismo, la carta debía recoger las ideas principales, de forma clara y comprensible dado que desde el momento en que se enviaba, hasta el momento en que uno la recibía, podían pasar semanas, e incluso meses.

Eso implicaba una precisión léxica y una importancia en el contenido, puesto que de no ser de otra manera, nadie aplicaría tanto tiempo para intercambiar una información.

La lentitud de este proceso implicaba un desarrollo de la empatía, la expresividad y la profundidad en las conversaciones.

La aparición del ferrocarril entre 1840 y 1850, revolucionó las condiciones del transporte y distribución de la correspondencia, y automatizó el proceso de la carta. En 1834 Samuel Morse inventa el primer Telégrafo. 42 años después logran transmitir una señal de voz por medio de un cable eléctrico y en el 1878 se instala la primera central Telefónica. Después la radio y la televisión. En los 40’s aparecen las primeras computadoras, y en los 70’s la telefonía celular. Móviles cada vez más modernos, menos pesados, más rápidos y llevables. Móviles con cada vez más opciones y facilidades.

Llegamos al siglo XXI y la aparición de una aplicación de mensajería por Internet, conocida como Whatsapp (juntamente con Facebook y Twitter), evidencia la revolución de la comunicación. Whatsapp nos permite enviar mensajes de texto, imágenes, vídeos, contactos e incluso compartir nuestra localización. Pero lo que lo convirtió en un éxito mundial fue su servicio de mensajería instantánea, sin coste alguno y de forma ilimitada.

Ésto supuso una ruptura con el antiguo modo de mensajería, el SMS, dado que enviar una extensión de 160 caracteres, costaba 15 céntimos, y 200 SMS subían a unos 30 euros.

El atractivo de Internet para los jóvenes se caracteriza por la respuesta rápida, las recompensas inmediatas, la interactividad y las múltiples ventanas con diferentes actividades. El mismo que ofrece Whatsapp. Su fácil descarga y disposición ha sido uno de los factores clave para conseguir llegar a los 1200 millones de usuarios, bajados hoy en día, a nivel mundial.

Se ha convertido en la tendencia comunicativa más notoria de nuestro tiempo pero a la vez, una de las más influyentes.

Nuestros hábitos de confort nos han llevado a convencernos de que tenerlo todo y al momento es algo natural. Y no es hasta que el sistema se empieza a retrasar, haciendo brotar nuestros primeros indicios de irritación e impulsividad fácil, que nos percatamos de nuestro problema con la impaciencia.

A su vez, esta automaticidad puede llevar, con mayor facilidad, a una conducta más controladora, ya que nuestro móvil es capaz de saber si una persona está en línea y a qué hora se ha conectado por última vez, si lo que se le ha enviado lo ha recibido e incluso si ha llegado a leerlo. Se exige una respuesta “ipso facto”. Con lo que el remitente del mensaje siente la obligación de responder, con miedo de que, por no hacerlo, el emisor se pueda llegar a sentir ofendido y descaradamente ignorado; Es una normativa que priva la libertad de cada uno. La nueva función de “doble check” de Whatsapp, causó al principio una gran polémica, lo que impulsó a los creadores a sacar la posibilidad de desactivarlo. Lo curioso es que los días que tardaron en ofrecer esta segunda opción, fueron suficientes para que, no solo nos llegáramos a acostumbrar, sino que empezáramos a depender de él.

Ésta, les hacía conocer si sus mensajes eran ignorados o no, lo que posteriormente serviría para que, en forma de reproche, se obtuviera una respuesta rápida. ¿Sentimiento de vacío? ¿Soledad? o ¿Exceso de dependencia a las nuevas tecnologías?. Lo que nunca nos llegamos a plantear como un problema, se volvió, en poco tiempo, imprescindible en nuestro día a día. La incertidumbre de no saber cuando, ni si lo ha leído, nos resulta, a tiempo de hoy, algo insoportable.

Sin embargo, el mayor cambio se ha evidenciado en la forma de comunicarnos: La gente ya está empezando a hablar un lenguaje propio de Whatsapp, Twitter o de todas aquellas redes que imponen un límite de palabras.

En este caso, con Whatsapp es diferente; no será la aplicación quien pondrá limitaciones, sino que lo harán los usuarios de ésta. Así consigue ir acomodando a la gente. De tal forma que, en el momento en que alguien lo pasa y se decide a elaborar un texto con un número de palabras, muy mayor al que se promueve estando en Whatsapp, casi nadie se molesta en leer tu mensaje; supone un esfuerzo. En los grupos no es diferente, por lo que, en vez de escribir un único mensaje claro y conciso, se escriben 20 cortos de escasa coherencia y gran cantidad de faltas ortográficas. 20 mensajes que sumados a todos los de los participantes del grupo se acaban convirtiendo, fácilmente, en 200 al día. Los grupos se acumulan y con ellos, la creciente cantidad de mensajes. Por lo que o decides leerlos y de esta manera, seguir informado de posibles planes, o decides no hacerlo y permanecer desconectado.

Whatsapp es un ejemplo perfecto de la asimilación de la velocidad en las tecnologías de la comunicación. Un elemento que ha propiciado el concepto de la duración vacía, ligado a la impaciencia, un rasgo que según explican L.Cano y G.Llorca se ha convertido en “un mal crónico de la sociedad red y en cierto modo nos hemos vuelto intolerantes a la espera.” Todo lo que no forma parte de la vita activa parece ser una pérdida de tiempo. “Nos hemos acostumbrado a la inmediatez de las relaciones comunicativas y a la fugacidad con la que se procesan las órdenes en la red.”

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