100 días: Día 105

Yo Roberta
Coyuntura
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6 min readMay 22, 2017

Recuerdo el día que compré mis pasajes. En mi indecisión y mis dudas existenciales, recurrí a mis hermanos (ambos muy prácticos, cualidad que yo no heredé). José Enrique tuvo una manera muy sutil de decirme que me vaya: «me aburres con tanta indecisión». Y, de hecho, yo también me estaba agotando de pensarlo tanto.

Paola me respondió «lanza una moneda». Escogí escudo y salió escudo. Compré los pasajes.

Mis personas favoritas: en la izquierda José Enrique y en la derecha Paola

Pienso en retrospectiva: estoy 100% que si hubiera salido cara, igual hubiera comprado los pasajes.

Así que aquel jueves, con el empuje de mis dos hermanos, confíe en el momento y compré los pasajes.

Confiar. Palabra clave durante estos 100 días.

Estoy en São Paulo. Me despido de Ro y me subo al taxi rumbo al aeropuerto. Durante el camino no puedo evitar llorar y no tengo claro porqué: no sé si sea despedirme de Ro, si sea la tristeza de que este viaje haya llegado a su fin, de la emoción de llegar a casa o sea la incertidumbre que me gana y no tengo idea de lo que vendrá. No sé, yo solo lloro. Y el taxista me regala una botella de agua.

Pienso que este viaje no ha sido nada como lo había planeado. Yo metí harto la pata, pero el destino hizo su parte:

  • Cuando postulé al voluntariado, yo me presenté para dar clases de Historia y Geografía a estudiantes de 7mo y 8vo grado. Terminé enseñando Matemática a pequeños de 4to y 5to grado, unos pequeños hermosos cargados de alegría e inocencia que los llevaré conmigo siempre.
Mi salón de 4to y 5to grado
  • En principio, yo me iba a Kenya 4 semanas. Y me quedé 10. En verdad, no es que el país en sí me haya quitado el aliento: fue la experiencia en sí misma, tan intensa en sí, que hacía que no me quisiera ir.
  • Tenía pensado como segundo destino ir a Etiopía: lo más cerca que llegué fue a la puerta de embarque número 8. En cambio, llegué a Egipto. Fue la eventualidad más linda que me ha podido ocurrir.
Aswan, Egipto
  • Estuve muy necia con ir a Tanzania a conocer Zanzíbar. Llegué a Tanzania, pero la semana planificada la viví en Moshi, ciudad situada al pie del monte Kilimanjaro.
  • Llegué a Brasil sin mi mochila backpacker, esta se quedó en Johannesburgo (Sudáfrica). De hecho, han pasado ya dos semanas y la compañía aérea aún no me envía la mochila a casa.
  • A los 4 días de llegar a Kenya, me robaron y se llevaron consigo mi DNI, dinero en efectivo y mis tarjetas de crédito y de débito. Además, en distintas ocasiones perdí dinero.

Y así, entre muchos sucesos y metidas de pata, pienso que he sido mala viajera.

Llego al aeropuerto. Hago check in. Pienso sobre lo anterior y concluyo que estos 100 días han sido como una escuelita intensiva de la vida y todo lo que ocurrió, lo bueno y lo malo, era lo que tenía que pasar para seguir evolucionando. Lo suscribo.

Llego a la puerta de embarque 308 y aún tengo 15 minutos antes de abordar. Pienso en estos 100 días, todo lo que hice y mi mente empieza a hacer énfasis en lo que no hice, en lo que dejé pasar, porque pensé que lo podría hacer luego o quizás por vergüenza, no sé.

Debería haberle dicho a Evans que él era mi alumno favorito de la clase y que sus ocurrencias y sus bailes hacían que todo hubiera valido la pena. Debí haberle expresado a Nanqing mi admiración hacia ella y las ganas que le ponía a sus clases en el colegio Kayaba. Debí haberle dicho más veces a Mercedes que canta y toca lindo el ukelele y que debería seguir sus sueños. Nunca supe si le agradecí lo suficiente a Azunta por recibirme de nuevo en su pensión con los brazos abiertos después de mi no viaje a Etiopía, tampoco sé si Ro tiene claro lo mucho que me ha ayudado estos meses y lo muy agradecida que estoy con él, por leerme a toda hora y por ser cómo es. Debí agradecerle a Nati por nuestras largas y profundas conversaciones al costado del Nilo. Quizás debí abrazar más a Daniela y decirle que aunque se me hiciera difícil entenderla, estaba con ella. A Lorenzo, Joni y Daniel espero haberles agradecido lo suficiente por Moshi, por llegar al lugar correcto en el momento correcto.

Él es Evans

Pienso con más claridad. En verdad este viaje nunca fue sobre los países que conocí, este viaje siempre fue sobre las grandes personas que fui abrazando en el camino: fue sobre lo que aprendí de ellas y las huellas que dejaron ellas en mí. No, nunca fue sobre Kenya, Egipto, Tanzania o Brasil: este viaje fue siempre acerca de las personas con corazón de chocolate que tuve la suerte de conocer. Y que hoy me llevo un poquito de ellas.

«La despedida siempre es el lado más amargo de los bellos viajes». Javier Reverte.

Subo al avión. Medito. Pienso en cuanta sabiduría de Aldous Huxley al escribir “Viajar es descubrir que todo el mundo se equivoca. Cuando uno viaja, tus convicciones caen con tanta facilidad como las gafas; sólo que es más difícil volver a ponerlas en su sitio”.

En verdad, han sido 100 días para desaprender y reconfirmo que es necesario quitarse la lógica y deshacerse de la razón que algún día nos inyectaron y desaprender.

Finalmente, desaprender es también aprender.

Mi avión aterriza en Lima, estoy ya en Perú. Recuerdo la primera vez que me llamaron «mzungu», que significa «blanco» en el sentido coloquial y «el que está perdido», «el que está dando vueltas» en el sentido literal. Recuerdo mi manera defensiva de reaccionar cada vez que me llamaban así en la calle, en el colegio, en la playa.

Viéndolo ya de retrospectiva, si «mzungu» implica estar perdida e ir en busca de algo, entonces sí, soy una «mzungu». Y ojalá toda la vida tengas las agallas de ser una «mzungu»: que cada vez que me sienta perdida sea capaz de soltar todo, ir en busca de lo que quiero y tener la fuerza de empezar de nuevo. Sí, que nunca deje ser «mzungu».

Llego a casa. Miro 100 días atrás y soy exactamente la misma: me sigue gustando el vino, mi color preferido sigue siendo el rojo y sigo teniendo una ligera adicción por el café. Pero soy una versión más original de mi misma, con todas mis virtudes y todos mis defectos incluidos. Y tengo unas buenas historias que contar.

«Coco» es el nombre del diario que me acompañó durante este viaje

El café con tu mejor amiga. Los abrazos de tus hermanos. El beso de tu mamá.

Se siente bien estar en casa.

Gracias vida. Muchísimas gracias.

100 días: sueño cumplido.

Cambio y fuera.

❤️

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Yo Roberta
Coyuntura

Mi nombre es Carla Vera. Mis palabras preferidas son Perú y educación. Mi única adicción es el café.