Día 180

Yo Roberta
Coyuntura
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6 min readJul 10, 2017

Mi último día de trabajo fue el viernes 13 de enero. Hoy, 09 de julio, después de 06 meses, puedo decir con mucha felicidad y un poco de nauseas en la panza por lo que vendrá, que mi período sábatico ha llegado a su fin. Escribo estas líneas y no puedo evitar tener una sonrisa de oreja a oreja: quisiera disimular y no puedo evitarlo. No fue fácil tomar la decisión de tomar un período sabático — renunciar a un equipo A1 en tu trabajo, renunciar a tu rutina, renunciar a tu seguridad — pero puedo decir que fue la mejor decisión que pude haber tomado.

Al llegar a Lima, lo primero que hice fue viajar unos días a Chavín de Huántar (Huari, Ancash) donde tuve la suerte de compartir con José Alva, jefe regional de Ancash de EnseñaPerú, y conocer la intensa labor de los profesionales de EnseñaPerú y su equipo de lujo: uno no puede más que admirarse por quienes se la juegan por nuestros chicos.

Día de la bandera en el colegio 86953 en Quinhuaragra – equipo de Enseña Perú.

Luego, viajé a Piura y pasé una linda semana entre familiares y amigos. El último día visité a Mila, quién fue la muchacha de mi abuela y también nuestra niñera (de mis hermanos y mía). Ha estado con nosotros unos 25 años aproximadamente, es ya de la familia.

Fuimos a la casa de mi abuelita Pepa, quién falleció hace 10 años, a recoger las cosas que dejé 5 años atrás, antes de mudarme a Lima (ropa, peluches, agendas, diarios y unos cachivaches). Estar en casa de mi abuelita donde pasé muchos de los mejores días de mi vida, junto a mis papás, hermanos, tíos y primos me hizo recordar la increíble infancia que tuve y lo segura y querida que siempre me he sentido en mi familia. Desempolvar recuerdos ha sido la cosa más terapéutica que he podido haber hecho. He llorado a ver fotos de mi papá, me he carcajeado al encontrar todos mis diarios y agendas de la primaria y secundaria — sí, desde pequeña me ha gustado escribir — he barrido, sacudido, trapeado, movido cajas. Y de nuevo, volví a llorar y a reír. Sí, fue terapéutico. Compartir un día con Mila, una persona tan especial para mí, en la casa de mi abuelita, un lugar tan especial para mí, me hace pensar que puedo ir al otro lado del mundo, conocer otras personas, maravillarme por tan increíble experiencia, pero yo siempre voy querer regresar a casa. Porque, como cantó Chavela Vargas, uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida.

Un poco de todo.

Quiero enumerar todos mis aprendizajes de estos 180 días, pero son muchos, así que he seleccionado estos 4:

1. Aquí, todos somos un mundo. Así, tal cual. Tu eres el otro, yo soy tú y el otro también soy yo, mismo trabalenguas. Uno tiene responsabilidad por el otro y la vida es sobre ayudar a los demás y, de paso, a ti mismo. John Donne lo dice así: “Nadie es una isla, completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo de continente, una parte de la tierra; si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia. La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad; y por consiguiente nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas: doblan por ti.” Aquí nadie sobra. Todos nos necesitamos más de lo que pensamos. Y debemos hacer equipo hoy y siempre.

Obra: «Por quién doblan las campanas».

2. Sentido de posibilidad al 101%. Lo más loco que me ha podido suceder en estos 6 meses en hacer un fundraising para mis pequeños del colegio Kayaba: Nanqing, de China, y yo de Perú recolectamos dinero para un colegio en Kenya. Repito: personas de China y Perú hicieron posible mejorar un poquito la calidad de vida de 85 estudiantes de un colegio en Kenya. Nunca me voy a permitir olvidar esto. Cuando se me vaya la fe, la fuerza o las ganas, recordaré este singular episodio y sabré que todo es posible.

3. Es importante poner en duda tus convicciones. Creo que los últimos años he estado con un sticker pegado en la frente que dice “el futuro está en las aulas”. Llegué a Kenya, vi las duras condiciones de vida de estudiantes de distintos colegios del asentamiento humano donde trabajaba y me cuestioné duramente si en verdad “el futuro estaba en las aulas”: No hay carpetas, las paredes son de calamina, hay 3 libros para un salón de 11 pequeños, 8 de tus 11 pequeños iban a clases sin desayunar, en un asentamiento humano de 50000 personas solo existían 5 baños públicos, ninguno de los profesores tenía estudios superiores (de hecho, trabajaban en el colegio para “recursearse”). Me pasé unas 3 semanas preguntándome “¿es qué en verdad el futuro está en las aulas? ¿y qué futuro van a tener tus 85 estudiantes? ¿hay un futuro para ellos?”. Creo que cuando uno se cuestiona sus convicciones pasan dos cosas. O declinas y las cambias, que considero que no tiene nada de malo, es parte del proceso de evolución. O regresan con más fuerza, que es lo que me pasó a mí. Tenía una convicción, la puse en duda, y ahora estoy más convencida que nunca: hoy afirmo, confirmo y reconfirmo que sí, el futuro está en las aulas.

4. Y la última, y por supuesto, la más importante: para época de crisis financiera, el pan con plátano calma el hambre, llena la pancita y pone feliz el corazón. Aquí vale todo en el momento de ajustar el cinturón.

En este período he aprendido muchas cosas de mí — ha sido una escuela intensiva de autoconocimiento, así tal cual:

Las últimas semanas previas a mi viaje sentí que era un feto en la panza de mi madre, a punto de parir. Durante 100 días que duró mi viaje sentí que era un bebé recién nacido quién empezó a descubrir el mundo, observando, palpando, oliendo, probando, así tal cual. Luego, ya en Perú, ya viajando a Ancash y a Piura, empecé a gatear, ya sintiéndome segura en mi país y con más fuerza por estar en un lugar conocido, con mi madre, mis hermanos y mi gente cerca. Regreso a Lima y ya camino. Ya ando sobre mí misma.

Y ahorita estoy lista para salir a correr, estamparme, caerme, levantarme de nuevo, y seguir corriendo.

En todo este proceso he tenido que soltar muchas cosas, personas y recuerdos. Ha sido mucho aprendizaje. ¿Lo mejor? He aprendido a agarrarme muy fuerte de mí misma.

Y ya estoy lista para correr: Empezamos.

Cambio y fuera.

❤️

Pd. Probablemente mi siguiente entrada se llame “Busco trabajo”, jajaja.

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Yo Roberta
Coyuntura

Mi nombre es Carla Vera. Mis palabras preferidas son Perú y educación. Mi única adicción es el café.