LA LUNA NO CONOCE AL HÍGADO

Josué Esquivel Retana
Coyuntura
Published in
3 min readApr 25, 2017

- Sos como la luna.

Le solté esa frase y supongo que se tuvo que haber quedado pensando. Igual que cuando le dije que uno tenía que amar con el hígado a las personas.

La idea de vender al corazón como el sujeto encargado de amar no me pareció nunca algo correcto. El corazón es solo la multitud, lo fácil, lo que se ve desde lejos, incluso lo predecible. Simplemente se emociona y acelera, bombea más sangre en menos tiempo, permite que nos encendamos, que disfrutemos de un concierto cuando cantan la canción que te llega y sientes que todo se paraliza. O cuando vas con tu amigo en carro a gran velocidad, o cuando le vas a quitar por primera vez el sostén a esa chica, cuando te excitas, cuando la adrenalina fluye, cuando anota un gol el equipo que te gusta, cuando terminé la exposición de tesis, cuando perdoné a los míos y cada vez que he tenido un orgasmo.

Eso es corazón, bombeo de sangre, aceleración metabólica. El cerebro tampoco va de la mano con sentir algo por alguien, con amar sin esperar nada a cambio. El cerebro sirve solo para pensar, el amor en cambio es algo espontáneo te dije mientras vos me veías con esos ojos serios, con el párpado cayendo casi a la mitad, esa torcedura leve en el lateral izquierdo de tu boca hacia abajo, típica cara de desaprobación. El cerebro razona, entiende, transporta y almacena información. Te sirve para tomar decisiones, no para amar. Amar es algo más superfluo, genera vacío, se te mete adentro y no lo podés explicar. Cada vez que metes al cerebro le quitas importancia al hígado.

El hígado es el único órgano del cuerpo humano capaz de regenarse, es el único que puede ser seccionado por la mitad, donado a alguien más, y en el transcurrir de un periodo de tiempo, ambas personas, donante y donador, tendrán un hígado completo. Y si eso no es amor, diganme que lo es. Sin poder explicarte más, no porque no quiera sino porque el conocimiento y almacenaje de información de mi cerebro es poco (quizá por eso en ocasiones solo recuerdo lo bueno y deshecho lo malo) te digo el amor es eso, es el hígado, es dar sin recibir, recibir sin dar. Sin miramientos, sin preguntas ni justificaciones.

Vos la cara no la cambias de ninguna manera, me desapruebas. Entonces te veo a los ojos (no entiendo como la gente dice que podría verse en el reflejo de los ojos de otras personas toda una vida, y no entiendo porque siento esta desconfianza en el reflejo de los tuyos. Es más lo que ocultas que lo que me muestras, lo que callas que lo que dices. Lo que ignoro que lo que conozco. Es más el miedo a seguir siendo el idiota a que te vayas por la puerta. Es más la desgana que la intención de compartir más tiempo junto a vos) me sonríes, entiendes que así yo entiendo el amor, aunque para vos sea otra cosa, mientras yo siento que me das la razón con un beso.

Yo no te digo nada sobre la luna, dicen que la luna siempre miente. Para poder darse cuenta si la fase lunar es creciente o decreciente hay un forma muy fácil. Cuando la fase lunar es creciente la forma de la luna es una “d”, mientras que cuando la fase es decreciente la forma que toma la luna es la de una “c”. Así sos vos. Te acomodas para conseguir lo que quieres. Mentís y a la vez decís verdades absolutas con solo abrir la boca.

-Sos como la luna te digo iluminas mi noche.

Quizá yo tampoco sea el sol y esa es la raíz de todo el problema.

--

--

Josué Esquivel Retana
Coyuntura

Arquitecto de formación. Empírico en todo lo demás.