La cocina en TV ha muerto
La gastronomía en televisión ha muerto. Y con ella, todo el talento culinario que algún día pudo haber. Los programas de cocina han tocado fondo y el circo finalmente se ha apoderado de la poca aptitud gastronómica que quedaba.
Tras la resaca de finales que tuvimos la semana pasada con MasterChef Celebrity y Pesadilla en La Cocina, por fin podemos decirlo alto y claro: Los programas de cocina están muertos.
Ni los chascarrillos de Chicote en las cocinas con más mierda de España ni las “celebrities” de MasterChef han conseguido que el reality gastronómico remonte el vuelo y retome el buen camino que vimos en primeras ediciones. Primeras ediciones en las que sí había emoción, una mayor apuesta por la cocina y un mayor acercamiento a los productores y a los grandes chefs de nuestro país.
Y es que en estas últimas temporadas de ambos programas sobra salseo por un tubo y falta mucha alma culinaria. Si el objetivo principal de estos programas fue fomentar la cocina entre el público y crear un formato realmente involucrado con la gastronomía de verdad, siento decir que hemos perdido el rumbo por completo.
En las últimas ediciones de MasterChef hemos visto que las presentaciones de cocineros y restaurantes que merecen mucho la pena conocer eran cada vez más cortas y quedaban prácticamente relegadas a un segundo plano, eclipsadas por los piques y las broncas por parte del jurado.
Como la bronca que les cayó a algunos de los concursantes de la última edición (sin contar MasterChef Celebrity) por parte del chef Jordi Cruz, quien calificó los platos de “bobaina”, “platos para ir a la basura” o de que son “una marranada”. Además dijo que los platos “tenían una evolución cero” y que los concursantes “se merecían muy poco respeto”. Y ya sentenció diciéndoles lo siguiente a los participantes:
“No evolucionáis, no entendéis, no escucháis. No dais lo que en este programa es básico. Involucionáis. Yo ya no me enfadará más, porque me enfado con quien merece ese enfado”.
Pero nada comparado con el pique histórico que tuvo Cruz con Gonzalo Ribot (Gonzalito para los “amigos”), en la 2ª edición de MasterChef. Mejor os dejo un video para refrescaros la memoria, no tiene desperdicio alguno.
Uno se pregunta entonces, si en España presumimos de tener los mejores chefs y restaurantes del mundo y hay tanta joven promesa dispuesta a triunfar, ¿qué demonios ha pasado para que tanto talento gastronómico televisivo haya terminado convirtiéndose en un Gran Hermano de tres al cuarto?
Cuatro ediciones de MasterChef, cuatro ediciones de MasterChef Junior, una edición de MasterChef Celebrity, cuatro temporadas de TopChef y cinco temporadas aguantando a Chicote. Programas soporíferos que duran hasta la madrugada y todos repitiendo formato, pruebas, protagonistas e invitados.
Y es que al final ya no quedan más clichés por explotar: sentimentalismos, enfrentamientos, piques entre concursantes, broncas del jurado, aberraciones culinarias del tipo “León Come Gamba” o “Bomba de Sangre”. Todo ello parece que ha dejado sin ideas a los guionistas para acabar recurriendo a viejos trucos como el de una edición de salseo-famoseo o el de centrarse más en el personaje y el sentimentalismo que pueda despertar entre el público generalista y menos en la cocina en sí.
Lo más triste de todo es que todavía tenemos gastro-reality para rato, al menos en televisión. Y ya no se trata de un problema de que el público demande “carnaza”, sino que con el paso de las ediciones parece que sale más a cuenta realizar este tipo de formato más enfocado a las tramas internas que a enseñar sobre cocina. Al fin y al cabo los resultados son prácticamente los mismos.
Las tramas internas o el “famoseo” del programa acaban sustituyendo a lo nuevo y si aún encontrásemos un equilibrio entre trama y educación gastronómica aún valdría. Pero cada vez son más los minutos que se centran en las broncas y piques y menos en la cocina o los productos.
Afortunadamente todavía queda algo de esperanza para los que de verdad disfrutamos de la cocina, con programas donde el factor gastronómico, la técnica y el proceso sí importan de verdad.
Hablo de programas tanto extranjeros (Chef’s Table, The Mind of a Chef), como patrios (Robin Food con David de Jorge o Cocina2 con los hermanos Torres). Buenos productos televisivos, dedicados en exclusiva a la educación gastronómica, donde se cuentan historias gastronómicas de verdad, se mima hasta el más mínimo detalle visual y todavía más importante, accesibles y entretenidos para todos los públicos.
Programas gastronómicos que nos cuentan las historias detrás de algunos de los mejores chefs del mundo (unos conocidos y otros no tan conocidos), el por qué y de donde vienen ciertos alimentos, cómo combinan los sabores o cómo piensan los chefs. Son programas que nos emocionan, nos hacen vibrar en nuestros sofás, nos hacen querer cocinar y experimentar. En definitiva, nos enseñan a cocinar de verdad.