Quemar cosas

Jorge Galindo
cremat
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2 min readDec 12, 2016

El problema del sabor es que no dura para siempre. Cada vez que huelo, como o bebo algo que me llama la atención de manera particular, pienso lo mismo: “de éste no me olvidaré”. Pero al final me olvido, claro. No es que se me olvide que existe el jugo de guanábana y fresa con panela, el primer trago de Casta Diva Cosecha Miel que probé hace ya una década, las verduras con caldo de vaca y palo cortado de Ricard, el pollo ahumado con hierbas del Pacífico del Mini Mal, o las patatas fritas entre mil dientes de ajo envueltos en su piel morada (que nadie se la quite, por favor, ¡que nadie se la quite!) que nos hacía mi tía Julia en Llíria mientras corríamos de arriba a abajo hasta que se ponía el sol de agosto. Hago espacio en mi cabeza para todos ellos, y para muchos más. Pero no puedo devolver el sabor a mi lengua, ni el aroma a mi nariz. Es un poco frustrante.

Las personas solo conocemos una manera infalible para esquivar el olvido. Escribimos. Escribir es mágico. El papel, o la pantalla, no se pueden tragar. Pero las palabras sí. Por eso a veces como con una libretita sobre la mesa. La gente me mira raro, pero yo qué sé nano, otros se dedican a fotografiar cada plato con el móvil, ¿no? Pues esto es igual. Exactamente igual.

Escribir también sirve para reflexionar. Para tomar distancia y preguntarse: ¿esto por qué? ¿Esto de dónde salió? ¿Esto cómo ha acabado teniendo ese sabor? ¿Y cómo puedo repetirlo? Exacto. Repetir. Eso es lo fantástico de cocinar y de comer. Puede ser tan parametrizable como un experimento en laboratorio, pero también completamente espontáneo. Es tan fácil volver atrás como exporar. Un sabor no dura para siempre, pero se le puede invocar con la combinación apropiada. En ese sentido es ciencia en el sentido más amplio y romántico del concepto: es descubrimiento.

A eso hemos venido aquí. A descubrir. Y a repetir. A intentar encapsular el sabor en palabras, en fotos, en videos o en lo que nos surja. Y, por supuesto, a fallar en el intento. Hem vingut al món a cremar coses. I a passar-ho bé.

Benvinguts.

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Jorge Galindo
cremat

Quemo cosas. En cocinas, sobre todo. Y también hablo de política. No necesariamente por ese orden.