Lo de antes de la victoria.

Bettie
Cuaderno de Retales
3 min readMay 1, 2016

Estamos acostumbrados a las historias de éxito, y más en los últimos tiempos. Historias de emprendedores, sobre todo. Hasta en eso hemos perdido. No es que crea que las historias de emprendedores no puedan ser inspiradoras o interesantes, pero comprendedme, no suelen salir dragones. ¿O sí?

Todas las historias de éxito que parecen dignas de ser contadas siguen un patrón que suele repetirse, al menos de manera aproximada. Primero, unos inicios dramáticos: una persona que acaba de quedarse en paro, un joven que estaba harto de buscar trabajo de lo suyo … Después la idea, que posteriormente hay que poner en práctica. Y al final, el éxito. A veces, en medio de la narración se incluye un “fue muy duro” o alguna frase similar, pero sin hacer demasiado hincapié, que no desluzca la épica flojita del relato.

He puesto como ejemplo las historias de emprendedores, porque parece ser que es lo que se lleva, pero vale para cualquier situación difícil, para cualquier obstáculo a superar, desde aprender un idioma hasta batir un récord olímpico. Dicen que cuando llegamos creemos que el camino fue bueno, y quizá es por eso que el esfuerzo del camino se difumina, expresado, si acaso, en expresiones estereotipadas. Porque lo que importa es el final, el logro, la victoria.

Pero antes de la victoria hay todo un camino. Antes de la victoria está lo duro, lo arduo. Porque el camino para superar una dificultad o conseguir un sueño es jodidamente difícil, y eso solo lo sabe realmente el que lo vive. No, no es difícil de respirar hondo y seguir. Es difícil hasta el punto de levantarse cada mañana pensando en dejarlo, o de concluir cada intento diciéndote que será el último. Difícil hasta ese punto, hasta las lágrimas, hasta perder el hambre o el sueño.O la alegría. Es tan duro que cada vez que te haces con los arrestos necesarios para seguir adelante te preguntas qué parte de tu alma estás utilizando como combustible. Así de difícil. Ahora que lo pienso, es comprensible que cuando llegas a la meta lo que más te apetezca sea olvidarlo.

Casi nunca en mi vida me había sentido así. En muy contadas ocasiones. No es porque todo me haya sido tremendamente fácil, sino porque no me ha sido tan jodidamente difícil. Los retos que me he puesto me han parecido asequibles, con trabajo y esfuerzo, pero asequibles. Sabía que si ponía de mi parte lo que tenía que poner, lo conseguiría. Hasta este último año. En este último año me he sentido así muchos días, torpe, incapaz y fracasada, o un fracaso. Con ganas de dejar esto y lo otro. Con ganas de no salir de la cama nunca más. Con ganas de desaparecer de la faz de la tierra. Y algunas veces, hasta con ganas de morirme, y no es una forma de hablar.

Espero que algún día este camino forme parte de alguna historia de éxito, y pueda permitirme, así, relativizarlo y sonreír pensando en que valió la pena y en que bueno, quizá no fue para tanto. Aunque en el fondo sabré que sí. Pero eso tampoco es seguro. Esa es la peor parte: a veces el dolor y el esfuerzo es el mismo, y al final no hay premio. Es como una contienda. Antes de la victoria está la guerra y, después no solo hay victoriosos, sino también vencidos.

Y a pesar de todo, no quiero que este post sea triste, sino más bien un gesto de comprensión y hasta de aliento para ti que estás ahí, al otro lado, peleándote con tus gigantes y tus dragones particulares, sean los que sean y que, cuando te cuentan una historia de éxito piensas que falta algo o que la tuya, por el momento, no se parece a aquella. No es porque no vayas por el buen camino, porque no hay un buen camino: solo cabe hacerlo lo mejor que puedas y esperar que salga bien. Ánimo.

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Bettie
Cuaderno de Retales

Ser pensante y escribiente.Profe. Ravenclaw. De pequeña me decían que me iba a volver loca de tanto leer. Debían de tener razón.