¿Mis defectos o su problema?

La sociedad se empeña en señalar nuestros defectos, pero ¿son defectos nuestros realmente?

Bettie
Cuaderno de Retales
4 min readMay 10, 2016

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Desde siempre he sido una persona que ha sufrido por su físico, pero poco acomplejada. Me explico: la gente te machaca sin piedad desde que tienes 6 años o antes por cualquier motivo. Si eres gorda, como es mi caso, parece que están intentando desbloquear algún logro sobre hacer la vida imposible a otros. Te insultan en el cole, te ponen motes, el profesor de gimnasia te mira raro, tus familiares te pellizcan los mofletes y te sueltan pullitas, … La cosa se agrava cuando llegas a la adolescencia y quieres comprarte ropa para salir con tus amigas, ir “a la moda”, o simplemente, vestirte según un determinado estilo y no comprar simplemente aquella ropa en la que cabes. Entonces tu madre, entre otras, empieza a decirte que “si no comieras tanto”, “si hicieses más nosequé”, “si pasases menos tiempo leyendo y más en la calle”. Cosas así. Y conforme creces la cosa no mejora, la presión es cada vez mayor y las relaciones afectivo-sexuales suelen agravarlo. Expresiones tipo “yo no toco a la gorda esa ni con un palo” pues no matan, pero hieren.

En los casos de otras personas que conozco estas cosas han derivado en auto-odio. No en el mío. Yo lo pasaba mal, como ya he dicho, pero nunca, hasta un determinado momento de mi vida que por suerte ya pasó, había sentido desprecio hacia mí misma. De hecho tuve una época, alrededor de los 16–19 años que estaba tan segura y pagada de mí misma — no solo de mi cuerpo, sino de todo lo que yo era — que sé que muchas de mis amigas y conocidas pensaban “¿qué se creerá ésta?”. Pero me sentía cómoda, inteligente, guapa, sexy, segura, … Me sentía bien. A pesar de que el mundo seguía machacándome y recordándome que no iba a desfilar para ninguna firma de alta costura. (Como si eso fuera importante…)

Y no es porque no tuviera “defectos”. Desde los 16 años he tenido estrías en el pecho y varices finitas pero muy visibles en las piernas. No es algo que yo pidiese: mi pecho se desarrolló muy rápido y mis piernas llevan con bastante dignidad unas arañas vasculares que son herencia genética de mi madre, que las tuvo desde bien joven. Más tarde, llegaron las estrías en el vientre y las caderas, producto de subidas y bajadas de peso bruscas y no premeditadas. En fin, que no creo que veáis mi cuerpo expuesto en ninguna revista. Pero mis estrías no me impidieron ponerme bikini y mis varices no me impidieron llevar falda. No voy a morirme de calor por no tener unas piernas de modelo.

Quiero decir… Sí, mis estrías y varices están ahí, pero no me molestan. No me duelen -aunque sé por mi madre que las varices dolerán — ni me piden pan, al menos de momento. Ellas no me agreden y yo no las agredo a ellas. No seré yo la que diga que una persona no haga lo que esté en su mano para cambiar lo que no le guste de sí misma. En fin, creo que cada uno debe ser soberano sobre su cuerpo, pero hasta ahí. No me insinues que no me queda bien el bikini porque se me ven las estrías o que no me puedo poner falda corta porque se me ven las varices o porque soy demasiado blanca, porque puedo morderte la cabeza. Si a mí no me molestan, y están en mi cuerpo, ¿qué problema puedes tener tú? ¿Ofenden a tu vista? Pues no mires. Puedes elegir mirar para otro lado que no sean mis estrías o mis varices y todos contentos.

Diréis que es fácil para mí porque no me generaron un complejo. Y en parte tenéis razón. Estos rasgos de mi físico no me plantean ni me han planteado problemas hasta hoy. Pero otros sí. Por ejemplo, a fueza de repetírmelo, me hicieron creer que las minifaldas no son para las chicas con muslos gordos, así que las faldas más cortas que llevaba estaban justo por encima de la rodilla. Pero eso también me lo salté y asumí que quien decidía como vestirse era yo. Me compré un vestido minifaldero y me lo puse. Y me miré, y remiré. Me sentía rara, la verdad, la idea de que no era para mí no paraba de revolotear en mi cabeza, pero le dí una patada y volví a mirarme de nuevo: “Ey, chica — me dije- no estás nada mal”. Había ganado a uno de mis complejos. Me sentía pletórica, feliz, libre. Es cierto que desde aquel momento me he puesto minifalda en muy contadas ocasiones, pero no por el complejo, sino porque no es una prenda muy cómoda para mí. :P

Por suerte he conseguido disociar si las cosas de mi cuerpo que se consideran defectos no me gustan a mí o no gustan a los demás. Si son un inconveniente para mí, o para los demás. Si el problema es mío, intento solucionarlo. Si el problema lo tienen los demás, los que tienen que cambiar son ellos, no yo.

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Bettie
Cuaderno de Retales

Ser pensante y escribiente.Profe. Ravenclaw. De pequeña me decían que me iba a volver loca de tanto leer. Debían de tener razón.