Cuatro formas de hacer frente al capitalismo extremo

Dani García
Cuaderno ideológico
5 min readOct 26, 2016

Con un mínimo de visión de nuestros días y contextual de los últimos cuarenta años, a pocos se le puede escapar que las cosas no funcionan. El capitalismo extremo no funciona. No voy a extenderme en datos en este post, simplemente recomiendo dos obras documentales muy digeribles y didácticas: Desigualdad para todos y Requiem for the American Dream. Aunque, en la mayoría de los casos, el mejor análisis lleva hecho varios siglos o unas cuantas décadas; cojamos por ejemplo a Max Weber y cómo a finales del siglo XIX explicó el colapso del Imperio Romano, cómo la economía basada en los esclavos con el tiempo debilitó la reproducción de la sociedad romana.

En una entrevista a Jacobin, el sociólogo estadounidense Erik Olin Wright resume en cuatro las formas de combatir el capitalismo como resultado de dos aspectos que han ocupado la mayor parte de su trabajo en los últimos treinta años: comprender la clase en la sociedad capitalista y la exploración de las utopías como una forma de estrategia socialista.

El primero es básicamente el núcleo marxista, algo que Wright siempre se ha declarado: el propósito de comprender la estructura de clases del capitalismo es comprender las condiciones que lo transforman. El segundo lo trata especialmente en su último libro Alternatives to Capitalism preguntándose qué tipo de sociedad deberíamos luchar en el post-capitalismo.

Wright, que no es precisamente un socialista ortodoxo ya que entiende la existencia del mercado, de la heterogeneidad, da estas cuatro versiones de anticapitalismo: destruirlo, domesticarlo, escaparse de él o erosionarlo.

Destruir el capitalismo

Esta es la visión de los siglos XIX y XX del comunismo revolucionario: “destruye primero y construye después”. El escenario es familiar: nace movimiento político o partido político, sube al poder en circunstancias históricas especiales (bien por proceso electoral o insurrección violenta) y rediseña el estado como un apropiado instrumento de transformación, además de destruir los centros de poder de la estructura social existente. Es decir, lanzar un largo proceso para construir una alternativa.

Aunque hubo algunos logros en las revoluciones rusa y china, no consiguieron crear un mundo de poder igualitario democrático donde la gente ordinaria fuera capaz de diseñar sus propios destinos, ya fuera por la propia naturaleza histórica de esas revoluciones o por las consecuencias de la esencia de la estrategia de destruir el capitalismo. La búsqueda de reducir el capitalismo a cenizas desata fuerzas caóticas y peligrosas que llevan a respuestas represivas.

Destruir el capitalismo está fuera de la agenda en las sociedades más complejas. Es por eso que la literatura distópica goza de una creciente popularidad en los últimos treinta años, porque es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo.

Domesticar el capitalismo

La socialdemocracia.

Hay un poder estatal en el sentido gubernamental porque hay poder político. Hay suficiente movilización detrás del poder político para negociar unos términos favorables en la relación entre el capital y los trabajadores, pero tiene que ser quid pro quo.

De esta forma, se reducen y neutralizan los peores daños que genera el capitalismo, se mitigan, pero el capitalismo queda intacto y fuerte. Es algo que ha funcionado bien durante una época, hasta que la socialdemocracia se plegó al monstruo neoliberal.

Según los neoliberales, las soluciones socialdemócratas ya no pueden ser aplicadas. Se trata de una autojustificación de la élite privilegiada. Incluso en un mundo relativamente abierto, globalizado y dominado por las finanzas, no hay razón para creer que los mecanismos de la domesticación no pueden ser restablecidos. Simplemente no se quiere hacer porque no conviene recuperar el quid pro quo reinante hace cuarenta, cincuenta años.

Escaparse del capitalismo

Una forma interesante de anticapitalismo, pero tiene muy poco potencial como estrategia transformativa porque es una solución más individualista. Eso sí, puede proporcionarnos notables experimentos para estudiar como modelos a seguir que después pueden ser generalizados en condiciones alteradas.

Un ejemplo de huida del capitalismo es el movimiento hippie en los años sesenta y setenta, o yéndonos más lejos en el tiempo, la expansión al oeste de Estados Unidos. Hoy en día, las tendencias anticonsumo, de vida sencilla o de vida equilibrada se pueden ver como una forma de escapar del capitalismo.

Erosionar el capitalismo

Esto es menos familiar, está más en línea con tendencias anarquistas. Proudhon fue de los primeros erosionadores con una visión muy sencilla: “crea cooperativas de trabajadores, serán una forma atractiva de vida. Los trabajadores acudirán en masa. El capitalismo colapsará porque no puede encontrar nadie para trabajar”. Marx llamó a esto pequeños experimentos sin sentido que distraían del verdadero objetivo, aunque con los años reconoció que las cooperativas de trabajadores y otras formas de cooperativas eran demostraciones palpables de que los trabajadores podían gobernar los medios de producción.

A día de hoy, hay muchos ejemplos de iniciativas para erosionar el capitalismo, desde las cooperativas de trabajadores a ocupaciones de tierras, pasando por nuevas formas de comunidad y de producción agrícola. El ejemplo más vistoso es Wikipedia, que ha destruido en cuestión de una década trescientos años del mercado de enciclopedias. Otro ejemplo es Linux como software de código abierto.

El problema de erosionar el capitalismo es que es una estrategia que parece algo inverosímil para ser una alternativa al sistema reinante. Es muy atractiva porque puedes hacer algo en cualquier ambiente hostil, por eso siempre hay activistas, y puede ser efectivo ya que puede hacer la vida mejor. Pero la acumulación de iniciativas para erosionarlo no supone una alternativa sólida para realmente cambiar el mundo, que es lo que quiere el marxismo.

Creo que buscar nuevas maneras de pensamiento para domesticar el capitalismo, combinado con la estrategia anarquista de erosionar, puede posibilitar crear una estrategia política a largo plazo que combine lo mejor del lado más progresivo de la socialdemocracia con las versiones más constructivas y creativas del activismo comunitario anarquista.

Juntar el anarquismo y la socialdemocracia en un combo donde erosionas el capitalismo para hacerlo más domesticable, y domesticas el capitalismo para hacerlo más erosionable. Por lo tanto, se rechazan las teorías de destruir por su imposibilidad y escaparse por su narcisismo.

Este combo sin embargo no es que sea la panacea para solucionar los graves problemas que está creando el capitalismo extremo. Estará lleno de contradicciones, es algo intrínseco en el proceso ya que a la hora de domesticar el capitalismo estás negociando con el capital, y esos acuerdos son inherentemente inestables, dependen del equilibrio de las fuerzas.

Sin embargo, ¿cuál es la alternativa? No hay otra estrategia para poder derrotar un sistema que está haciendo estragos en la naturaleza humana.

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Dani García
Cuaderno ideológico

Periodista/escritor. Pasé por la música, y siempre he observado de cerca la contracultura y los cambios sociales (¡ah! y el deporte americano). danigarcia.work